Diez Minutos

ROSA VILLACASTÍ­N

MARTA ROBLES

- Por Rosa Villacastí­n

Convertida en una reconocida escritora de novela negra, la periodista Marta Robles vuelve a las librerías con un libro que agarrota el corazón: “La chica a la que no supiste amar”. Una trama muy bien hilvanada, en la que se adentra en el oscuro mundo de la trata de mujeres que llegan a España engañadas, para ser esclavizad­as, tras un largo viaje por África, donde sufren todo tipo de penalidade­s.

En este trayecto literario, a Marta le acompaña Tony Roures, un famoso detective, con una larga trayectori­a vital. Marta tiene a su favor la constancia, la imaginació­n, y una larga trayectori­a como periodista y presentado­ra de televisión, lo que no le impide estar centrada en la literatura, con libros que le han dado muy buenos frutos. -¿Por qué le atrae tanto la novela negra? -Empecé a partir de los 12 o 13 años, como la mayoría de la gente de mi generación, a leer a Edgar Allan Poe, con el que tuve un idilio platónico tan sonado que las aulas se llenaban de sangre y a las monjas casi les da un ataque de ansiedad. Menos mal que fue en esa época, si fuera ahora me hubiera tenido que sentar delante del psicólogo y no me hubiera vuelto a levantar.

-Tiempo después, la fascinació­n continúa.

-Porque yo nunca he dejado de leer, es más, soy una lectora compulsiva, y de la novela negra, porque se trata de un género muy recurrente que sabía que algún día abordaría como así ha ocurrido. Empecé con “Luisa y los espejos”, la novela con la que gané el Premio Fernando Lara, que tiene un punto de misterio que siempre ha estado presente en mi vida.

“En el libro he querido reflexiona­r sobre los puteros, la responsabi­lidad que tienen en la esclavitud de estas mujeres”

-Y en su obra.

-No hasta que Fernando Marías me llamó para que escribiera un relato porno criminal, que escribí porque, como bien sabes, yo soy muy atrevida. Al final, ese relato iba dentro de una antología en la que participam­os catorce autores, tres mujeres y once hombres, entre lo más granado del género negro en España.

-Para ser primeriza no le fue nada mal.

-Porque dio la casualidad de que mi relato fue el más aplaudido, lo que supuso un aliciente y me empujó a meterme en el género negro.

-¿Qué le atrae más a la hora de plantearse este tipo de trabajos?

-Todo, disfruto con el misterio, pero especialme­nte haciendo hincapié en la denuncia social y en recrearme en el mal, que es en lo que se ha convertido la novela negra, ya que al principio estas novelas eran historias de policías, después la cosa se complicó y se convirtier­on en denuncias de la corrupción. Y en el siglo XXI, lo que yo hago es una radiografí­a de la sociedad, sobre todo del mal, que convive con nosotros, en cualquier estado y momento.

-En “La chica que no supiste amar”, rescata a Roures, un detective privado con gran protagonis­mo en sus libros.

-Le rescato porque tiene el perfume de los detectives clásicos, aunque yo lo haya reconstrui­do con los mimbres que yo quería: él es un ex reportero de guerra convertido en un detective que se dedica a los asuntos de bragueta, que acaba metido en temas de mayor enjundia.

-¿Para hacer qué?

-Hay algo que yo sé de los ex correspons­ales y es que han visto tantas cosas que son consciente­s de que el ser humano, dependiend­o en qué circunstan­cias se encuentre, se puede convertir en una alimaña. Ya no piensan que los buenos son tan buenos ni los malos son tan malos, sino que cualquiera se puede convertir en lo peor del ser humano. Llevan tantas cosas en sus mochilas, arrepentim­ientos porque no han podido o no han querido hacer lo que les hubiera gustado, precisamen­te por esa cercanía que tienen con la muerte y la violencia.

-Salvo excepcione­s, son unos vividores.

-Es la razón por la que les gusta vivir deprisa, sin empatizar con las personas que conviven, además de ser muy masculinos, razón por la que muchos hombres se identifica­n con ellos y gustan tanto a las mujeres.

-¿No pecan de machistas?

-Algunos sí, pero Roures no. Para construir el personaje tuve que hablar con muchos reporteros de guerra, como Arturo Pérez Reverte o Jon Sistiaga, y de esas conversaci­ones salió Roures. Un tipo con encanto, que gusta a las mujeres porque es culto, leído, de hecho tiene una biblioteca extraordin­aria y discos porque le gusta la música, que es el bálsamo que cura sus heridas. Y otra cualidad poco frecuente en los hombres.

-¿Hace bien el amor?

-Ja, ja, ja, sabe escuchar a las mujeres, aunque no le gusta compromete­rse, porque viene muy tocado ya que su mujer le abandonó después de 14 años de convivenci­a, pese a haberle salvado en momentos claves de su vida. Un tipo que tiene sus años y que vive sin compromiso sentimenta­l alguno. -Un hombre sin metas, ¿no es un espécimen raro? -Me refiero a metas sentimenta­les, tiene miedo al amor. -¿El amor es ciego y sordo? -Ortega y Gasset lo describía muy bien: El amor es ese estado de estupidez transitori­a. -La trata de mujeres está muy presente en su libro.

-Ni siquiera las que saben que van a ejercer la prostituci­ón imaginan que terminarán de esclavas. Es un tema delicado de abordar porque la esclavitud es el último escalón de la trata en España, sobre todo de las nigerianas porque para llegar hasta aquí han tenido que endeudarse ellas y sus familias, además de haberles hecho rituales de vudú que las encadenan para siempre a sus proxenetas. Poca gente sabe que estas mujeres no llegan a pisar los burdeles, ejercen la prostituci­ón en la calle. -Un problema que ni siquiera las autoridade­s quieren ver.

-Por eso yo he querido reflexiona­r sobre los puteros, la responsabi­lidad que tienen en la esclavitud de estas mujeres. Hasta no hace mucho las estigmatiz­adas eran las putas no sus chulos, pero eso cambia a partir del 92. -¿Qué ocurrió?

-La gente está un poco más conciencia­da sobre la terrible vida de estas mujeres, pero el que nunca se lleva ni una crítica es el cliente y me gusta llamarlo así porque son los que están comprando carne humana.

-Putero puede ser un ejecutivo o un trabajador cualquiera.

-Cualquiera puede serlo. A mí me rompe el corazón ver cómo los chicos jóvenes acuden a esos clubs para practicar porno, porque es lo que han visto en cine o en televisión, y es una de las razones por las que tratan tan mal a las mujeres, o surgen grupos como la Manada.

-¿Es cierto que por cada hospital público hay tres burdeles?

-Ha salido publicado, pero no debe extrañarno­s porque en cuanto coges el coche y sales a la carretera hay miles de locales con lucecitas de colores, en los que hay mujeres explotadas que dan pingües beneficios.

-¿Quiénes viven de este negocio?

-Además de los proxenetas y las redes que les traen a España, están los bancos, los abogados que les asesoran, los médicos que no denuncian según qué cosas, policías, periodista­s que están a su servicio… una extensa red que posibilita que ocurra lo que ocurre.

“Con mis hijos soy muy crítica porque quiero que todo lo hagan muy bien, pero sobre todo les animo a que sean felices”

-¿Legalizar la prostituci­ón sería parte de la solución?

-Todo lo contrario, pese a que a los proxenetas les gustaría que se legalizase porque sería más fácil para ellos, se ha constatado por lo que ocurre en otros países donde se ha legalizado, que no se erradica.

-¿Qué otra cosa se puede hacer?

-Prohibirla, como han hecho en Suecia.

-Legalizánd­olas tendrían Seguridad Social, pagarían impuestos...

-Y se darían de alta como autónomas. ¿Tú crees que algún putero les va a extender una factura por los servicios prestados?

-¿Es fácil describir escenas de sexo?

-El sexo en el que yo me recreo no tiene que ver con el de la prostituci­ón, porque no me regodeo en la sordidez, ni revictimiz­o a las víctimas. Trato el sexo de divertimen­to, el que tiene que ver con el placer.

-Reconocerá que es un tema recurrente.

-Llevo tiempo escribiend­o sobre sexo, lo curioso es que en el Reino Unido hay un concurso anual de las peores escenas de sexo de la historia. Describir escenas de sexo es muy difícil, pero a mí se me dan bien y hay gente a la que le sorprende. Sí trato de cuidar el lenguaje para no ser soez ni ñoña.

-Bien aderezado, ¿sir ve para vender más libros?

-La novela negra de nuestros días ha trascendid­o al género, como te decía lo que yo he pretendido es hacer una radiografí­a de la sociedad, pero sobre todo he tratado de escribir del mal, que nos aterra. Es por lo que cuando hay un suceso tratamos de justificar­lo diciendo que el criminal está mal de la cabeza y no es así.

-¿Qué opina de las casas de juego?

-Hay algo que me llama la atención respecto a la ludopatía y es que la gente debe tomar conciencia de que es una enfermedad. Cambia tanto la personalid­ad del ludópata que puede hacer cualquier cosa, porque todo lo que resulta adictivo para el ser humano le cambia el comportami­ento.

-¿Deberían los famosos rechazar este tipo de publicidad?

-Para mí es fundamenta­l que se regule seriamente el juego, pero prohibirlo sería un error porque todo lo que se prohíbe –salvo prostituci­ón o esclavitud–, da cierto misterio lo que provoca que se consuma.

- Escribió s obre Car men Romero, ¿cómo ha cambiado la imagen de las mujeres de los ex presidente­s de gobierno?

-Sólo sé que tanto a Carmen Romero como a Ana Botella las criticaron por meterse en política siendo mujeres de, y ahora este gobierno está lleno de parejas.

-¿Y eso es bueno o malo?

-Que la mujer tenga visibilida­d es bueno pero que el ejecutivo esté lleno de parejas no. Ni me gustaba ni me gusta. No es estético.

-¿Por qué criticarle­s a ellas y no a ellos?

-Yo no critico más a Irene Montero que a Iglesias, le critico más a él, entre otras razones porque Iglesias ha ido colocando a todas sus novias. Mezclar los temas familiares con la política creo que debe cuidarse.

-¿Esto sólo ocurre en la izquierda?

-No, pero sí tengo la sensación de que en Podemos hay mujeres igual de válidas que Irene Montero pero no las ponen de ministras. Yo siempre he sido muy cuidadosa a la hora de hacer mis equipos, no me he llevado a familiares, ni amiguitos del alma.

-Usted tiene tres hijos y dos son artistas.

-Sí, Ramón es actor, Miguel toca con un par de grupos, y Luis, el pequeño, espero que sea ingeniero, aunque es muy pequeño.

-¿Le gustaría que siguiera sus pasos?

-Me gustaría que sea él quien decida lo que quiere hacer. Con mis hijos soy muy crítica porque quiero que todo lo hagan muy bien, pero sobre todo les animo a que sean felices, aunque me dé por saco que sean artistas porque es un mundo difícil, en el que cuesta sangre, sudor y lágrimas llegar arriba.

-Reconozca que cuando ve a Ramón en el escenario, se le cae la baba.

-Así es, porque es muy guapo, un actor estupendo pero yo, que toda la vida he sido autónoma y sé lo que es estar en el filo de la navaja, para mis hijos me hubiera gustado que tuvieran un trabajo más tranquilo.

-De las canciones que aparecen en su libro, ¿cuál le ha recomendad­o Luis?

-Mi marido, que es un hombre cultísimo, tiene una gran colección de discos, sobre todo de psicodelia, y me ayuda muchísimo en el tema de la música, pero en esta novela he rebuscado en mi propia memoria y recuperado canciones de los 80 y de los 90.

-¿Cuál sería la banda sonora de su vida?

-That World Outside, de Willy DeVille.

-¿De dónde saca tiempo para hacer tantas cosas?

-No lo sé, pero no hago nada que no haya hecho toda mi vida, trabajar mucho, en varios sitios, me gustaría elegir más pero tenemos una profesión que no lo permite. Si pudiera hacerlo, me dedicaría sólo a escribir.

-¿Ha sido mejor hija que madre?

-Yo he tratado de ser buena hija y buena madre, pero como soy tan insegura me queda la duda de si lo haré bien o no. Con los hijos tienes más responsabi­lidad y, como no traen instruccio­nes, haces lo que puedes.

-¿Sabe ya de que irá su próximo libro?

-Sí, y me tiene entusiasma­da. Después volveré a la novela negra. Las dos últimas han sido tan duras, que me he vaciado por dentro.

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Rosa Villacastí­n y Marta Robles, en el Hotel Palacio de los Duques de Madrid.
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que me hicieron en “Me encanta esta foto que ver con el género Cartagena, porque tiene Es divertidís­ima”. negro, con el muerto al lado...
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Marta adelanta que su siguiente libro no será de novela negra, hará un paréntesis y luego volverá.

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