El impacto del COVID-19 en la profesión dental. Aspectos ergonómicos
Por Dr. Juan López Palafox, coordinador de Legislación y Peritación en Odontología de la Universidad Alfonso X El Sabio y miembro del Comité Científico de DM El Dentista Moderno.
Estos días estamos muy preocupados por los contagios que se van produciendo entre los profesionales de la sanidad. Ante todo quiero expresar mi admiración por todos los colegas sanitarios, médicos, enfermeros, auxiliares que, más allá de los principios hipocráticos, están luchando para salvar vidas por encima de sus posibilidades humanas. Debemos estar orgullosos de nuestro sistema sanitario y presumir de tener un sistema que no deja a nadie abandonado. Y, como no podía ser de otro modo, debo rendir homenaje a nuestros colegas odonto-estomatólogos en activo, que están apoyando profesionalmente dentro de sus posibilidades. Recordemos que ya hay unos cuantos profesionales de la odontología contagiados, que han demostrado su profesionalidad atendiendo a sus pacientes hasta que las Autoridades civiles, a través de los colegios profesionales, les han recomendado dejar de hacerlo, limitándose a la atención de casos urgentes. Además, han cerrado sus clínicas por el mandato colegial, donando todas sus existencias de mascarillas, guantes y batas a los centros hospitalarios para ayudar a los demás. Al igual que otros sanitarios, el nuestro es un grupo de riesgo que ha estado sujeto a los contagios en momentos críticos. La enfermedad se transmite fundamentalmente en los periodos de incubación asintomáticos. Se ha transmitido en un momento en el que muchos no lo conocían de cerca, en los días previos a que el Gobierno de la nación dictara medidas extraordinarias. Las clínicas han estado trabajando a pleno rendimiento y precisamente en ese tiempo es, posiblemente, cuando se han producido los contagios, lo mismo que ha ocurrido en el caso de otros profesionales sanitarios. Todos tenemos algún colega conocido con síntomas de la enfermedad. Cada día nos llegan noticias de nuevos colegas ingresados en centros hospitalarios. Quiero rendir un homenaje a todos ellos, pero debo recordar con cariño a cuatro antiguos alumnos nuestros, italianos, que tienen su residencia y clínica en la ciudad italiana de Turín, que lo están pasando mal, victimas del COVID-19. No es momento todavía de analizar las circunstancias que concurrieron en cada caso y, mucho menos, de juzgar qué se hizo bien o mal. Sin embargo, quiero recordar que al hablar de enfermedades profesionales, en la asignatura de Ergonomía, en su último capítulo dedicado a las enfermedades infecciosas, habitualmente no se consideran profesionales, aunque debían estar en ese mismo grupo, ya que muchas de ellas dejan secuelas importantes (por ejemplo, hepatitis B).
Ese tema de la ergonomía está dedicado al estudio de las barreras de protección biológica. Los objetivos, por todos conocidos, son: luchar contra la cadena de infección, limitar las vías de transmisión, actuando sobre los instrumentos o superficies y los posibles huéspedes. No creo necesario recordar las normas que se explicaban en ese tema, respecto al uso cuidadoso de mascarilla, bata de un solo uso, guantes, gafas, etc., por todos conocidas. Somos uno de los colectivos profesionales que trabajamos más próximos al paciente y, cuando ese paciente constituye un foco de infección, estamos en una situación de riesgo extremo. Esta situación actual pasará y volveremos a la normalidad. Sin embargo, confío en que el recuerdo de esta pandemia quede perenne y que se adopten medidas de prevención rigurosas. Quiero recordar lo que se explicaba en esa clase de Ergonomía, respecto a cómo se rompe la cadena de protección: Uso incorrecto de los guantes, por ejemplo, escribiendo recetas o datos de la historia con ellos puestos, con lo que contaminamos ese bolígrafo que luego será instrumento de propagación. Mascarillas que no tienen las condiciones de aislamiento y alta filtración, que no cambian de forma continuada en cada paciente, como indican las normas de ergonomía. Falta de bata aislante de un solo uso, que de forma habitual se utiliza en cirugías, pero no es habitual en otros pacientes, para otros tratamientos, salvo el caso de profesionales estrictos que sí mantienen esas normas. Uso incorrecto de gafas, sin esterilizar entre pacientes, usándolas de forma continuada con todos los pacientes o, incluso, no usándolas nunca. Manipulación de la lámpara de iluminación sin protección adecuada o sin cambiarla entre pacientes. No podemos olvidar el uso de pijama quirúrgico, que debe cambiarse continuamente y estar protegido en el acto profesional por una bata desechable. Todas estas medidas, al seguirlas de forma rigurosa, incluyendo limpieza de gabinetes, etc., evitarían la aparición de infecciones conocidas. No obstante, debo recordar que cada vez son más los profesionales que observan estas normas en su totalidad, de forma estricta. Las imágenes que ofrece la televisión son deprimentes. Hemos visto grupos de sanitarios, explicando cómo hacer delantales quirúrgicos utilizando bolsas de basura. Nos han dado explicaciones para la fabricación de mascarillas caseras y tantos inventos más, típicos del ingenio de los españoles. Estas escenas que nos parecen curiosas, deben quedar ahí y debemos esperar que nunca más tengamos necesidad de solicitar medios de protección, por carecer de ellos. También pido que nunca más tenga que pagar con su vida un sanitario por falta de esos medios de protección necesarios para realizar su labor tan grandiosa, ayudando a los demás.