Una España (dichosa) sin Pedro Sánchez
Nos va mejor a todos cuando los intereses de Sánchez coin‐ ciden con los de la nación. Y no es que el fenómeno copula‐ torio haya proliferado en la montaña rusa de estos años, pero algunos episodios positi‐ vos -los fondos europeos en la crisis de la Covid, la reforma laboral, el crecimiento econó‐ mico, ciertos derechos socia‐ les- demuestran que el timonel socialista no siempre impone el criterio
niencia. de la propia conve‐
Le conviene a la nación la mar‐ cha de Sánchez, ya que habla‐ mos de
sobreponer el interés general y el particular.
Y es ver‐ dad que los rapsodas de la progresía sostienen que la ab‐ dicación
amenaza la salubri‐ dad de la democracia,
pero na‐ die como PS ha conspirado ni operado contra la credibilidad del Estado de Derecho. Por esa misma razón, resulta ex‐ travagante relacionar
la "es‐ pantá" narcisista de Sánchez
con el hartazgo del sistema ju‐ dicial, la crispación de la ultra‐ derecha, la hostilidad de la prensa refractaria, o la
deshu‐ manización de la política.
La democracia soy yo, procla‐ ma Sánchez en su escudo de armas. Cuestionarlo y contra‐ riarlo
No cabe mayor expresión de populismo ni peores expectati‐ vas respecto al escenario que implica o implicaría el arrepen‐ timiento de la fuga.
implica abjurar de ella. ¿Qué sería capaz de hacer Sánchez
para animarse a seguir entre noso‐ tros? ¿Hasta dónde está dis‐ puesto a coartar más todavía los contrapoderes de una de‐ mocracia aseada?
En realidad, ha sido Pedro Sán‐ chez
el principal agente polari‐ zador
de la sociedad española. No solo por el cargo que desempeña en el trono de la Moncloa, sino por la manera
cesarista, autoritaria y populis‐
ta de ejercerlo. La precariedad parlamentaria con la que ha gobernado tanto ha estimula‐ do como le ha conducido a forzar los valores y la dignidad de la democracia. Lo demuestra
la fiebre de los decretazos la injerencia en el poder judicial.
Lo acredita el espesor de la red clientelar y la colonización de las instituciones (CIS, el TC, la Fiscalía, el Tribunal de Cuen‐ tas, RTVE..). Y lo prueban
a la extorsión del nacionalismo. Nadie más que él ha partido la sociedad entre partidarios y
concesiones humillantes las
adversarios, como si fuera el presidente de los unos y la né‐ mesis de los otros Sánchez es el responsable de haber establecido un
criterio discriminatorio entre ciudada‐ nos y territorios.
El chantaje de los partidos soberanistas tan‐ to ha precipitado la abyección de una amnistía injustificable como ha deteriorado los prin‐ cipios de convivencia, aunque la fractura de unos españoles y otros no solo proviene de la sumisión a la tiranía indepen‐ dentista, sino
del muro con que Sánchez inauguró
la pre‐ sente legislatura. Nadie más que él -nadie como él- ha parti‐ do la sociedad entre partida‐ rios y adversarios, como si fue‐ ra el presidente de los unos y la némesis de los otros. Y co‐ mo si pretendiera esconderse o sustraerse ahora al clima in‐ cendiario que caracteriza el manual de resistencia.
No es Sánchez la víctima de los jueces,
Ni puede exponerse a sí mis‐
sino el victimario.
mo como mártir del acoso me‐ diático, cuando la ejecutoria de este largo quinquenio de‐ muestra precisamente el hosti‐ gamiento a los medios oposi‐ tores, el uso propagandístico y sectario de RTVE, el dopaje de la prensa afecta, o la
persecu‐ ción de profesionales concre‐ tos.
Tiene sentido recordar en este mismo contexto la operación diseñada hace unas semanas desde Moncloa
Zapatero orga‐ nizó el ardid. Sánchez la rubri‐ có. No ya para amordazar a Pablo Motos, sino
El hormiguero. tergiversan‐ do las obligaciones y respon‐ sabilidades
de un medio públi‐ co. Que está al servicio de los ciudadanos, no albur de uno solo.
La calle no puede utilizarse co‐ mo mecanismo de legitima‐ ción, ya se ocupa de recordarlo la izquierda cuando se mani‐ fiesta la derecha
No estaba en peligro la salud de la democracia porque Sán‐ chez decidiera marcharse.
La eventual sa‐ lida del patrón monclovense concede una tregua, un alivio, al y a la abra‐ sión de la ética que han su‐ puesto estos años de degrada‐ ción y de crispación premedi‐ tados.
La capitulación de Sánchez
do lo contrario. abuso autoritario To‐ no es justificable desde el victi‐ mismo,
ni desde la contradic‐ ción nuclear que supone res‐ tregar a los rivales los meca‐ nismos de hostigamiento que nadie ha ejercido con mayor ferocidad que él.
Y no es solo que entendamos las razones personales. Las agradecemos. Porque sirven de criterio estrafalario y provi‐ dencial -deus ex machina- para evacuar de la política nacional
quien ha sido un timonel ne‐ fasto.
Y no puede encubrirse el fraca‐ so con la manifestación de ad‐ hesión del sábado.
Ni respon‐ dieron las masas ni funcionó
la idea de identificar el plebis‐ cito sentimental con la defen‐ sa de la democracia. La calle no puede utilizarse
como me‐ canismo de legitimación.
Ya se ocupa de recordarlo la iz‐ quierda mediática y política cuando se manifiesta la dere‐ cha. Creer en la democracia re‐ presentativa
no convertirla en la coarta‐ da de un cesarismo que agoni‐ za en su peor caricatura.