ChatGPT parece un riesgo para cientos de miles de empleos. Aquí lo esperan desde hace años
Hace unas semanas, el man‐ damás de uno de los grandes reclutadores japoneses salió en el Financial Times diciendo que la inteligencia artificial iba a servir a la economía de su país para sortear la creciente falta de trabajadores, pero que eso no iba a ocurrir inmediata‐ mente. Hisuki Idekoba, CEO de Recruit Holdings, afirmaba en el rotativo inglés que para que eso ocurriese esta tecnología tenía que enfrentarse a la pro‐ funda desconfianza que gene‐ ra entre el común de los mor‐ tales. Es completamente lógi‐ co que este tipo de mensajes vengan desde la cuarta econo‐ mía mundial, el país que más sufre el envejecimiento de su población.
En aquella esquina del mapa, una de cada diez personas tie‐ ne más de 80 años, una mues‐ tra más de cómo de infructuo‐ sas han sido sus políticas para levantar sus paupérrimos índi‐ ces de natalidad. Una situa‐ ción que, previsiblemente, no tardará en extenderse a otros países desarrollados que su‐ fren cada vez más renovar la base de su pirámide poblacio‐ nal como es el caso de Espa‐ ña.
Te vas a quedar en paro: cómo OpenAI juega con el miedo pa‐ ra seguir dominando la IA
Michael Mcloughlin ChatGPT nació como una fundación abierta sin ánimo de lucro para evitar que empresas como Google tiranizasen la inteligen‐ cia artificial. Pero, en el ca‐ mino, está cambiando mucho Las declaraciones de Idekoba, además, resumen a la perfec‐ ción todo el quilombo que se ha montado tras el boom de ChatGPT. A estas alturas de la película a nadie se le escapa que todo esto se ha convertido en un gran experimento del fu‐ turo del trabajo y muchos au‐ guran que estas inteligencias artificiales generativas se con‐ vertirán en una trituradora para millones de empleos en todo el mundo. Los propios padres de la criatura, OpenAI, son los primeros que han agitado ese árbol con informes y estudios donde se atrevían incluso a se‐ ñalar qué profesiones tienen más papeletas de ser fagocita‐ das por uno de estos desarro‐ llos.
Por primera vez en mucho tiempo los que están en el punto de mira no son los tra‐ bajos más manuales, rutina‐ rios y repetitivos. Las capaci‐ dades de la IA generativa han puesto en la picota cosas más creativas e intangibles, que su‐ puestamente estaban a salvo hasta hace dos telediarios. La máquina de etiquetado de última generación de Amazon. (M. McLoughlin)
Que ocurra o no, solo el tiempo lo dirá. Pero por mucho neolu‐ dismo que esto haya desperta‐ do en ciertas personas, lo cier‐ to es que hay un lugar donde llevan esperando mucho tiem‐ po todos estos avances: la in‐ dustria. Negocios de fabrica‐ ción o de logística llevan años buscando la vía para automati‐ zar parte de sus procesos y así no tener que depender de con‐ tratar tanta mano de obra o poder suplir cuando, como en Japón, empiece a escasear. La historia es que los últimos avances de inteligencia artifi‐ cial y de otras tecnologías que orbitan a su alrededor como la visión por ordenador están permitiéndoles llegar a donde antes difícilmente podían lle‐ gar. Esto está permitiendo alumbrar una nueva genera‐ ción de robots que pueden ha‐ cer cosas que, sencillamente, antes estaban reservadas úni‐ ca y exclusivamente para los humanos. Esta es una carrera en la que están todo tipo de empresas. Desde multinacio‐ nales y grandes tecnológicas hasta startups que ya están le‐ vantando millones de euros de financiación con sus propues‐ tas.
Amazon, ¿el canario en la mi‐ na?
Una de las más activas en este sentido ha sido Amazon. Goo‐ gle, por ejemplo, también ha estado metida en todo lo que tiene que ver con la robótica (llegó a ser dueña de Boston Dynamics, aunque la ‘malven‐ dió’ a Softbank) pero la dife‐ rencia entre una multinacional y otra es que en el caso del rey del comercio electrónico todos estos avances tienen aplica‐ ción e impacto directo en su negocio.
La empresa fundada por Jeff Bezos hace mucho tiempo que empezó una agresiva expan‐ sión internacional por medio mundo. Por si eso no fuese su‐ ficiente, la filosofía de la com‐ pañía es crecer gracias a las entregas ultrarrápidas. Lograr‐ lo y hacerlo viable puede suce‐ der de dos formas. La primera es la de contratar y mantener un auténtico ejército humano. La segunda, crear centros re‐ pletos de tecnología que pue‐ dan hacer de manera muchísi‐ mo más eficiente tareas para la que harían falta una o más almas humanas.
Con este fin, la multinacional montó Amazon Robotics, una división enfocada en crear es‐ te tipo de soluciones. Cuenta con tres centros en todo el mundo. Dos de ellos, en Esta‐ dos Unidos. El tercero está en Europa. Concretamente en Vercelli, una pequeña localidad al norte de Italia. Un laborato‐ rio que ha permanecido oculto desde su fundación en 2019 y que ahora, cinco años, des‐ pués se va a abrir para quien quiera acercarse hasta allí pa‐ ra conocer los últimos inven‐ tos de Amazon.
Todos hemos recibido un pa‐ quete de Amazon ridículamen‐ te grande. Tiene los días con‐ tados
M. McLoughlin. Vercelli (Italia) Mientras el mundo mira el