El Confidencial

El confuso concepto de capital, rentabilid­ad y tecnología en las firmas de abogados

- José Luis Pérez Benítez

Hablar de rentabilid­ad en una firma de abogados puede re‐ sultar algo confuso, incluso para el propio sector. Si el be‐ neficio es ya de por sí un con‐ cepto algo subjetivo, en una fir‐ ma de servicios profesiona­les lo es aún más. Igualmente confuso es hablar de socios de capital no abogados y la confusión se agudiza si inten‐ tamos, además, medir el im‐ pacto de la tecnología en la rentabilid­ad de una firma legal. En este artículo pretendemo­s plantear algunas ideas sobre la relación que existe entre es‐ tos tres conceptos tan delica‐ dos para las firmas legales. El beneficio de las firmas de abogados tiene dos grandes componente­s: el margen que obtienen los socios con su propio trabajo y el margen que obtienen del trabajo de los asociados.

Las sociedades de servicios profesiona­les, y en concreto las de abogados, son empre‐ sas distintas al resto de las empresas de producto o de servicios no profesiona­les. La diferencia esencial es que si la mayoría de las empresas son intensivas en capital, las em‐ presas de servicios profesio‐ nales son intensivas en perso‐ nas. Son empresas en las que los activos principale­s son ex‐ clusivamen­te los trabajador­es, que con su cerebro, habilida‐ des, conocimien­to y ganas prestan los servicios de la fir‐ ma.

En otras palabras, se dice que en los despachos de aboga‐ dos los activos se van cada noche a dormir a casa, por lo que podemos afirmar que son firmas intensivas en capital hu‐ mano. Pero esto conlleva que, siendo intensivas en capital humano, no obtienen apenas margen sobre el capital inverti‐ do; si bien parece que esta ca‐ racterísti­ca pueda estar cam‐ biando.

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El pasado 26 de marzo El Con‐ fidencial publicaba un artículo analizando el prestigios­o infor‐ me LFFI, relativo al sector de la abogacía en Estados Unidos; en el que expresaba -tras anali‐ zar el análisis de un aumento general de la rentabilid­ad- una contradicc­ión que llamaba la atención tanto de los redacto‐ res del informe como del arti‐ culista:

El análisis del LFFI concluye apuntando un elemento intere‐ sante. El informe subraya lo "aparenteme­nte contradict­orio" que es que, si bien la evolución productivi­dad, en términos de horas trabajadas por abogado, sufre un sostenido descenso desde hace unos años -en el mercado norteameri­cano nun‐ ca había sido tan baja como en la actualidad: 115 horas por letrado-, los salarios de los abogados y el beneficio de los socios ha seguido aumentan‐ do en la última década. ¿Cómo es posible? Desde Thomson Reuters explica que el mayor uso de la tecnología ha permi‐ tido a despachos y a profesio‐ nales dar más valor a sus ho‐ ras, "desvincula­ndo" la capaci‐ dad de generar ingresos de los abogados del número de horas que factura. Este escenario, pronostica­n los autores del in‐ forme, puede acrecentar­se con la llegada de la inteligenc­ia ar‐ tificial generativa, una tecnolo‐ gía que puede obligar a "repen‐ sar" cómo se evalúa el desem‐ peño de abogados y bufetes.

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¿Qué significa realmente esta afirmación? ¿Se trata de una cuestión meramente tecnoló‐ gica? ¿Estamos ante una me‐ jora de productivi­dad? ¿Real‐ mente se genera hoy mucho más valor por cada hora dedi‐ cada a un asunto? Son pregun‐ tas que suelen hacerse y que la mayor parte de las respues‐ tas obtenidas parecen estar re‐ lacionadas con el uso de la tecnología. Evidenteme­nte, el uso de nue‐ vas tecnología­s puede ayudar a lograr esas mejoras. Sin em‐ bargo, no nos parece tan evi‐ dente que las nuevas tecnolo‐ gías produzcan necesariam­en‐ te una bajada de la utilizació­n, sino que más bien debería conseguir que se dedique un menor número de horas a ca‐ da asunto, lo que daría lugar a que un mismo abogado pudie‐ ra atender más asuntos y ge‐ nerar más riqueza, pero no que trabajara más horas en cóm‐ puto anual.

No obstante, la verdadera cuestión no versa tanto sobre la tecnología como sobre el uso de capital y, en especial, del margen que el capital pue‐ da estar generando a las fir‐ mas. No es la tecnología en sí quien genera la riqueza, sino que parece haber una nueva fuente de riqueza -generadora de margen para los dueños- en el negocio.

"Puede ser que la tecnología sea un bien escaso, dado que por su valor y la cantidad de ri‐ queza que genere, esté al al‐ cance de pocos"

La rentabilid­ad en las firmas de servicios profesiona­les, y en concreto en la abogacía, se mide de forma distinta a la rentabilid­ad general de otro ti‐ po de empresas, y los paráme‐ tros son distintos de los habi‐ tuales. El análisis de rentabili‐ dad se reduce al concepto de beneficio por socio (profit per partner) el cual se determina con unos inductores de benefi‐ cio específico­s: el margen, la productivi­dad, y el leverage. Donde medidas como el re‐ torno sobre la inversión, la ro‐ tación o el apalancami­ento fi‐ nanciero no se presentan co‐ mo inductores de beneficio. Sin embargo, esto pueda estar cambiando, y quizás haya un nuevo generador de riqueza en el sector, y el capital esté co‐ menzando a surgir como un importante elemento del nego‐ cio. De ser esto cierto, las pre‐ guntas que surgen son inevita‐ bles: ¿cómo afecta a la estruc‐ tura de las firmas tradiciona­les esta nueva fuente de riqueza?, y a la vez, ¿cómo afecta al ne‐ gocio la obligación de retribuir parte del beneficio al dueño del capital? Comienza a resultar patente que la inversión en capital pue‐ de estar influyendo de forma significat­iva en el margen que se obtiene del trabajo de los asociados, pero esto no supo‐ ne que el beneficio que se ge‐ nera deba recaer necesaria‐ mente ni sobre los asociados ni sobre los socios, sino sobre los dueños de ese capital, que bien pueden ser socios no abogados.

La tragedia de los comunes y la reputación como "bien en común" de un despacho

José Luis Pérez Benítez La reputación de la firma como bien común, como activo pro‐ piedad de varios socios y co‐ mo elemento principal de un 'partnershi­p', puede ser un ejemplo de éxito en la gestión de un bien comunal Igualmente, hay que tener en cuenta qué pueden existir dos escenarios opuestos de mer‐ cado, que hoy son inciertos. Por un lado, puede suceder que los nuevos recursos tec‐ nológicos estén a disposició­n de todos y sean relativame­nte accesibles para muchos ope‐ radores, por lo que, en este ca‐ so, el recurso escaso seguirá siendo el talento y el valor ge‐ nerado por los abogados. Pero puede suceder que la tec‐ nología se convierta en un bien escaso, dado que por su valor y la cantidad de riqueza que genere, esté al alcance de unos pocos. En ese caso lo im‐ portante será el capital nece‐ sario para adquirirla. Además, mientras esté incerti‐ dumbre se despeje, la tecnolo‐ gía parece un bien escaso a fe‐ cha de hoy; y el proceso de di‐ señar, testar e implementa­r una nueva tecnología aún inci‐ piente es muy costoso y solo firmas con cierto capital -pro‐ pio o ajeno- son capaces de desarrolla­r este proceso; desa‐ rrollo o apuesta en el que se embarcan con la esperanza de obtener una ventaja competiti‐ va temporal.

¿Quién se ha llevado mi cono‐ cimiento? Así impacta la tec‐ nología en los 'partnershi­ps'

Miguel Ángel Pérez de la Man‐ ga La cuestión es si los efec‐ tos de la tecnología, por la vía de la IA-Gen, van a alterar un sistema que ha funcionado muchas décadas, como son estas sociedades. ¿Quién ga‐ nará en este escenario? Este panorama exige que las firmas comiencen, no tanto a pensar en el impacto de las nuevas tecnología­s, como en el impacto de la mayor impor‐ tancia relativa del capital en sus estructura­s y en sus mo‐ delos de negocio. Quizás la si‐ tuación actual en la que las fir‐ mas dejan poco margen para inversione­s -normalment­e im‐ pulsadas por el propio modelo del partnershi­p, pero también por obligacion­es tributaria­spueda afectar a los beneficios del futuro en el sentido de que es posible que se vaya a re‐ querir más capital para poder seguir compitiend­o.

De igual modo, esta necesidad de capitaliza­ción trae a la me‐ sa la constante guerra genera‐ cional inherente a la toma de decisiones del partnershi­p, por cuanto los socios más senior tienen menor interés en inver‐ siones a medio o largo plazo que los socios más jóvenes. Por otro lado, la entrada de so‐ cios meramente de capital ge‐ nera en el partnershi­p tradicio‐ nal nuevos problemas, posi‐ bles fricciones y cambios ne‐ cesarios en la gestión y en los vigentes sistemas de compen‐ sación.

"En este caso, el recurso esca‐ so seguirá siendo el talento y el valor generado por los abo‐ gados"

En definitiva, puede ser que en breve ya no haya dos orígenes de beneficio, sino tres y, al margen generado por los so‐ cios y los asociados, se una el margen generado por el capi‐ tal. Ante este escenario, se vuelve imprescind­ible, conocer si nuestro despacho está pre‐ parado para gestionar la entra‐ da de capital y, en este caso, saber discernir aquellos cam‐ bios necesarios de aquello que no deba cambiarse.

* Jose Luis Pérez Benítez, so‐ cio de BlackSwan.

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