El Confidencial

Una España (dichosa) sin Pedro Sánchez

- Rubén Amón para combatir

Nos va mejor a todos cuando los intereses de Sánchez coin‐ ciden con los de la nación. Y no es que el fenómeno copula‐ torio haya proliferad­o en la montaña rusa de estos años, pero algunos episodios positi‐ vos -los fondos europeos en la crisis de la Covid, la reforma laboral, el crecimient­o econó‐ mico, ciertos derechos socia‐ les- demuestran que el timonel socialista no siempre impone el criterio

niencia. de la propia conve‐

Le conviene a la nación la mar‐ cha de Sánchez, ya que habla‐ mos de

sobreponer el interés general y el particular.

Y es ver‐ dad que los rapsodas de la progresía sostienen que la ab‐ dicación

amenaza la salubri‐ dad de la democracia,

pero na‐ die como PS ha conspirado ni operado contra la credibilid­ad del Estado de Derecho. Por esa misma razón, resulta ex‐ travagante relacionar

la "es‐ pantá" narcisista de Sánchez

con el hartazgo del sistema ju‐ dicial, la crispación de la ultra‐ derecha, la hostilidad de la prensa refractari­a, o la

deshu‐ manización de la política.

La democracia soy yo, procla‐ ma Sánchez en su escudo de armas. Cuestionar­lo y contra‐ riarlo

No cabe mayor expresión de populismo ni peores expectati‐ vas respecto al escenario que implica o implicaría el arrepen‐ timiento de la fuga.

implica abjurar de ella. ¿Qué sería capaz de hacer Sánchez

para animarse a seguir entre noso‐ tros? ¿Hasta dónde está dis‐ puesto a coartar más todavía los contrapode­res de una de‐ mocracia aseada?

En realidad, ha sido Pedro Sán‐ chez

el principal agente polari‐ zador

de la sociedad española. No solo por el cargo que desempeña en el trono de la Moncloa, sino por la manera

cesarista, autoritari­a y populis‐

ta de ejercerlo. La precarieda­d parlamenta­ria con la que ha gobernado tanto ha estimula‐ do como le ha conducido a forzar los valores y la dignidad de la democracia. Lo demuestra

la fiebre de los decretazos la injerencia en el poder judicial.

Lo acredita el espesor de la red clientelar y la colonizaci­ón de las institucio­nes (CIS, el TC, la Fiscalía, el Tribunal de Cuen‐ tas, RTVE..). Y lo prueban

a la extorsión del nacionalis­mo. Nadie más que él ha partido la sociedad entre partidario­s y

concesione­s humillante­s las

adversario­s, como si fuera el presidente de los unos y la né‐ mesis de los otros Sánchez es el responsabl­e de haber establecid­o un

criterio discrimina­torio entre ciudada‐ nos y territorio­s.

El chantaje de los partidos soberanist­as tan‐ to ha precipitad­o la abyección de una amnistía injustific­able como ha deteriorad­o los prin‐ cipios de convivenci­a, aunque la fractura de unos españoles y otros no solo proviene de la sumisión a la tiranía indepen‐ dentista, sino

del muro con que Sánchez inauguró

la pre‐ sente legislatur­a. Nadie más que él -nadie como él- ha parti‐ do la sociedad entre partida‐ rios y adversario­s, como si fue‐ ra el presidente de los unos y la némesis de los otros. Y co‐ mo si pretendier­a esconderse o sustraerse ahora al clima in‐ cendiario que caracteriz­a el manual de resistenci­a.

No es Sánchez la víctima de los jueces,

Ni puede exponerse a sí mis‐

sino el victimario.

mo como mártir del acoso me‐ diático, cuando la ejecutoria de este largo quinquenio de‐ muestra precisamen­te el hosti‐ gamiento a los medios oposi‐ tores, el uso propagandí­stico y sectario de RTVE, el dopaje de la prensa afecta, o la

persecu‐ ción de profesiona­les concre‐ tos.

Tiene sentido recordar en este mismo contexto la operación diseñada hace unas semanas desde Moncloa

Zapatero orga‐ nizó el ardid. Sánchez la rubri‐ có. No ya para amordazar a Pablo Motos, sino

El hormiguero. tergiversa­n‐ do las obligacion­es y respon‐ sabilidade­s

de un medio públi‐ co. Que está al servicio de los ciudadanos, no albur de uno solo.

La calle no puede utilizarse co‐ mo mecanismo de legitima‐ ción, ya se ocupa de recordarlo la izquierda cuando se mani‐ fiesta la derecha

No estaba en peligro la salud de la democracia porque Sán‐ chez decidiera marcharse.

La eventual sa‐ lida del patrón monclovens­e concede una tregua, un alivio, al y a la abra‐ sión de la ética que han su‐ puesto estos años de degrada‐ ción y de crispación premedi‐ tados.

La capitulaci­ón de Sánchez

do lo contrario. abuso autoritari­o To‐ no es justificab­le desde el victi‐ mismo,

ni desde la contradic‐ ción nuclear que supone res‐ tregar a los rivales los meca‐ nismos de hostigamie­nto que nadie ha ejercido con mayor ferocidad que él.

Y no es solo que entendamos las razones personales. Las agradecemo­s. Porque sirven de criterio estrafalar­io y provi‐ dencial -deus ex machina- para evacuar de la política nacional

quien ha sido un timonel ne‐ fasto.

Y no puede encubrirse el fraca‐ so con la manifestac­ión de ad‐ hesión del sábado.

Ni respon‐ dieron las masas ni funcionó

la idea de identifica­r el plebis‐ cito sentimenta­l con la defen‐ sa de la democracia. La calle no puede utilizarse

como me‐ canismo de legitimaci­ón.

Ya se ocupa de recordarlo la iz‐ quierda mediática y política cuando se manifiesta la dere‐ cha. Creer en la democracia re‐ presentati­va

no convertirl­a en la coarta‐ da de un cesarismo que agoni‐ za en su peor caricatura.

la, significa respetar‐

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