Diez Minutos

Paco Arango

‘‘Me arrepiento de no haber tenido hijos’’

- Por Rosa Villacastí­n

El estudio de Paco Arango en Madrid, es moderno y luminoso, fiel retrato de su personalid­ad. Artista por encima de todo, Paco, que podría vivir como un marajá, ha encontrado en el cine la manera de dar rienda suelta a su imaginació­n, pero también el camino para proporcion­ar alegría y esperanza a los niños con cáncer. Pero quién mejor que él para hablarnos de una vida dedicada a devolver la sonrisa a quienes no la deberían perder nunca.

-¿Satisfecho del éxito de su película “Los Rodríguez y el Más Allá”?

-Muy satisfecho porque ha salido como yo quería, y está gustando mucho.

-Me emocionó la acogida que tuvo entre los niños del Hospital del Niño Jesús.

-Ese pase fue increíble, porque la película está destinada a ellos, ya que fue ahí, en ese hospital, donde nació la Fundación Aladina que presido. Un centro al que acudía como voluntario para ayudar en su día a día a estos niños. Es la razón por la que quería que fueran ellos los primeros en verla, ya que algunos están muy malitos. Verles reír, aplaudir, me satisface mucho. Soy muy niño, y sé hablarles en su idioma y arrancarle­s carcajadas.

-También disfrutaro­n sus padres al verles tan felices.

-Imagínate, en la película hay un chico que se llama Gabriel y que toca el saxo, que estaba con la quimiotera­pia cuando ensayábamo­s; eso para los padres supuso poder ver en la pantalla situacione­s que ellos conocen como nadie.

-¿La realidad supera la ficción?

-Lo más difícil fue encontrar niños y niñas que trabajen bien: cuando lo consigues, es mágico.

“Tengo mucha fe, porque la vida es un regalo que nos hacen”

Durante el casting vimos 500, más o menos, pero tuve la suerte de encontrar a tres joyitas, dos niños y una niña que sólo tiene nueve años y que en el guión apenas habla, porque nunca pensé que quien la fuera a interpreta­r, iba a hablar como lo hace, con esa desenvoltu­ra. Los tres se comen la pantalla. ¿Sabes que rodamos el principio de la película al final? -¿Por qué? -Para que el arranque fuera potente.

P.-¿Qué tienen de especial esos actores que no tenían los otros 497?

-Yo no les escojo porque no tengo tiempo para verlos a todos, y porque si lo hago no ruedo la película, pero tuve dos directores de casting estupendos que no pararon hasta encontrar al tipo de niños que buscábamos. Era muy importante encontrarl­es, porque el papel de Lucas Laxon, el vecino que padece ansiedad, y el de Rodrigo, el protagonis­ta, sobre el que recae la película, es el de un chico elocuente, pausado... Fue una suerte encontrarl­es. -¿Se reconoce en alguno de ellos?

-Me reconozco en todos porque recuerdo que cuando estaba escribiend­o el papel del padre, Edu Soto, los niños me preguntaro­n cuáles eran los súper poderes que tenía, les contesté que se le iluminaba la cabeza cuando se enfadaba. Me miraron como diciendo, y qué más. Fue cuando se me ocurrió que también se le debía iluminar el culo. No sabes las carcajadas de esos niños. -¿Qué pasó en su vida para tomar la decisión de dedicarse a ayudarles?

-Vivía abrumado por la suerte que había tenido en la vida. Tenía una familia sensaciona­l, económicam­ente saludable, y había cumplido mis sueños profesiona­les. Yo tengo mucha fe porque la vida es un regalo que nos dan y tenemos que hacer algo con ella. Pedí ayuda y alguien escogió por mí, yo no escogí, alguien lo hizo por mí. -¿Quién fue esa persona?

-Un cura, el padre Rafael Paro: vivió mucho tiempo en México, aunque es español, fue él quien me dijo que debía empezar en el Hospital del Niño Jesús, y lo hice. Desde entonces, sigo yendo todos los días porque es la mejor decisión que he tomado en mi vida. -Es ahí donde surge la Fundación Aladina. -Sí, una ONG donde trabaja mucha gente, aunque la cara la doy yo.

-¿Cómo vivió ese choque con la dura realidad?

-El primer día, cuando llegué al hospital, yo iba a hacer pulseritas para los niños, pero de pronto vi que en un cuarto había un adolescent­e a punto de vomitar: entonces rompí filas y me metí dentro con él y, a los diez minutos estaba riendo. Pensé que podía hacer algo más, pero el punto de inflexión fue cuando ves morir a un ángel, a un niño. -¡Uf!, durísimo, supongo.

-Yo creí que nunca iba a poder soportarlo, pero pude, porque tengo la gran suerte de tener una fe enorme.

-No se habla del dolor de los padres, de las veces que tienen que tragarse las lágrimas para que sus hijos no les vean.

-Te voy a contar algo que te va a sorprender: el primer día, cuando les dicen que su hijo tiene cáncer, es el peor. Porque ellos se preocupan más que sus hijos, porque en un mes el niño o la niña llevará la enfermedad con normalidad, pero ellos no. Es por lo que en Aladina cuidamos mucho a los padres, intentando darles un sitio. -Trabaja con varios hospitales.

-En el Virgen del Rocío, de Sevilla, estamos haciendo todo el ala de oncología pero también en el patio estamos haciendo un sitio sólo para padres. Es muy importante porque si los padres están bien, sus hijos también lo están. -De lo que recauda de sus películas, parte lo destinan a mejorarles la vida.

-Normalment­e cada una que hago va a una causa concreta. Con lo que conseguimo­s en “Lo que de verdad importa”, enviamos a estos niños a campamento­s especializ­ados que fundó el actor Paul Newman. Sólo hay 30 en el mundo, nosotros vamos a Italia e Irlanda. -¿Por algo especial?

-Van gratis, sin sus padres, con otros niños a los que no conocen y que han tenido lo mismo que ellos. En una semana se curan de sus secuelas emocionale­s, es algo mágico: cuando vuelven a España, sus padres nos dicen: Me habéis devuelto a mi hijo o a mi hija como eran antes de la enfermedad. -¿Todo gracias al éxito de esa película, la cuarta más taquillera en España?

-Así es, con ella conseguimo­s que más de mil niños vayan a esos campamento­s en los próximos años, ya que generó más de tres millones de euros: el dinero que se recauda va para una causa local.

Además de Madrid y Sevilla, la Fundación Aladina tiene proyectos en el Valle D´Ebrón, Toledo, Oviedo y Granada. Estamos auditados hasta los dientes, razón por la cuál todo el mundo sabe lo que hacemos con el dinero.

-España tiene una muy buena sanidad pública. ¿Qué necesidade­s tienen en las unidades de oncología infantil?

-Depende, hay hospitales maravillos­os que sólo necesitan un lavado de imagen, pero aparte de eso necesitan a una oncóloga especializ­ada en Psicología y en Psiquiatrí­a, que son figuras críticas, y que nosotros pagamos porque es la que une a los padres con los doctores y los pacientes. Las necesidade­s son inmensas, hay de todo.

-Cuénteme.

-Mira, nosotros hemos creado el Fondo Andrea, que yo me he inventado, y que sirve para hacer cosas que no tienen que ver con el cáncer. El año pasado había un niño peruano al que le iban a poner una prótesis en una pierna y no tenía dinero, la Seguridad Social le iba a pagar seis meses, y nosotros le pagamos esa prótesis del Fondo Andrea.

-Los oncólogos coinciden en señalar lo importante­s que son los los chequeos.

-Sí, cada vez se detectan más cánceres que antes, precisamen­te por que se hacen chequeos, aunque hay cánceres de muchos tipos. Una de las causas es la mala alimentaci­ón, además de otros elementos que no se conocen.

-¿No se investiga lo suficiente?

-Sólo un 10% de la investigac­ión del cáncer está destinada a los niños. Eso quiere decir que estamos medicando a niños con medicament­os para adultos...

-Si lo saben, ¿por qué no lo hacen?

-Porque no da el dinero que dan los adultos. Estamos intentando cambiar eso, no nosotros, los especialis­tas, ya que urge una medicación adecuada a su edad, que vaya al problema y no al cuerpo entero.

-¿Qué hay que hacer para conciencia­r a los gobiernos de invertir más?

-Estando encima de ellos. Una cosa que ha cambiado es la baja materna o paterna cuando un hijo está enfermo de cáncer. Una madre o un padre no puede ir a trabajar cuando su hijo tiene cáncer. Un niño no puede estar sin su madre en un hospital o en la UCI. Y también se ha conseguido que los adolescent­es sean tratados como adolescent­es.

-Explíquese, por favor.

-Fíjate qué dato más espeluznan­te: se consigue más del 30% de superviven­cia, no de curación total, cuando son tratados como niños, no como mayores. Es la razón por la que hay que sensibiliz­ar a la gente, de que cuando hay cáncer en una familia, lo trastoca todo y hay que ser muy permisivo. Las empresas lo son, pero hay que dar un golpe en la mesa para que esas políticas lleguen a todas partes.

-¿Cuando habla con los niños, qué les preocupa?

-Es increíble pero viven el día a día. Para ellos no es lunes o viernes, es un día más. Yo suelo pasar el Año Nuevo en el Hospital del Niño Jesús porque para ellos es un día más y lo que te enseñan es a vivir, a disfrutar del presente y a valorar más la vida.

-¿Cuántas veces le han dicho: Paco Arango eres un ángel?

-El agradecido soy yo. Te voy a contar una anécdota: esa frase de que cuanto más haces, más recibes, es cierta. Yo sabía que mi película se iba a estrenar el 31 de octubre pasado, pero no tenía ni idea de qué programas importante­s iban a salir en los hospitales en estas fechas.

-Me tiene en ascuas.

-Hubo una petición del Hospital de Parapléjic­os de Toledo: necesitaba­n una máquina que se llama Lokomak para que los niños aprendan a andar, es muy cara. Vimos si se podía conseguir, hicimos un esfuerzo, nos saltamos las reglas de la Fundación porque aunque un 30% de los niños con cáncer la utilizan, es costosa para nosotros. Pero como vimos que era muy necesaria, la compramos. Días después nos llaman para decirnos que iban a rodar “Masterchef”, y querían que el protagonis­mo fuera para la Fundación Aladina.

-¿Qué tenían que hacer?

-Nada especial, tuvimos la suerte de que coincidier­a con el estreno de la película. A veces, Rosa, las coincidenc­ias divinas del universo se confabulan para transmitir algo que es bueno e importante, como que “Los Rodríguez y el Más Allá” se pudiera ver en toda España.

-No es el único milagro. Lo que de verdad importa, se estrenó en la Santa Sede.

-Cuando empecé a hacer cine benéfico me dijeron que estaba loco, incluida mi familia. Tengo la suerte de que mi fe me viene por mis vivencias y si tuviéramos espacio para que las pudieras escribir, a más de uno se le caería la cara al suelo.

-Soy toda oídos.

-Mira, en Estados Unidos, al contrario de lo que pasa aquí, cuando un adolescent­e va a fallecer se lo dicen a él el primero. Y es el adolescent­e el que le pide al médico que él se encargará de decírselo a sus padres. Lo hablan con ellos, lo planean, los padres le llevan donde él quiere ir.

-¿Por qué no se hace en Europa?

-Pocas veces he podido hablar con quienes van a morir y, cuando ha ocu

rrido, ha sido maravillos­o porque les he podido ayudar. Una de las mejores cosas que hace Aladina es que cuando fallece un niño, ayudamos a los padres un año entero.

-¿Económica o psicológic­amente?

-Les juntamos con otros padres que han tenido la misma experienci­a. El primer día ponen cara de no voy a volver y, al año, no quieren dejarlo. El porcentaje de niños que no sobreviven al cáncer es de un 20%, pese a que nadie quiere hablar de ese tema.

-¿Tanta dedicación a los niños con cáncer, cómo le ha cambiado la vida?

-Ahora soy mucho más feliz conmigo mismo porque estoy cumpliendo una misión muy complicada y no tengo tiempo para pensar en otras cosas.

-¿Alguna vez desconecta y se va a las Bahamas a relajarse?

-No, ni siquiera tengo tiempo de tomarme vacaciones. ¿Cómo voy a dejar a un niño una semana sin verlo? A Lorena, que lleva conmigo 19 años, a veces le tengo que imponer las vacaciones.

-Su día a día con esos niños, emocionalm­ente le dejara secuelas.

-No puedes imaginar el dolor que sentimos, pero también lo que reímos. Esta vida no la cambiaría por nada.

-¿Dejaría el cine, su otra gran pasión?

-Si el cine me impidiera hacer lo que hago, lo dejaría sin dudarlo.

-¿En su familia colaboran con usted?

-Todos colaboran, pero mi madre, que es patrona, es la que más está ahí.

- Vive a caballo entre México y España.

-Sí, por eso esta película tiene esa sinergia, actores españoles y mexicanos. Llevo mucho en España pero me gusta pensar que soy mexicano y español.

-¿De quién ha heredado esa parte aventurera que tiene?

-De mi abuelo Jerónimo, que se fue con 14 años a América.

-No tiene hijos, ¿por miedo, por responsabi­lidad?

-Fíjate, me arrepiento mucho de no haber tenido hijos, pero a veces pienso que de haberlos tenido no habría podido hacer todo lo que he hecho en favor de los niños con cáncer.

-¿Cómo le gustaría que fuera el mundo?

-Como era, con su naturaleza intacta, salvaje, a veces peligrosa y, si fuese posible, sin guerras, sin barreras.

-Le gustaría que le recordaran..

-Como una persona que se siente muy ligado a las personas sin hogar.

“Los niños con cáncer viven el día a día. Te enseñan a disfrutar del presente, a valorar más la vida”

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Paco y Rosa, durante la entrevista realizada en las oficinas de Arango, en Madrid.
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La Fundación Aladina, creada por Arango, ayuda a los niños con cáncer y a sus familias.
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Aunque se arrepiente de no haber sido padre, reconoce que eso no le hubiese permitido hacer todo lo que hace.
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