ÁNGEL ANTONIO HERRERA
ALEJANDRO SANZ Y RAQUEL PERERA
La advertencia de un amigo viejo y algo golfo no falla: el divorcio que va bien va mal. Igual que el matrimonio. Parece un axioma pesimista, pero es una verdad como un campanario, porque los matrimonios suelen resolverse en fracasos, mayormente los idílicos, desde Enrique Ponce hacia la derecha o la izquierda. Y así también los divorcios. De Enrique Ponce, a izquierda o derecha. De Alejandro Sanz, hacia arriba o hacia abajo. Y a esto vamos. Alejandro viene de un matrimonio de felicidad con Raquel Perera, y va hacia un divorcio de poco acuerdo, con lo que se deduce que aquel matrimonio no era un paraíso puro, o no lo era el final de matrimonio, al menos. Raquel ha interpuesto demanda en Miami, donde reside, y Alejandro en Madrid, donde ha estado en las semanas últimas. Tenían un acuerdo verbal, sellado con abrazo, a primeros de marzo, pero nada de ese acuerdo parece en pie, y el abrazo se olvidó, porque Raquel reclama hoy más de 40.000 euros mensuales de pensión y manutención, otro dinero fuerte por haber abandonado su carrera, en beneficio de la de su marido, e incluso la revisión de la “custodia compartida” de los dos hijos de ambos, porque Alejandro lleva la vida pasajera de los artistas. De modo que presenta batalla abierta. Por pedir que no quede. Ahora veremos en qué queda lo que se pide. El matrimonio igual tuvo temporadas de dicha. Muchas. Pero el divorcio tiene horizonte de disputas. Muchas.