Princesa de Asturias ‘‘

Como el tiempo es un arrebato de relámpago, resulta que se nos ha plantado la Princesa de Asturias en los trece años. Los cumple el 31 de octubre, y coincide el día con el momento histórico en que la heredera de la corona habla en público, leyendo en público. Leerá ante un auditorio escogido un párrafo de la Constitución, a renglón seguido de su padre, y eso es como celebrar también un cumpleaños, más allá del que aquí señalamos, que es el cumpleaños que nos dicta el “deneí” que Leonor de Borbón y Ortiz aún no tiene, según suponemos.

De la princesa tenemos un álbum de fotos muy al compás de lo que han ido decidiendo sus padres, con veranos en Palma de Mallorca, algún día de debut en la escuela, dos cromos navideños y paremos casi de contar. Eso, y algún momento memorable junto a Iker Casillas, que le pasó la Copa del Mundial de España. De modo que entre una foto de posado y la foto siguiente, la hemos ido viendo muy crecida, todavía niña, pero un poco menos niña.

Dicen quienes la tratan que ha salido reflexiva, serena, observadora y tirando a independiente. Más o menos como su padre, “aunque tiene algo de mí”, según un matiz de su abuela la Reina Sofía. Es obvio añadir que brilla entre mona y monísima. Es tan deslum- bradoramente dorada que a mí a veces hasta me parece sueca de lámina. Pero no. Es española de Madrid, y ha pasado poco o mucho tiempo desde aquella larga noche de lluvia en que vino al mundo. Poco o mucho, sí, según se mire.

Porque desde entonces, y abreviando, ha llegado una hermana, Sofía, la madre de ambas se ha afianzado de reina, el abuelo ha dado un par de pasos atrás, y un costado de la familia, en general, vive lejos o fuera de la foto familiar, por razones que mejor hoy ignoraremos. Se trata de celebrar sus trece dorados años. Ojalá el protocolo que viene no le robe lo que de infancia aún le queda. La vida misma.