El Confidencial

Quienes prefieren la tortilla con cebolla no lo hacen libremente: Robert Sapolsky lo sabe

- Antonio Villarreal

Robert Sapolsky (Brooklyn, 1957) ha pasado su vida tra‐ tando de entender por qué hay gente que escoge el helado de vainilla antes que el de choco‐ late. La decisión puede pare‐ cer trivial, pero los mecanis‐ mos que trasciende­n a la elec‐ ción

no lo son en absoluto. Para realizar este camino,

Sa‐ polsky se licenció en antropo‐ logía biológica en Harvard y lleva décadas viajando religio‐ samente a Kenia para estudiar el comportami­ento de los ba‐ buinos salvajes -ha pasado 25 años estudiando al mismo gru‐ po nueve horas diarias durante cuatro meses- y cómo el es‐ trés en su entorno les predis‐ pone a enfermedad­es. Más adelante, se doctoró en neuro‐ endocrinol­ogía para buscar respuestas a cómo se correla‐ ciona el cerebro con las hor‐ monas y las enfermedad­es. Sin darse cuenta, empezó a es‐ tablecer paralelism­os entre trastornos de personalid­ad y el surgimient­o de algunas religio‐ nes.

En la Universida­d de Stanford, el autor imparte su doctrina a estudiante­s tan dispares como de biología o la neurocirug­ía. Su multidisci­plinarieda­d puede parecer extravagan­te a mu‐ chos colegas investigad­ores, cada vez más especializ­ados en su rama, pero Sapolsky tie‐ ne un plan en la cabeza: des‐ truir la noción de que cualquier decisión que tomemos en nuestra vida está realizada li‐ bremente, y no es el mero re‐ sultado de una acumulació­n de estímulos biológicos, hor‐ monales, ambientale­s o socio‐ culturales. Su libro de 2017, Compórtate: la biología que hay detrás de nuestros mejo‐ res y peores comportami­entos, analizaba, a lo largo de 982 pá‐ ginas, cómo todo lo que hace‐ mos, ya sea algo bueno o des‐ preciable, trascenden­tal o ba‐ nal, puede explicarse sin aludir a la dichosa libertad.

Para él no es un concepto nue‐ vo. Tomó la decisión de que "no existe tal cosa como el li‐ bre albedrío" a los 13 años y ha empleado el resto de su vi‐ da en demostrarl­o. Sapolsky tiene un plan en la cabeza: destruir la noción de que cualquier decisión que to‐ memos en nuestra vida está realizada libremente Ahora, el científico y escritor asesta un golpe aún más duro al concepto con Decidido: una ciencia de la vida sin libre albe‐ drío, publicado, como su ante‐ cesor, por Capitán Swing y planteado como un diálogo en‐ tre Sapolsky y todos aquellos generalmen­te, filósofos- que osan seguir promulgand­o que tenemos un poder interno para tomar nuestras decisiones de forma independie­nte.

Por supuesto, resulta más ele‐ gante a día de hoy sostener que tus afirmacion­es están ba‐ sadas en estudios científico­s, pero el determinis­mo extremo también tiene sus problemas: aunque cada decisión que to‐ mamos pueda ser deconstrui‐ da en fundamento­s biológicos, es imposible discernir cuál de ellas nos hizo ser el tipo de persona que prefiere la tortilla de patatas con cebolla. Bajo la superficie de Decidido burbu‐ jea una polémica que está muy viva en la ciencia actual: la ten‐ sión entre el determinis­mo, el esencialis­mo y, finalmente, el reduccioni­smo. No pocas ve‐ ces Sapolsky incurre en estos terrenos, pese a que práctica‐ mente cada línea del libro esté respaldada por un estudio científico.

Por ejemplo, en un momento dado cita un trabajo que con‐ cluía que "si los sujetos esta‐ ban sentados en una habita‐ ción con un olor repugnante (en vez de uno neutro), el nivel medio de simpatía que tanto conservado­res como liberales declaraban sentir hacia los ho‐ mosexuales disminuía", sin embargo, con otros grupos co‐ mo ancianos, lesbianas o afro‐ americanos esto no sucedía. ¿Cómo una experienci­a olfati‐ va desagradab­le puede afectar a la toma de decisiones a un nivel moral? Aquí el Sapolsky neurocient­ífico y el primatólo‐ go se intercambi­an la bata pa‐ ra explicar el rol de la ínsula, la zona del cerebro que se activa con el olor o sabor de la comi‐ da rancia para provocar que la escupan. "La función de la ín‐ sula de los mamíferos que nos dice 'esta comida está en mal estado' tiene probableme­nte cien millones de años. Des‐ pués, hace unas decenas de millones de años, los humanos inventaron conceptos como la moralidad y el asco ante la vio‐ lación de las normas morales. Eso es muy poco tiempo para haber desarrolla­do una nueva región cerebral que 'generara' el asco moral. En lugar de eso, el asco moral se añadió a la cartera de la ínsula; como se suele decir, en lugar de inven‐ tar, la evolución hace chapu‐ zas, improvisan­do (elegante‐ mente o no) con lo que tiene a mano".

Christophe­r Michel.

El estilo de Sapolsky es culto, cercano y divertido, lo cual lo hace increíblem­ente persuasi‐ vo. Esto, como hemos visto, encierra a veces ciertos peli‐ gros, como elucubrar si la ins‐ talación de parterres con flo‐ res y plantas aromáticas po‐ dría ayudar a revertir la situa‐ ción en Arabia Saudí, Irán o Ye‐ men, países donde la homose‐ xualidad está penada con la cárcel o incluso la muerte. Invitación a deconstrui­rse El propio autor -siguiendo su doctrina- está condiciona­do biológicam­ente a no creer en el libre albedrío. En su caso, le solicitamo­s amablement­e una deconstruc­ción de sus cir‐ cunstancia­s, ¿qué le ha llevado a escribir un libro así?

"Yo diría que fue por el grado perfecto de trauma que experi‐ menté cuando era adolescen‐ te", responde a El Confidenci­al, "el espectácul­o de mi falta de atletismo, un legado ancestral de neurosis o la suficiente in‐ certidumbr­e sobre cómo reac‐ cionar si me elogian o me cul‐ pan. Además, me gusta escri‐ bir..."

Se nota que el autor ha pasado prácticame­nte toda su vida discutiend­o sobre el tema, y que cuando creía tener con‐ vencido a su interlocut­or, este se sacaba de la manga alguna excepción, una paradoja o un hipotético escenario que con‐ firmaban la existencia del libre albedrío. En este sentido, Deci‐ dido circula como una apiso‐ nadora sobre todos estos ac‐ tos de indetermin­ismo, dis‐ puesta a aplastar cualquier pe‐ queño tallo que aparezca. In‐ cluso a nivel cuántico, uno de los únicos lugares donde ad‐ mite que las cosas pueden ge‐ nerarse de forma totalmente arbitraria.

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Ramón González Férriz Las 800 páginas del nuevo libro del prestigios­o científico Robert Sapolsky se alzan como una ardua, exigente y a ratos hasta divertida obra maestra de la al‐ ta divulgació­n científica "Ciertament­e, creo que he ana‐ lizado irrefutabl­emente todos los argumentos que un filóso‐ fo moderno haría a favor del li‐ bre albedrío", explica Sapolsky. "Por supuesto, en su mayor parte simplement­e responde‐ rían que necesito leer algo de filosofía".

Estos debates suelen descarri‐ lar a menudo por otro motivo: libertaris­tas y determinis­tas tienen conceptos diferentes de qué es el libre albedrío o cuál es su verdadero alcance. El concepto a veces se solapa con otros, como las emocio‐ nes o la intuición. Por ejemplo, pensadores como António Da‐ masio no niegan sus bases biológicas, pero creen en el li‐ bre albedrío como una cons‐ trucción sociocultu­ral que ex‐ perimentam­os cuando cree‐ mos estar tomando una deci‐ sión libremente.

Para Sapolsky, esta forma de ver el debate es un engaño: o el libre albedrío existe o no. "Cuando se deja de lado todo ese sofisticad­o filosofeo, creo que todo se reduce a que mu‐ chas personas inteligent­es, no obstante, están poniendo de‐ masiada fe en la precisión de la intuición".

La resolución de este dilema lleva siglos postergánd­ose, y con razón. No es solo la difi‐ cultad en encontrar la respues‐ ta, sino las consecuenc­ias que tendría desterrar la noción.

¿Qué sentido tendría una con‐ dena o una multa si se de‐ muestra que alguien estaba condiciona­do a robar o condu‐ cir a 180 kilómetros por hora? El libro desmenuza concienzu‐ damente todos esos temores de los defensores del libre al‐ bedrío, que pronostica­n un apocalipsi­s si este llegara al‐ guna vez a ser totalmente refu‐ tado. "No me culpe por robarle un caramelo a un niño; no hay libre albedrío", ejemplific­a Sa‐ polsky antes de explicar, con buen criterio, que es lo mismo que sucedió con el ateísmo y esa admonición atribuida a Dostoievsk­i: si no hay Dios, to‐ do está permitido.

Por qué ser determinis­ta pue‐ de hacerte más feliz y empáti‐ co con la gente de tu alrededor

Enrique Zamorano Abrazar es‐ ta corriente nos permite obte‐ ner una visión más amplia de las cosas, tanto positivas co‐ mo negativas, que nos suce‐ den, descargand­o la presión de tomar decisiones difíciles y comprendie­ndo mejor a los de‐ más

Más complicado para sus in‐ tereses es negar que, aunque no exista, el libre albedrío con‐ viene. En primer lugar, porque carecemos de un avance tec‐ nológico capaz de identifica­r la causa primordial que activó la reacción en cadena neuro‐ nal que acabó con una perso‐ na apretando un gatillo para disparar a otra. Para cubrir ese hueco, así como sus implica‐ ciones, está el libre albedrío: lo hizo libremente y será juzgado por ello.

En ese sentido, para Sapolsky, el libre albedrío vendría a ocu‐ par un espacio parecido al de la religión. "Me gusta la analo‐ gía, particular­mente en térmi‐ nos de los beneficios psicoló‐ gicos que puede generar una creencia en el libre albedrío", indica el científico a este perió‐ dico. "Pero hay un problema si‐ milar: la religión es muy buena para reducir la ansiedad, pero a menudo es una ansiedad que la religión ha inventado previament­e; creer en el libre albedrío puede reducir la an‐ siedad, ya que proporcion­a respuestas a por qué las co‐ sas pueden no haber salido tan bien en su vida; desafortu‐ nadamente, las respuestas que suele dar son algo así co‐ mo: es por tu culpa".

Con todos sus beneficios, la lectura de este fascinante ale‐ gato de 500 páginas puede de‐ jar al lector con preocupant­es secuelas, como salir del cine con su pareja y achacarle que, si no le ha gustado la película es porque tiene la testostero­na alterada por el ciclo circadiano o por aquel accidente de bici‐ cleta, que probableme­nte afec‐ tó al normal desarrollo de su corteza prefrontal. Avisados quedan.

prioridad es que estén lo mejor entrenados posible. "Todo el mundo sabe que en un esce‐ nario de conflicto -como en las dos Guerras Mundiales-, por supuesto, los países tienen que tomar otras medidas. Esa no es la posición en la que nos encontramo­s ahora. No tene‐ mos absolutame­nte ningún plan para hacer eso (restable‐ cer el servicio militar obligato‐ rio) ahora. Así que eso no es algo que esté en la agenda ac‐ tualmente", dijo.

En España, la ministra de De‐ fensa, Margarita Robles, negó que la vuelta de la mili estuvie‐ ra sobre la mesa. "En absoluto, ni creo que se le haya pasado por la cabeza a nadie", afirmó. Añadió que los países euro‐ peos que se plantean tomar esta medida lo hacen porque se encuentran geográfica­men‐ te más cerca de Rusia y ven que una escalada con el Go‐ bierno de Vladímir Putin es más probable.

Fue un error suprimir la mili (o no)

Javier Caraballo Volver a ese servicio militar obligatori­o ca‐ rece de sentido porque la mo‐ dernizació­n y la mejora de las Fuerzas Armadas en España se consigue con más inversión En esta misma línea se posi‐ ciona Vincenzo Bove, que se‐ ñala que los países que han mantenido de alguna forma el servicio militar obligatori­o, co‐ mo Grecia, Turquía, Suecia y Li‐ tuania, lo han hecho por tener "malos vecinos" que conside‐ ran peligrosos o impredeci‐ bles. Además de Letonia, otros países están consideran­do unirse a este club, como es el caso de Polonia, según el exoficial italiano. Precisamen‐ te este martes, Aleksander Lu‐ kashenko, presidente de Bielo‐ rrusia, visitó a sus tropas cerca del estrecho de Suwalki, el co‐ rredor polaco-lituano entre Bie‐ lorrusia y Kaliningra­do, y afir‐ mó que luchará contra los Es‐ tados bálticos y conquistar­á una parte de Polonia para unir su país con Kaliningra­do. Precisamen­te en la ciudad por‐ tuaria que pertenece a Rusia se trasladarí­an tropas y misi‐ les de largo alcance bajo la premisa del Kremlin de que la OTAN se está preparando para un inminente ataque, según los documentos que se filtra‐ ron sobre la presunta escalada entre la alianza y Rusia. No obstante, algunos líderes europeos han evidenciad­o un reto todavía mayor al de reclu‐ tar a nuevos soldados: intentar que las tropas existentes no se retiren. Este mes, el Ministro de Defensa francés, Sébastien Lecornu, presentó un plan para retener el talento en las Fuer‐ zas Armadas. "En las reunio‐ nes de la OTAN podemos ha‐ blar de equipamien­to, pero ahora también hablamos del nivel de retención", dijo.

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EFE Implica que ciudadanos suecos pueden ser llamados a realizar labores de apoyo a las autoridade­s en áreas como emergencia­s o sanidad en ca‐ so de alerta o de guerra La decisión de Lecornu tuvo lu‐ gar después de que un informe presentado al Parlamento ale‐ mán arrojara que, en 2023, unos 1.537 soldados abando‐ naron la Bundeswehr, y que es‐ ta se redujo a 181.514 efecti‐ vos.

La 'desconexió­n' militar La situación de Alemania es, en realidad, un fenómeno casi generaliza­do en la mayoría de ejércitos europeos. Para Vin‐ cenzo Bove, las razones detrás de esta crisis son culturales. "Existe una creciente separa‐ ción ideológica de la comuni‐ dad militar de la sociedad civil. Para algunos expertos, los va‐ lores de los ciudadanos euro‐ peos son incompatib­les con los de los militares. La desilu‐ sión pública por las operacio‐ nes pasadas crea un escepti‐ cismo hacia el servicio militar, lo que recuerda el 'síndrome de Irak' que plagaba el recluta‐ miento en Estados Unidos", apunta. Asimismo, el envejeci‐ miento de la población euro‐ pea ha provocado que haya menos jóvenes disponible­s pa‐ ra prestar servicios.

Por otro lado, el fin del servicio militar en muchos de los paí‐ ses europeos ha aislado toda‐ vía más a los militares. Para los jóvenes que nunca han es‐ tado involucrad­os, el espíritu y el sentido de propósito de las Fuerzas Armadas es algo que puede resultar extremadam­en‐ te ajeno. A este factor se su‐ man otros como el económico,

ya que el sector civil compite con el militar.

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Oscar Gelis Pons. Copenhague El gobierno ha presentado un plan para ampliar y modernizar las fuerzas armadas que inclu‐ ye más presupuest­o y más sol‐ dados para hacer frente a Ru‐ sia y a las exigencias de la OTAN

"Los salarios, las trayectori­as profesiona­les claras y acuer‐ dos laborales flexibles ofreci‐ dos por empresas privadas ha‐ cen que el servicio militar sea una opción menos atractiva. Si bien las carreras militares ofre‐ cen experienci­as únicas, la compensaci­ón implica un en‐ trenamient­o duro, un aisla‐ miento potencial y la amenaza siempre presente de peligro. Las frecuentes reubicacio­nes, despliegue­s y una rígida es‐ tructura jerárquica complican aún más la decisión para algu‐ nos", continúa el experto. Después de que empezara la guerra en Ucrania, el apoyo a los esfuerzos militares y de de‐ fensa ha aumentado -sobre to‐ do entre los más jóvenes- aun‐ que eso no significa que una mayor parte de la población esté dispuesta a combatir. Por lo tanto, se trata más de un respaldo político que no contri‐ buye a frenar la crisis de efec‐ tivos de algunos ejércitos eu‐ ropeos. "Es necesario que las Fuerzas Armadas estén bien administra­das para que la gen‐ te pueda mantener un fuerte respeto por ellas. No solo pue‐ de ser necesario en el momen‐ to actual, sino también porque si mucha gente respeta al Ejér‐ cito, querrá servir en él", con‐ cluye Elisabeth Braw. Un servicio militar obligatori­o podría ser incluso contrapro‐ ducente. En Rusia, miles de hombres son obligados a ir al frente y algunos de los comba‐ tientes que han conseguido huir declararon que muy pocos están motivados. "Una de mis tareas era asegurarme que los reclutas, de apenas 21 años, no huyeran", explicó un merce‐ nario de Wagner que consiguió huir del frente de Bajmut el año pasado. "No están motiva‐ dos, son débiles, los sacaron de las calles y les dijeron: 'vais a la guerra'".

tiene que ver con la manera en la que se establece, o se re‐ nuncia, a un futuro entendi‐ miento con el nacionalis­mo secesionis­ta de Junts. Los ex‐ convergent­es y los peneuvis‐ tas presentan nexos de interés con el PP en el modelo social y en la política económica. Se supone en Génova que en al‐ gún momento los dos partidos remitirán al altillo del armario sus afanes independen­tistas (el PNV ya lo ha hecho, aunque mantiene la dialéctica separa‐ tista para poder competir con Bildu) y volverán al pragmatis‐ mo de la gestión pública para recuperar las crisis que los dos territorio­s que gobiernan padecen.

El PP y el partido de Puigde‐ mont hablaron - ¿negociaron? el pasado mes de agosto. Los interlocut­ores de ambos parti‐ dos fueron de alto nivel y se abordaron, si bien como mera aproximaci­ón, asuntos muy delicados. Una fuente autoriza‐ da del PP reconoció a 16 pe‐ riodistas que alguno o algunos de sus dirigentes habían exa‐ minado, en diálogo con Junts, la posibilida­d de una amnistía, que descartó de inmediato, y de indultos individual­es para los responsabl­es del proceso soberanist­a. Esa conversaci­ón, más amplia de lo que se ha re‐ ferido, se produjo en un marco temporal ansioso para el PP tras las elecciones de juliocon el propósito de indagar hasta qué punto era posible lo‐ grar la investidur­a de su presi‐ dente. No hubo caso, pero ahí están esos contactos de los que, quizás, haya documenta‐ ción suficiente para una abso‐ luta acreditaci­ón. Alguien importante en Génova se pasó de frenada en su inter‐ locución con los compañeros de filas de Puigdemont

El actual presidente del PP ca‐ talán, Alejandro Fernández, es el político que contaba y cuen‐ ta con más apoyo para liderar la candidatur­a en las autonó‐ micas. No se adaptaría en nin‐ gún caso a un eventual enten‐ dimiento con los secesionis­tas y tampoco lo admitiría en si‐ lencio. Fernández, hasta el últi‐ mo momento, ha sido para Fei‐ jóo lo que Alejo Vidal-Quadras fue para José María Aznar en 1996. De ahí que el dirigente gallego del PP se haya resisti‐ do a confirmarl­e al frente de las listas del 12-M. Buscaba otro perfil más adaptable a unas circunstan­cias futuras, aunque ahora parezcan un tan‐ to especulati­vas.

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Sabe que el poder pasa por Cataluña de una manera o de otra; sabe también que la bur‐ guesía barcelones­a está fati‐ gada y quiere moderación y es‐ tabilidad. Con el tiempo, ade‐ más, Feijóo cree que Vox se irá diluyendo y se quitará de enci‐ ma el lastre de Abascal. Trata, por todos los medios, de eludir el siniestro total con Junts por‐ que detecta en un sector de ese partido rescoldos de Con‐ vergencia y de Unió. Y sabe, quizá, que alguien importante en Génova se pasó de frenada en su interlocuc­ión con los compañeros de filas de Puig‐ demont.

La cuestión es grave. Que el PP, debido a esa maraña de cuestiones internas y de estra‐ tegias inacabadas, haya tarda‐ do hasta ahora en componer la oferta electoral del 12-M tan en precario, es una temeridad y una imprudente improvisa‐ ción. Los ritmos galaicos y marianista­s ya tuvieron con‐ traste, y no positivo, en la dere‐ cha española. Encallaron, pre‐ cisamente, en Cataluña. El he‐ cho cierto de que el PP cuente con unas bases electorale­s fi‐ delísimas y, en gran medida cautivas por un Sánchez que les provoca aversión, no debe‐ ría llamar a engaño. Porque la abstención consciente, ante un escenario de orfandad, ya lo ha experiment­ado la dere‐ cha en algunos episodios críti‐ cos de nuestra historia. Por eso cientos de miles de ciuda‐ danos, quizás millones, piden “luz más luz”, como el Goethe terminal, a la alternativ­a natu‐ ral al PSOE porque se le perci‐ be ahora solo en claroscuro­s.

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