Lo privado ya es público
¿Qué es lo público y lo priva‐ do? Esta línea cada vez es más difusa en política. Dónde viven los políticos, con quién comparten sus vidas, si les gusta que les echen las cartas del tarot o qué bailan en su bo‐ da cada vez captan más la atención de las audiencias en detrimento de su gestión al frente de una institución públi‐ ca. Los grandes debates políti‐ cos tuvieron su momento álgi‐ do hace casi una década, con la aparición de los nuevos par‐ tidos que también hicieron re‐ definirse a los tradicionales. Pero ahora, pareciera que vivi‐ mos un cierto agotamiento de las cuestiones ideológicas y de lo que se trata es de seguir confrontando modelos de vida, que es lo que parece interesar a los votantes.
Isabel Díaz Ayuso no fue a la boda de José Luis Almeida con su pareja;
fue acompaña‐ da de Alfonso Serrano, Este
mano derecha política. su gesto fue toda una declaración política. La presidenta madrile‐ ña, que había utilizado las rue‐ das de prensa del Gobierno de la comunidad para defender a su novio, ahora utilizaba su vi‐ da privada para amonestarlo, para dejarlo en casa castiga‐ do. No queda bien que, justo cuando acaba de empezar la campaña de la declaración de la renta, una líder política se cuelgue del brazo de un de‐ fraudador confeso. Por el con‐ trario, Ayuso decidió asistirse de Serrano, su fiel escudero, quien hacía unos días se había reunido con su novio en un bar para hablar, entre otras cosas, de sus temas judiciales. Se‐ rrano ya no solo es un líder del PP de Madrid, es, además, quien le gestiona sus temas privados, asesora a su novio, como le acompaña a una bo‐ da. ¿Dónde está el límite entre lo público y lo privado? José Luis Almeida se ha casa‐ do este pasado fin de semana con Teresa Urquijo y la boda fue todo un acontecimiento político, de hecho, la falta de variedad ideológica de los más de 500 invitados evidencia los estragos de la polarización afectiva. Eso sí, no faltaron los miembros de la realeza espa‐ ñola, desde Froilán hasta Juan Carlos, bajo la excusa de que son parientes. Cómo decía Ru‐ bén Amón en 'Más de uno', si el criterio de invitación a las bodas se ampliara a los pri‐ mos cuartos (aprox.), los con‐ vites en este país serían infini‐ tos. La boda de Almeida fue un acto político que se retransmi‐ tió en Telemadrid, como si fue‐ ra una boda de estado. Por ello, quién iba y quién no iba era el mensaje. Entre los 500 invitados estuvo todo el poder madrileño, un gran espaldara‐ zo que acabó con un chotis castizo de los novios, que per‐ mítanme, podrían haber ensa‐ yado un poco más.
Irene Montero quiere humani‐ zarse. Tras su paso por el Go‐ bierno de España, ahora ha de‐ cidido que, en esta nueva eta‐ pa política, como candidata, debía suavizar un perfil que ha‐ bía estado blindado en su fa‐ ceta personal, para evitar ahondar en las críticas andro‐ céntricas que la situaban úni‐ camente como la mujer de. Ahora, en sus redes sociales estamos descubriendo qué personajes de ficción le gusta‐ ban, qué tatuajes lleva, qué se‐ ries de televisión le gustan o qué alimentos no le gustan. Todo esto es personal, pero al mismo tiempo pretenden dibu‐ jar un perfil político para tener más oportunidades en las pró‐ ximas elecciones europeas
en las que se enfrentará como candidata.
El encaje de Begoña Gómez en la (no) cultura política de las primeras damas españolas
Carlos Rocha Carmen Romero y Ana Botella, esposas de Gon‐ zález y Aznar, tenían una vida pública como diputada y alcal‐ desa de Madrid. El resto, in‐ cluida la mujer de Sánchez, se han dedicado a la familia o a su carrera privada
De momento, el PP ha decidi‐ do no pedir la comparecencia de Begoña Gómez en la comi‐ sión de investigación que se han montado en el Senado pa‐ ra replicar la impulsada en el Congreso. Sin embargo, la pa‐ reja del presidente es una de las principales bazas políticas del desgaste de Sánchez. Atrás quedaron las críticas al Falcon, a sus rasgos persona‐ les. El PP ha decidido laminar la acción de la Moncloa por una serie de informaciones pe‐ riodísticas sobre la actividad profesional de Gómez. ¿Habría que limitar la vida profesional de las parejas de los gober‐ nantes? Para ello, habría que pagarles un sueldo. A priori, creo que la respuesta sería ne‐ gativa. Sin embargo, de aquí en adelante las parejas de los políticos, familiares y amigos van a ser susceptibles de ser utilizados como arma política. Lo privado se ha vuelto públi‐ co. Lo personal es político. Los límites entre ambas esfe‐ ras han quedado totalmente fulminados. Con quién te reúnes, con quién duermes, en qué casa vives, quién va a tu boda, qué comida no te gusta o qué bebes en un bar debe estar alineado con tu figura pú‐ blica, de lo contrario podría comprometerte. Este juego es peligroso, porque los criterios de cancelación son férreos y tremendamente etéreos. Lo que para alguien es inocuo, puede ser fulminante para la carrera de otro, en función de las circunstancias y del foco que se le quiera dar. Sincera‐ mente, el estándar es tan alto y los riesgos tantos, que pron‐ to habrá que subirles el sueldo para que quede gente que quiera dedicarse a esto de lo público.