¿Es España un país soberano? Esto es lo que dicen los fríos datos
Fue el anterior presidente de la Comi‐ sión Europea, quien en 2018 rescató del olvido el concepto de Su su‐ cesora, hizo suya la reivindicación du‐ rante su primer discurso. "La UE debe tener una naturaleza geopolítica", dijo mientras se presentaba en sociedad. Es decir, con voz propia en mate‐ ria de política exterior gracias a su autonomía.
Ni Juncker ni Von der Leyen, sin embargo, fueron originales. La construcción europea, des‐ de sus inicios, soñó con alcan‐ zar algún día una soberanía que en términos prácticos gira‐ ba en torno a lograr una cierta independencia de EEUU sin romper el histórico vínculo transatlántico fraguado duran‐ te la II Guerra Mundial. No sólo en el terreno militar o de segu‐ ridad, sino también en el cam‐ po de la energía, de la alimen‐ tación y, por supuesto, tecnoló‐ gico, un área nuclear. Lo para‐ dójico es que el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea ni siquiera menciona el término soberanía, salvo pa‐ ra referirse a algunos casos específicos del Reino Unido. Justo lo contrario de lo que re‐ clamaban los padres fundado‐ res de la Unión Europea (UE). Medir la soberanía de un país o de un territorio más amplio, como la Unión Europea, no es fácil, pero existen herramien‐ tas que han sido capaces de crear un marco teórico que cuenta con indudables venta‐ jas prácticas en la medida que permiten hacer comparacio‐ nes. La soberanía, al fin y al ca‐
'soberanía europea'. Ursula von der Leyen,
bo, no es sinónimo de levantar barreras y jugar a la autarquía, sino una manera de
gestionar las complejas interdependen‐ cias
que caracterizan al mun‐ do actual. De hecho, se es más o menos soberano en función de la calidad de las redes de intercambio. Y el mejor ejem‐ plo es la propia UE. Solo EEUU ha logrado un grado ele‐ vado de autonomía, lo que ex‐ plica que su grado de apertura de su economía al exterior sea sensiblemente inferior a la eu‐ ropea.
Ese indicador es el que
al conjunto de la Unión Europea (salvo excep‐ ciones) y, en particular, a paí‐ ses como España. El Índice de Soberanía Europeo (ESI, según sus siglas en inglés), estima en concreto, que solo los paí‐ ses más grandes, entre ellos España, alcanzan un nivel de soberanía suficiente. Ahora bien, entre estos,
un pobre lugar muy deja en España, se sitúa a la cola, junto a Grecia,
mientras que el país que saca mejores notas es Francia, que ha convertido la soberanía na‐ cional en una de sus señas de identidad desde los lejanos tiempos de En la parte intermedia, aunque con notas que pueden calificarse
De Gaulle. como 'buenas' están Bélgica, Alemania, Italia y Países Bajos,
todos por delante de España [ver gráficos].
Seis parámetros
El índice está construido a par‐ tir de seis parámetros:
clima, defensa, economía, salud, mi‐ gración y tecnología,
y la prin‐ cipal conclusión que saca es que la soberanía europea es buena en salud y economía, pero sólo satisfactoria en de‐ fensa, clima y migración, y po‐ bre en tecnología. En ningún ámbito la soberanía europea es excelente, aunque tampoco deficiente. La metodología uti‐ lizada pasa por identificar en cada uno de los seis paráme‐ tros dos o más aspectos nu‐ cleares. En el caso de la eco‐ nomía, por ejemplo, el comer‐ cio y la inversión.
En el caso de la lo que valora el índice es el grado de avance en inteligencia artifi‐ cial, big data, computación en la nube, semiconductores, ro‐ bótica, Internet de las cosas, computación de alto rendi‐ miento, telecomunicaciones avanzadas y ciberseguridad. Es decir, una amplia panoplia que da como resultado que ninguno de los cinco países más grandes de la UE (Alema‐ nia, Francia, Italia, España y Polonia)
tecnología, se encuentra en el ter‐ cio superior en esta área.
Francia (décimo lugar) tiene puntuaciones particularmente altas en supercomputación de‐ bido a la gran cuota de merca‐ do de la empresa francesa Atos, la única empresa euro‐ pea globalmente competitiva en esta industria. (puesto 11) tiene un desempe‐ ño relativamente bueno en se‐ miconductores con empresas como Zeiss y Trump, líderes mundiales en fabricación de
Alemania
semiconductores especializados,
que fabrican chips que tienen aplicaciones indus‐ triales y automotrices. España tiene, en general,
Infineon,
altamente
y de Bosch e pun‐ tuaciones medias en todos los ámbitos tecnológicos.
Ningu‐ na de sus empresas es espe‐ cialmente relevante en el con‐ cierto europeo. Un problema que no es nuevo y que ha sido identificado en el Informe Anual de Seguridad que elabo‐ ra el Departamento de Seguri‐ dad Nacional (DSN), depen‐ diente de la Moncloa, que en su último y reciente número (ayer se celebró una reunión extraordinaria) ha advertido que "la autonomía y soberanía digital en lo que concierne a la computación en la nube debe ser considerado cada vez más un factor crítico por los ries‐ gos que la adopción masiva de estos servicios conlleva". Italia tiene un desempeño par‐ ticularmente pobre en capaci‐ dades de computación en la nube. Y Polonia (puesto 18) muestra escaso interés en los proyectos de investigación en tecnología digital. En definitiva,
un panorama inquietante.
No en vano, en el actual con‐ texto de tensiones geopolíti‐ cas, la soberanía en materia de seguridad y defensa (y la tec‐ nología es la clave de bóveda) cobra una especial relevancia. Y lo que revela el índice es que Europa está lejos de alcanzar ambos objetivos. La contradicción es flagrante. Las puntuaciones medias son más altas cuando se habla de
compromisos públicos de in‐ versión
de los gobiernos, pero