Diez Minutos

¿Quién es él?

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NACIÓ en Betanzos, A Coruña, tiene 45 años. Tiene un hermano.

TRAYECTORI­A Comenzó su larga y exitosa carrera en el taller de costura de su madre. A los 18 años entró a trabajar en Inditex, cuatro años después le contrató Antonio Pernas, y más tarde Ángel Schlesser, hasta que se instaló en Madrid. Tiene 8 tiendas por todo el territorio nacional. Ropa a medida, de calle, de cóctel, fiesta, pero también de novia y Prêtà-porter, complement­os, zapatos, bolsos, con su marca. Si algún día se retirase, volvería a su pueblo, Betanzos, en A Coruña, donde le gustaría montar un hotel con encanto. Tiene casa en Madrid y en Comporta, en Portugal. Entre sus clientas se encuentran Isabel Preysler, Cary Lapique, Carmen Lomana o Mar García Vaquero, la mujer del ex presidente Felipe González.

Yo empecé porque mi madre tenía un taller de costura en el que trabajaban unas 30 chicas, la mayoría de zonas rurales o que habían dejado de estudiar y no tenían otra manera de salir adelante. Un taller en el que pasaba los veranos viendo lo que hacían modistas y aprendizas.

-¿No fue al colegio?

-Sí, claro, pero en vacaciones a mi madre no le gustaba que anduviésem­os perdiendo el tiempo o jugando por la calle, ni mi hermano ni yo, de manera que como a mí me gustaba el ambiente del taller, allí pasaba el día.

-¿Qué edad tenía?

-7 u 8 años. Lo primero que me enseñaron fue a pasar hilos, a sobrehilar, a cortar, a poner entretelas, por eso sé tanto de costura. A mí me encanta planchar, me chifla, porque creo que una mala prenda con una buena plancha parece otra cosa. Fue ahí donde empecé a amar este oficio, y mientras todos mis amigos y conocidos querían estudiar Empresaria­les o Derecho, yo dije que quería dedicarme a la moda.

-¿Cómo se lo tomaron sus padres?

-Mi padre no lo entendía, mi madre sí me apoyaba, aunque sabía lo dura que es esta profesión. Estamos hablando de los 80, del boom de la moda gallega, de la arruga es bella, que hizo famosos a Adolfo Domínguez y Roberto Verino, cuyas coleccione­s admiraba y que fueron por lo que quise hacerme diseñador.

-¿Recuerda quién fue su primera clienta?

-Por supuesto, Sole Morais, una chica guapísima, de una buena familia de Betanzos. En aquella época era tradición que se celebrasen en verano las puestas de largo y Sole me pidió que le hiciera un traje que quería lucir en “la cena americana”, a la que las señoras iban de largo y los señores de esmoquin.

-¿Qué tenía de especial aquel vestido?

-Era espectacul­ar, de seda gorda, con una línea muy depurada, porque yo tenía la imagen de la Reina Sofía el día que coronaron a Don Juan Carlos I, que lucía un traje coral, con una manga súper pegada, encajada de hombros, evasé, muy de los 70. Para mí aquel encargo fue muy importante, un empujón, porque pensar que alguien confiaba tanto en mí como para encargarme que le hiciera un traje en una fecha tan especial, era increíble.

-Supongo que le lloverían los encargos.

-La verdad es que sí. A partir de ahí, una joven periodista que pertenecía a otra familia del pueblo, los de la Fuente, me hizo una entrevista, y ahí fue donde empezó todo.

-¿Quiénes eran sus referentes en la moda?

-Chanel me encantaba, es más, mi tesis de fin de carrera la hice sobre Chanel aunque, por supuesto, también Balenciaga, Dior, Gianfranco Ferré.

-¿Qué le llevó a trabajar en Inditex pudiendo desenvolve­rse solo?

-Cuando entré de diseñador de ropa de caballero en Inditex ya prometía como la gran empresa que es. Fue una bonita experienci­a pero era demasiado joven, tenía 19 años, y quería seguir estudiando, no quería quedarme estancado. Fue cuando me vine a estudiar a Madrid.

-En una gran ciudad como Madrid, las cosas no son fáciles.

-No, no lo eran, pero yo lo tenía claro: a los 16 años me escapaba a Madrid para ver las coleccione­s de Cibeles. Venía en tren, con una amiga que tenía un contacto en Sybilla, que nos colaba.

-Parece un cuento de hadas.

-Hubo muchas lágrimas, Rosa, mucho sacrificio económico por parte de mi familia, y mucho esfuerzo por mi parte, porque todo lo que he conseguido ha sido por cabezonerí­a y por tesón. Nadie me ha regalado nada.

-¿Qué fue lo más difícil?

-La competenci­a, porque en aquellos años la gente cuidaba mucho la ropa, se vestían para ir a misa o al teatro, incluso se ponían pieles maravillos­as o trajes de marcas potentes como la de Verino, Domínguez o Pernas. Recuerdo que un día, paseando con mi madre por La Coruña, vi una tienda súper moderna, en forma de cubo de hormigón: era de Antonio Pernas. Cuando le dije a mi madre que quería trabajar allí de dependient­e, se enfadó porque decía que no me había pagado tantos años de estudios para que terminara de dependient­e.

-Algo de razón sí tenía.

-Yo en vez de hacer el servicio militar hice servicios sociales en un centro de mayores. Estando ahí, un amigo me animó a presentarm­e a un concurso de jóvenes diseñadore­s, y gané. Fue cuando me llamó Pernas para trabajar con él y con María, su mujer. Allí estuve cuatro años.

-Una gran escuela, sin duda.

-Por supuesto, porque Pernas estaba en plena expansión. Fue una gran experienci­a.

-¿A qué se debe que hayan desapareci­do tan buenos diseñadore­s?

-Da miedo, cuando yo trabajé con Pernas estaba en lo más alto, vendía su colección en sus propias tiendas, los abrigos en El Corte Inglés y en un montón de sitios más y, de repente, todo eso desaparece. Da vértigo pensar lo ingrata e injusta que es esta profesión.

-Pese a las incertidum­bres, sigue ahí.

-Después de Pernas me puse a trabajar con Ángel Schlesser, pero la marca ya no le pertenecía, era de un fondo de inversión.

-¿Cómo logra sobrevivir a esta vorágine?

-Que te compren no está mal, siempre y cuando te den libertad para seguir creando.

El problema no es vender a un fondo, el problema es quedarte sin tu propia marca, porque no va bien.

-Tiene fama de humilde, ¿lo es?

-Voy mucho a Betanzos para no perder mi hoja de ruta, porque es donde están mi familia y amigos, los que me ponen los pies en el suelo. Voy un fin de semana al mes y allí procuro hacer una vida normal, alejado de los fastos, porque aquí en Madrid es fácil perder el norte.

-¿A Usted le ha ocurrido?

-No, pero soy consciente de que corres el riesgo de creerte alguien superior y eso tiene su parte positiva, que me encanta, aunque me encanta más mi trabajo.

-Saber compaginar trabajo y ocio, es necesario.

-Claro, lo que ocurre es que al estar tan expuesto dejas de tener credibilid­ad y si a mí me vieran en todas las fiestas, en las portadas de las revistas, la gente se preguntarí­a que cuándo trabajo.

-¿Qué tipo de mujer compra su ropa?

-Es una mujer atemporal, muy femenina, a la que le gusta vestir bien. A mí no me gusta esta moda de gente que va desaliñada. Me divierte en una niña de 18, porque lo importante es saber adaptarse a la edad que tienes, al cuerpo que tienes: si estás gordita no puedes ir con licras, hay que saber evoluciona­r y comprar ropa que pasado el tiempo la vuelvas a rescatar.

-Ponga nombre y apellido a su mujer ideal.

-Sin duda, Carolina de Mónaco. Ahora están más de moda las influencer­s, pero Carolina lo fue porque cualquier cosa que se ponía le quedaba bien, ella marcó una época. Sin embargo, lo más importante, es que ha sabido evoluciona­r con dignidad.

-Es de las pocas que no ha pasado por el quirófano.

-Porque tiene personalid­ad y está espléndida, lo estaba de joven y en la madurez.

-¿Quién sería su equivalent­e en España?

-Es complicado, si bien es cierto que hay señoras estupendas que al no salir en prensa, el público no las conoce. Yo tengo clientas que compran en Zara pero que después vienen para que les haga a medida un buen abrigo, un buen traje o un vestido de cóctel. Valoran en mí la calidad, que está bien hecho y tiene ese punto de moda.

-¿Qué influencia tienen los colores y la tela en su ropa?

-Me chiflan los estampados y creo que todo puede mezclarse. En mi casa tengo porcelana china colgada en las paredes y unas cretonas de flores en los sillones: si se hace con buen gusto, pueden convivir.

-¿A quién le dedica su nueva colección?

-A Bárbara Hutton, porque fue una mujer potente, que le gustaba el color, y se atrevía a ponerse prendas que otras no. Estamos en un momento muy de la mujer, apoyando sus derechos, una mujer a quien le gusta la mezcla cultural, capaz de ponerse un vestido fucsia y una bota verde.

-¿Apoya movimiento­s como “MeToo”?

-Totalmente, ya que son mujeres que van a romper los techos de cristal, a quienes veo con mucha fuerza, luciendo trajes de mucho colorido, pero también neutros, negros, arena, del desierto...

-Su colección de 2017 se la dedicó a Jacqueline de Ribes. ¿Por qué?

-Porque me interesan las mujeres que tienen algo que contar. Y ella lo tenía. En España nos gusta mucho el espectácul­o, epatar, estar siempre jóvenes, por eso es difícil encontrar a una mujer de la categoría de Carolina o, al menos, yo no la conozco.

-Michelle Obama, ¿podría ser una?

-Me encantaría vestirla, me parece la bomba, una mujer espontánea, con mucha fuerza, que ha desempeñad­o un gran papel como Primera Dama de color en el país más poderoso de la tierra. La gente la admira como si fuera una estrella de rock.

-¿Alguna otra por la que sienta debilidad?

-Máxima de Holanda. Tiene una personalid­ad tan arrollador­a que da igual lo que se ponga: la corona más grande, zapatos altísimos o de tacón bajo, con todo está bien.

-¿Qué le parece Sofía Palazuelo?

-Es muy guapa, discreta, tiene una belleza natural, muy fresca, me gusta mucho.

-¿En qué consiste la elegancia?

-Es una actitud ante la vida que no se compra: la tienes o no la tienes y, si la tienes, debes cultivarla porque hay gente, sobre todo jóvenes, que son elegantes, pero les encanta lucir ese momento choni.

-Dentro de 10 años, ¿qué será de las influencer­s?

-Son modas pasajeras a las que hay que dar la importanci­a que tienen, porque al final todo evoluciona. Cuando leo que fulanita de tal se ha puesto algo y se agota, sólo puedo decir que yo eso no lo he vivido. No sé en qué consiste ese fenómeno.

-¿Qué buscan las novias en su atelier?

-Exclusivid­ad, igual que las madrinas, a quienes adoro, porque es maravillos­o que confíen en mí y se pongan en mis manos, ya que al final lo que quieren es estar guapas, elegantes y jóvenes.

-¿Las novias saben lo que quieren?

-Sí, ellas marcan su estilo y yo les ofrezco que estén guapísimas y que dentro de 10 años, cuando vean esas fotos, sigan sintiéndos­e bien.

ENTREVISTA REALIZADA EN EL ESTUDIO DE JORGE VÁZQUEZ. CALLE GENERAL CASTAÑO, 3. MADRID

“Carolina de Mónaco es mi mujer ideal. Todo le quedaba bien, marcó una época y ha sabido evoluciona­r con dignidad”

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 ??  ?? Su primera clienta le encargó el vestido para su puesta de largo: “Me pareció increíble”.
Su primera clienta le encargó el vestido para su puesta de largo: “Me pareció increíble”.
 ??  ?? Jorge Vázquez confiesa que una vez al mes va a su tierra, Betanzos, para no perder su “hoja de ruta”.
Jorge Vázquez confiesa que una vez al mes va a su tierra, Betanzos, para no perder su “hoja de ruta”.
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