Sobre cómo generar problemas donde no los hay y del Ratoncito Pérez
Vaya por delante que mi primera reflexión quiero que sea sobre las redes sociales. Llámense estas Facebook, Twitter o cualquiera de las más de dos docenas existentes; o, simplemente, los grupos de WhatsApp de los que las informaciones no contrastadas saltan de aquí para allá, generando, cuando menos, opinión y, cuando más, polémica, confusión, incluso alarma social. Igual que ocurría, no hace mucho, con los celebres “hoaxes” en los grupos o cadenas de contactos de correo electrónico. Y así, en algún espacio, alguien contó algo, en algún momento, en relación a un dentista que entregó un diente a su paciente después de extraerlo y que, por tanto, ante tan ¡tremendo delito!, fue sancionado posteriormente con una gran multa. Distintas versiones de esta historia llegaron a mis oídos: que si un diente de leche, que si era definitivo (que es peor, por lo visto), que fue el padre del paciente el que denunció… No sé el porcentaje de realidad que tendría la fuente original pero cierto es que existiendo versiones tan dispares, cuesta creer que es verdad. Y, aún así, creemos. Los más inquietos preguntamos aquí y allá, buscando esa fuente original que nadie nos llega a confirmar, aunque más de medio mundo tiene un cuñado o una vecina que siempre controlan de estos temas. Tras estos intentos frustrados, te acercas a otro alguien que parece tener algo más oficial y resulta que “en el hospital nos han dicho que [… ]” más de lo mismo: seguimos sin tener fuentes fiables. Preguntas entonces en sociedades científicas, en colegios profesionales, en la universidad y hasta buscas, de nuevo, respuesta en esas redes que trajeron la inquietud. Y, buscando, buscando, llegas a encontrar algo. En un texto publicado en marzo de este año, en una web donde se intentan aportar soluciones legales a determinados temas sanitarios, explican mejor la historia. Con gran prudencia, se hacen eco de la historia, cuestionando igualmente su veracidad: …“Queremos advertir que, en ningún momento hemos podido verificar este hecho, ya que en dicho mensaje no se adjunta ningún escrito de ninguna administración, por lo que hay que poner en duda la veracidad de dicha información”. En este punto, aun partiendo quizás de la nada, pero ante un problema importante (parece banal pero extraer a un niño un diente y no dárselo después para el Ratón Pérez es muy duro), por lo menos, alguien se ha tomado las molestias en intentar aportar algo de luz. En el citado artículo nos indican que los dientes temporales entrarían dentro de la categoría 9 de residuos biosanitarios especiales (“resto anatómico humano reconocible como tal”) y, por lo tanto, deben tratarse como indica la normativa vigente, es decir, deben ser depositados en un envase rígido o semirrígido, opaco y con cierre.
Y aquí empieza lo difícil: la normativa está, la ley está, pero ¿cómo la interpretamos? Supongo que no sólo me pasa a mí eso de leer cualquier tema legal y no saber realmente a qué se refiere, ni cómo traducir todas esas palabras y términos a nuestro mundo profano en esa materia. En el artículo intentan aclarar que un residuo biosanitario hace referencia a elementos potencialmente contaminantes. Ahí queda abierto el debate sobre si un diente temporal lo es o no lo es. ¿Por lo tanto queda al albur del juez que lo juzgue? Finalmente y, tras reconocer, además, que también todo depende de las legislaciones autonómicas (por ejemplo, la Comunidad de Madrid excluye a los dientes de este tipo de residuos), la recomendación no puede ser más triste: “Lo ideal sería no entregar al paciente ningún resto, pero, ante la insistencia, lo que se puede plantear el odontólogo sería limpiar el diente, no dejando resto orgánico alguno, dejar el diente en la bandeja y salir del gabinete. Si el diente no está al volver no tenemos autoridad para “cachear” al paciente”. Así pues, durante unos meses, he convencido a los padres de mis pacientes de que no los podía entregar, explicando a mis pacientitos que le podían dejar la cajita donde ponemos los dientes con un trocito de queso, que el Ratón Pérez lo entendería y que, seguramente, eso le iba a gustar más aún. He tenido los dientes en hipoclorito y he llegado a entregarlos en bolsas precintadas después de esterilizarlos, pese a que mi cerebro se resistía a entender este absurdo. Finalmente, hace unos días, el Ilustre Colegio Oficial de Odontólogos y Estomatólogos de la Iª Región se ha pronunciado con la siguiente información: “De conformidad con el DECRETO 83/1999, de 3 de junio, por el que se regulan las actividades de producción y de gestión de los residuos biosanitarios y citotóxicos en la Comunidad de Madrid, Anexo I, Grupo 9, las piezas dentarias están excluidas de la consideración de Residuos Biosanitarios Especiales (clase III)”. Según esto, los dientes no tienen que cumplir esos criterios de recogida de residuos especificados en dicho Decreto, de manera que, por lo menos en la Iª Región, podremos seguir entregando los dientes a nuestros pequeños pacientes. Habrá que contar con el buen hacer de los abogados, de los “interpretadores de las leyes y normativas” y con la buena voluntad de los usuarios para no generar problemas donde no los hay.