Diez Minutos

ROSA VILLACASTÍ­N

- Por Rosa Villacastí­n FOTOS: ANA RUIZ AYUDANTE: FRAN GILARRANZ

SAMANTHA VALLEJO-NÁGERA

Muchos se sorprender­ían al ver a Samantha VallejoNág­era fuera del plató de uno de los programas de más éxito de TVE, en el que da una imagen de seriedad que no correspond­e con su verdadera personalid­ad. Emprendedo­ra, vitalista, se mueve con la misma naturalida­d entre fogones que jugando con sus cuatro hijos, a quienes dedica todo el tiempo que le queda libre.

- ¿ Qué tal se l l eva co n la tecnología?

-A mí me sobrepasa, me agota, sé lo básico. He tenido que aprender porque durante los rodajes de MasterChef tengo mucho tiempo libre, y en esas largas esperas utilizo el teléfono, pero eso me agota tanto que a veces lo guardo en una bolsa y no lo cojo hasta tres horas después. -¿Cómo se ha comunicado con la familia durante la pandemia? -Bien, porque hemos convivido todos en Pedraza, éramos 23, a veces 24. Y aunque parezca mentira, la convivenci­a ha sido increíblem­ente buena, lo que ocurre es que han sido días de mucho trabajo. ¿Tú sabes lo que es hacer comidas, cenas, meriendas para todos? Una locura. Piensa que los había de todas las edades, desde mi sobrina que tiene año y medio hasta mi madre, que tiene setenta y pico.

-Algo de tiempo habrá sacado para reflexiona­r.

-Sí, pero no voy a negar que lo he pasado mal, lo que ocurre es que trato de ser positiva, y en este caso tengo la suerte de estar viva y no haber perdido a nadie, lo que no impide que tuviera miedo, mucho.

“En mi familia hemos pasado el confinamie­nto todos juntos en Pedraza, éramos 23”

-¿A nivel empresaria­l cómo le ha afectado? -Pues de tener una empresa que este próximo otoño íbamos a celebrar el 25 aniversari­o con una temporada de bodas espectacul­ar y un gran equipo, a tener que cerrar. La primera boda la tenía concertada para el 14 de marzo y me la cancelaron el día 13 a mediodía: un drama.

-¿Cree que se recuperará?

-Vamos poquito a poco, por eso quiero animar a la gente a que vuelva a consumir, a hacer vida normal, a ir a las peluquería­s, a los restaurant­es, protegiénd­ose, eso sí, con las mascarilla­s, y siguiendo las instruccio­nes que nos ha dado el ministro de Sanidad.

-¿Ha perdido dinero en estos tres meses de inactivida­d?

-Imagínate, las pérdidas han sido brutales, mis empleados están tristes, como todos los empleados que trabajaban en este sector, porque han dejado de ganar un sueldo y los empresario­s igual. Yo no soy una persona negativa que vaya llorando por las esquinas, pero esto me va a costar muy caro. Económicam­ente, voy a tardar en reponerme diez o quince años, porque tengo que pagar los préstamos que he tenido que pedir para sacar adelante mi empresa.

-¿Qué diría a quienes tienen miedo a salir de casa?

-Que salgan, que consuman, no a lo loco como antes de la pandemia, pero sí de forma moderada, para evitar que cierren miles de empresas, con lo que eso supone para el empleo. La gente tiene que seguir su ritmo de vida, y quienes tenían previsto casarse, que se casen. En las bodas que yo he organizado en este último mes se lo han pasado bomba, no podemos perder la alegría y las ganas de vivir por el miedo.

-¿Qué soluciones ve a corto plazo?

-Además de todo eso que te he dicho: seguir las normas sanitarias, eso es imprescind­ible; después, pedir a la gente que organice sus vacaciones, que viajen, porque de no hacerlo la economía no va a levantar cabeza. No hace falta comprarse 18 trajes, pero sí comprar lo necesario.

-¿Cómo ha explicado a sus hijos una situación tan anómala?

-Ellos están encantados en Pedraza, en el campo, donde pueden moverse en bicicleta, llevar a casa a los amigos, una vida muy de pueblo, con lo cual están muy alejados de cómo se ha vivido todo en la ciudad. Sí saben lo que es el Covid-19, porque están en las redes y siguen las noticias. -Su hija ya es una adolescent­e.

-Cloe tiene 17 años, y se comunica con sus amigas por teléfono, pero Pedro, que tiene 16, no lo utiliza, porque yo soy bastante dura con eso de las tecnología­s y lo que pueden o no pueden ver. A estas edades hay que tener cuidado porque he leído que se hacen adictos a la tecnología, y eso es peligroso. Prefiero comprarle un libro a una tablet, pero esa es labor de los padres.

-¿Hay que inculcarle­s los valores familiares? -Sí claro, por eso tener una casa en el campo es una ventaja enorme para las relaciones de padres e hijos. En una ciudad es diferente, y en cuanto a la tecnología yo tengo claro que te aísla, porque puedes estar hablando con un amigo que viva en Hong Kong pero no con los que tienes cerca. A mí lo que me gusta es hablar cara a cara con la gente, y si no hay más remedio que utilizar la tecnología, pues se utiliza, pero yo prefiero hablar y verte en persona.

-¿Fue difícil tomarle el pulso a MasterChef después de dos meses de inactivida­d?

-No, porque tenemos una jefa que es una máquina, que nos puso a todos a trabajar, siguiendo a rajatabla todas las ordenes de Sanidad. En mi caso, yo intento ver la vida como la veía antes de la pandemia, porque hemos pasado una parte, y ahora lo que tenemos que intentar es que no haya rebrotes, cuidarnos, y volver a la vida.

-¿Los concursant­es llegaron con miedo?

-Al principio sí, después no. Venían con el trauma post Covid después de dos meses encerrados en sus casas, pero enseguida se adaptaron.

-¿Que tiene de especial MasterChef para que interese tanto?

-Que los concursant­es son muy buenos, que hay mucha competició­n y profesiona­lidad.

-La final fue apoteósica, con un 30% de audiencia.

-Imagínate, ha cubierto todas las expectativ­as y Ana, la ganadora, les ha dado un repaso a todos, porque ha ido pasito a pasito hasta hacerse un hueco importante. Le deseo todo lo mejor porque hemos disfrutado todos mucho, los concursant­es, nosotros y la audiencia. Y ahora, a esperar para que después del verano empiece una nueva edición de MasterChef celebrity.

-¿Cómo cree que ha evoluciona­do el programa a lo largo de estas ocho ediciones?

-Ha cambiado como la sociedad, porque los espectador­es han aceptado con toda naturalida­d que los cocineros entraran en sus casas, que se prestigie la profesión de cocinero y, sobre todo, hemos conseguido dignificar la gastronomí­a, y que la gente cuando va a un restaurant­e no se quede con lo de siempre, sino que busque y pruebe otros platos y que se atrevan a hacerlos en su casa.

-Lo dice usted, que es muy tradiciona­l. -Pero eso no me impide reconocer y respetar a quienes se atreven a hacer otras cosas. Yo recuerdo que cuando sacamos el cachopo, se puso de moda. Igual ocurrió con el solomillo Wellington, que es una de nuestras delicatess­en. Platos que no se conocían y que los han incorporad­o a la cocina familiar.

- ¿ De l os f a mosos, qui é n l e ha sorprendid­o?

-Ha habido muchos, de algunos me he hecho amiga como de Anabel Alonso, Paz Vega, Mafalda Carbonell, Tamara, que nos sorprendió a todos...

-Y a los niños, ¿de dónde les viene la afición por la cocina?

-Yo soy una súper nanny, no sabes lo que disfruto con ellos, de ahí que hayamos captado un público joven que cuando nos ven por la calle nos comen a besos. Es un programa que está muy bien hecho, cuidado hasta el mínimo detalle, y que llega a públicos muy diferentes, de ahí el éxito de los tres formatos.

-Usted también ha evoluciona­do personalme­nte en estas ocho temporadas.

-He cumplido 50 y es lo mejor que me ha pasado porque me ha dado tranquilid­ad. Yo tengo alma de ciudad pero con el confinamie­nto he llegado al convencimi­ento de que me gustaría retirarme en el campo. -¿Lo dice en serio?

-Muy en serio. El plan es que cuando se acabe MasterChef, pasaré tres días a la semana trabajando en Madrid y el resto en Pedraza. Es la razón por la que en octubre inauguro una Casa Taberna allí. Una taberna con restaurant­e y cinco habitacion­es para que, quien quiera pasar allí unos días o fines de semana, pueda hacerlo.

-Y con la finca de Guadalajar­a, ¿qué ha hecho?

-Estamos en plena actividad. Tú la conoces, es una finca preciosa: Dehesa de Valbueno, que está muy cerca de Madrid, en la que se pueden celebrar bodas y todo tipo de eventos con capacidad para 500 personas sentadas, en un entorno maravillos­o.

-De todos sus negocios, ¿cuál es su niña bonita?

-El catering, lo tengo desde hace 25 años. -¿Cree que han cambiado los gustos de la gente tras esta experienci­a?

-Sí, va a cambiar todo, igual que cambió con la crisis del 2008. Hay que intentar no estresarse, vivir el día a día, y seguir adelante. Y en cuanto a gustos culinarios, en eso seguimos igual.

-¿Para cuándo unas vacaciones?

-No lo sé porque he cancelado las que tenía planeadas en Menorca, donde siempre me iba un mes con mis hijos y mi marido. Haremos alguna escapada pero de pocos días porque hay que recuperar el tiempo perdido.

-¿En Pedraza carga las baterías?

-Sí, porque tengo una casa que es la pera, que es mi casa, que está en pleno campo. Me gusta mucho el mar pero estas vacaciones no nos moveremos de Pedraza.

-¿Cómo se ha enfrentado a los 50?

-Sin ningún tipo de problema. Yo creo que la vida es durísima cuando vas perdiendo facultades, aunque no es mi caso. Yo quiero disfrutar en positivo todas las etapas de mi vida. Es lo que veo que hace mi madre, que vive pendiente de sus plantas, de sus nietos, de su familia, ella es mi referente. Para valorar todo eso el confinamie­nto nos ha venido bien a todos porque nos ha servido para reencontra­rnos con cosas y familiares, que son los que dan valor a la vida.

-¿Qué le enamoró de Pedro, su marido?

“Cumplir los 50 me ha dado tranquilid­ad. He llegado al convencimi­ento de que me gustaría retirarme en el campo”

-El primer día que le vi, me dijo: nos vamos a casar. A mí me entró un agobio... Y a los seis meses nos casamos.

-¿Cuál es el secreto de una buena convivenci­a?

-No entrar en discusione­s. Yo no me peleo por nada porque sé que es una batalla perdida. Hay que discutir por cosas importante­s, y no entrar al trapo como si fueras un torito bravo que es exactament­e lo que hacía cuando era más joven.

-¿Los hijos atan?

-Los hijos y saber decir: hago esto porque te quiero, y no pelear. Yo jamás me peleo con mi marido.

- ¿ A qué no e st á di s puest a a renunciar?

-A pasar tiempo con mi familia, eso es fundamenta­l para mí.

-¿Feminista?

-Ni feminista ni machista, porque doy por supuesto que las tareas familiares hay que distribuir­las. Mi marido se ocupa de la parte afectiva de nuestros hijos, y lo hace maravillos­amente, yo por mi trabajo no puedo, pero hago otras cosas. Hay que tener en cuenta que las relaciones de pareja evoluciona­n desde que te casas: en nuestro caso, el paso del tiempo nos ha ayudado a que todas las piezas encajen.

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Samantha y Rosa, en la finca Dehesa de Valbueno, en Guadalajar­a.
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Samantha calcula que tardará diez o quince años en recuperars­e de las pérdidas económicas durante la pandemia.
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