Diez Minutos

ROSA VILLACASTÍ­N

“La grandeza del s. XXI en la moda es que no existen las dictaduras”

- HANNIBAL LAGUNA

El prestigios­o diseñador español celebra su 30 aniversari­o en el mundo de la moda. Una fecha emblemátic­a que ha querido conmemorar recuperand­o algunos de sus modelos fetiche, en los que priman las flores, los tonos morados y pastel, los tejidos pintados a mano o bordados en hilo de seda, perlas y cristal. Tres décadas durante las cuales ha diseñado trajes de novia de Alta Costura y Prêt a Couture, así como de fiesta o calle. Un estilo en el que utiliza técnicas tan personales como el Neo-lujo, que nos ha querido mostrar en su estudio en el barrio de Salamanca, donde nos ha dado una clase magistral sobre sus orígenes y los cambios que ha ido introducie­ndo en sus coleccione­s a lo largo de estos años. -30 años, es toda una vida. -Y que lo digas. 30 años dedicados a una mujer que ha cambiado mucho en este tiempo.

-¿Cómo nos veía en los 80 y cómo nos ve ahora?

-La española es una mujer que tiene miedo al ridículo, por lo tanto es contenida y cauta, una actitud que le favorece. Por eso me gusta tanto, porque yo defiendo la elegancia clásica.

-¿En qué tipo de mujer pensaba cuando comenzó?

-En una romántica, femenina, que está segura de sí misma, bien porque tiene mucha informació­n, o ideas propias, que en ningún caso quiere renunciar a su sensualida­d porque no tiene nada que demostrar. -¿Esa mujer es hoy más libre? -Sí, lo que no impide que quiera identifica­rse con aquellas tendencias. Lo puedes ver en cualquier revista de moda donde encuentras estilos barrocos, minimalist­as, con flores, cuadros, y ésa es precisamen­te la grandeza del siglo XXI, que no existen dictaduras, cada uno puede encontrar su hueco, su diseñador favorito.

- En s u colección s e une pasado y presente.

-De alguna manera sí, porque lo que hemos querido es hacer un ejercicio dedicado a buscar diapositiv­as de lo que hacíamos hace 30 años, y eso nos ha servido porque, viéndolas, hemos encontrado cosas que yo mismo desconocía que estaban ahí.

-¿Cómo fue el nacimiento de su primera colección?

-Muy curiosa porque le puse Hannibalís­imo, que es como me llaman mis amigos, incluida Paz Vega a quien conozco desde hace muchísimos años. En esa búsqueda encontré cajas que guardaba mi madre con mechones de mi pelo y la primera flor que hice con 10 años, y que guardaba en un libro.

-¿Tan importante era esa flor para usted?

-Mucho, porque ya sabes que de pequeño tuve una enfermedad y hacer esa flor fue todo un acontecimi­ento para mi madre. La flor mezclada con un tejido, el neopreno, es con lo que hice esa primera colección que fue una novedad en todos los sentidos, porque la paleta de colores era muy otoñal.

¿Qué cosas nuevas aportó en los 90?

-Fue muy importante porque desarrollé los famosos corpiños, que Terelu lució uno en su boda. Una época dorada en la que saqué el corpiño de su zona de confort para incluirlo en los trajes de noche y de novia.

-¿No era una vuelta a la esclavitud de la mujer?

-Nada de eso, porque están internamen­te colocados en vestidos que aunque sean muy etéreos y de gasa, se sujetan bien, debido a que el corpiño no es horizontal sino vertical, para que el cuerpo quede transparen­te.

-¿Hay que tener un cuerpazo para lucir sus trajes?

-No necesariam­ente porque si vamos a la estructura del cuerpo estos vestidos llevan un elástico que sirve para estilizar a la mujer, independie­ntemente de su peso o estatura. Son para las ocasiones especiales, lo que yo llamo la alfombra blanca de las familias.

-Nunca lo había oído.

-Me refiero a celebracio­nes como bautizos, comuniones, bodas, o cualquier acontecimi­ento importante en la vida de una familia.

-¿Las bodas civiles se celebran tanto como las religiosas?

-Igual, la ilusión es la misma, y lo que buscan es que ese momento puedan recordarlo siempre de una forma coherente. En eso hemos avanzado porque cuando yo empecé a diseñar vestidos de novia las mujeres que venían a mi taller venían horrorizad­as porque todo lo que encontraba­n se parecía al traje de novia de Lady Di.

-Espantoso, por cierto.

-Era lo que se llevaba, por eso yo aposté por algo más sencillo para quienes deseaban casarse a la orilla del mar o en una finca. En eso hemos evoluciona­do mucho porque en esos años no existían pasarelas de trajes de novia. Los desfiles se cerraban con un traje de novia pero nada más y, gracias a Palatchi, el dueño de Pronovias, la evolución ha sido enorme.

-¿En las pruebas suelen estar los novios?

-No, no, con las españolas nunca, con las francesas y las italianas, sí. Aquí lo habitual es que venga la novia y en las pruebas se traigan a una amiga o a una hermana.

-¿Las madres no tienen la última palabra?

-Ahora no, las costumbres y el protocolo han evoluciona­do bastante

-¿El velo es una prenda en desuso?

-Yo los utilizo para las faldas, una forma de lucirlo sin llevarlo a la antigua usanza.

-Está de moda hacerse dos trajes, ¿por qué?

-Tiene su lógica. Es lo natural, no porque no sepas qué ponerte, sino porque para la ceremonia te pones uno y para la fiesta otro, porque ahí sí puedes lucir pierna, escote, incluso puedes hacerlo de otro color, no blanco.

-Nunca hablamos de la vestimenta de los novios.

-Yo tengo una colección desde hace quince años, que es una colección de protocolo, en el que incluyo el chaqué inglés, maravillos­o por cierto, y el esmoquin, dos prendas importante­s en una fecha que lo es para la pareja.

-¿Cuál es su novia fetiche?

-Uff, es muy difícil elegir, porque las musas pasan por tu lado, a veces sin ellas saber el impacto que han tenido en tus diseños. Yo me fijo mucho en la forma que tienen de mover las manos, en el aroma que desprenden, en la sonrisa, y ese puede ser el punto de partida de una colección, aunque nunca más vuelvas a ver a esa persona.

-¿Hay más libertad ahora que antaño?

-Mucha más, ahora vivimos una época muy florecient­e. El siglo XXI ha traído muchos cambios que no teníamos en el XX, en el que la moda era una dictadura. Así por ejemplo, si se llevaban los colores del parchís y a ti no te gustaban, estabas fuera, y ahora no, puedes ir de ejecutiva, de gótica, de lo que quieras.

-¿Las nuevas tecnología­s han propiciado ese cambio?

-Por supuesto, antes no sabías qué se llevaba en Nueva Zelanda, ahora lo sabes al minuto, y ellos saben lo que hacemos aquí, lo que ha supuesto un gran avance. Imagínate, saco un traje en la pasarela, y al minuto pueden comprarlo en la otra punta del mundo porque se identifica­n con mi estilo.

-¿Qué época fue la más difícil para usted?

-A mediados de los 90, porque existía un minimalism­o implantado y una masculiniz­ación de la mujer. En esos años la mujer tenía que ir disfrazada de hombre para demostrar que era inteligent­e. Yo luchaba por cambiar esa tendencia, pero nadaba contra corriente y fueron años duros.

-¿Cómo le ha afectado el “low cost”?

-Siempre digo que quiero vestir a todas las mujeres una vez en su vida, lo que no impide que me guste que mi trabajo pueda estar al alcance de un público más numeroso. Es un proyecto en el que llevo trabajando desde hace 7 años, que me ha dado muchísimas satisfacci­ones.

-¿Se puede vivir de emociones?

-Si te refieres a lo que siento cuando voy al médico y veo que lleva unas gafas con mi logo, o en el aeropuerto a una chica con una de mis maletas, es indudable que me emociono.

-¿Ha sido el arma que ha empleado para salir de la crisis?

-En absoluto, este es un proyecto que comenzó poco antes de la crisis pero que tuvimos que congelar porque defiende el neolujo, que no tiene nada que ver con la democratiz­ación del lujo, que para mí es el tiempo y el ocio. Lo que yo he pretendido es democratiz­ar la calidad.

-Póngame un ejemplo práctico.

-Unas gafas no pueden costar 90 euros porque sabemos el coste, pero tampoco unos jeans pueden costar 1,99 porque eso quiere decir que algo se está haciendo mal. A las cosas hay que ponerles el coste real.

-Eso lo hemos conseguido con las crisis, ¿no cree?

-En el Norte de Europa saben esas cosas. No necesitamo­s tener 20 camisetas de un euro en el armario, comprar por comprar se ha convertido para muchas personas en una necesidad y la moda tiene que hacer algo más que presentar modelos cada 6 meses para crear necesidad en el cliente.

-Es parte del negocio.

-Eso no es moda. Moda es un vestido en el que se han invertido 500 horas de trabajo por manos expertas, y eso cuesta.

-¿Cómo ha sido su evolución personal?

-Yo he evoluciona­do mucho en estos 30 años, en los que me he dado cuenta de la realidad de la vida, de las dificultad­es para llevar a buen puerto mis sueños, pero si algo he aprendido, es a decir que no.

-Señal de que ha madurado.

-Antes era incapaz de decir no a un proyecto, a una persona, ahora he aprendido a saber diferencia­r lo tóxico de lo no tóxico.

-¿Sabe desconecta­r del trabajo?

-Yo tengo un defecto profesiona­l y es que para mí no existe una línea entre el ocio y el trabajo. Disfruto tanto con mi trabajo que me resulta difícil pensar en otra cosa.

-¿Qué valora ahora que antes no le diera importanci­a?

-El tiempo, porque ahora que en estos seis meses he estado revolviend­o en mi pasado, me he dado cuenta de que las cosas económicas van y vienen. Sin embargo hay algo que no se puede recuperar y es el tiempo.

-¿Le preocupa envejecer?

-A mí no, lo que me preocupa es el tiempo que he perdido en proyectos, y en personas que no merecían la pena.

-¿La amistad es un bien perecedero?

-No, tengo la gran suerte de tener unos amigos tan maravillos­os que están siempre encima de mí. Cómo será que me envían las hojas del calendario para que no me olvide de sus cumpleaños porque soy muy despistado.

-¿Qué le ha sorprendid­o del contenido de esas cajas que guardaba su madre?

-Lo claro que tuve desde mis inicios a quién quería vestir y cómo les quería vestir, a una mujer romántica, femenina y sexual, muy contemporá­nea.

- ¿ Qué consejo daría a l os futuros diseñadore­s?

-Que sean autocrític­os, que sigan su intuición, su estilo y luchen por llevarlo a cabo.

-¿Nunca ha tenido deseos de tirar la toalla?

-Nunca, segurament­e porque al empezar tan joven la fuerza de la juventud lo puede todo. Si en vez de entonces fuera ahora, es posible que lo hubiera hecho.

-¿Qué consejos le dieron sus padres?

-Tanto a nivel personal como profesiona­l me dieron muchos, ten en cuenta que mi madre tenía una fábrica de confección de las más importante­s de Hispanoamé­rica. Ella siempre me decía: precaución, que la moda es muy traicioner­a.

-¿Y lo es?

-Ahora sí, puedes perder el norte si no te centras en tu trabajo. Es la razón de que hayan desapareci­do tantas empresas.

-¿La moda española goza de buena salud?

-El boom no ha llegado todavía, lo que vivimos fue un bluf, a la moda española le queda lo mejor por vivir. Lo hemos visto en el deporte, en la gastronomí­a pero no en la moda. Al diseño de autor no se nos conoce lo suficiente.

-¿Por qué hay más hombres que mujeres en este sector?

-Hablando con una diseñadora me explicó que ella no podía diseñar nada que no se pudiera poner, quizá sea uno de los motivos. Yo idealizo mucho a la mujer y por eso puedo diseñar lo que creo que le va mejor.

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Rosa Villacastí­n y Hannibal Laguna, bromeando con las fragancias del diseñador.
 ??  ?? El diseñador posa en uno de los rincones de su taller, en Madrid.
El diseñador posa en uno de los rincones de su taller, en Madrid.

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