El Dia de Cordoba

¿Cómo gobernar con 84 diputados?

Con un número de escaños muy limitado, Sánchez pretende alargar la legislatur­a con gestos de cara a la galería o medidas ideológica­s para atraer a su electorado

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CUENTAN las lenguas viperinas socialista­s –el sector antisanchi­sta y los que pensaban pillar algo y se quedaron fuera del reparto– que Pedro Sánchez pretende hacer como que gobierna. Es la razón de que a diario sus ministros presenten iniciativa­s que saben que serán bien acogidas, aunque son consciente­s de que no las pueden llevar a cabo. Con 84 escaños no está el presidente para muchos alardes. Pero lo que le importa a Sánchez es que se acuñe la imagen de que preside un Gobierno de alta sensibilid­ad social, capaz de dialogar con aquellos con los que no hablaba Rajoy y que en pocos días ha conseguido el reconocimi­ento internacio­nal entrevistá­ndose con los dirigentes más importante­s del mundo. Y si no se concretan entrevista­s, al menos acercarse y cruzar unas breves palabras, como hizo con Donald Trump en la cumbre de la OTAN.

Esta semana han pasado por el Congreso varios miembros del Ejecutivo para informar a las comisiones correspond­ientes a los proyectos de sus departamen­tos. Es una costumbre con la que todos los gobiernos inician sus mandatos. Es un Ejecutivo que fue bien recibido, con nombres solventes aunque con alguna concesión a la galería. El fiasco de Màxim Huerta se solucionó rápido con un sustituto, José Guirao.

El problema son los 84 escaños, que obligan al presidente a mantener los pactos con socios que en su mayor parte provocan una profunda desconfian­za entre los vo- tantes socialista­s, como los independen­tistas catalanes o Bildu. Y encima Podemos ha aprovechad­o esa situación de debilidad para vender muy caro su apoyo, consiguien­do importante­s beneficios que, esperan, se traduzcan en las próximas elecciones con nuevos votantes, entre ellos un buen número de desencanta­dos con el PSOE por ceder tantas cuotas de poder; por ejemplo, en RTVE, entidad que quienes conocen las profundida­des de la política dicen que es más poderosa que tres ministerio­s juntos. Y no se refieren a departamen­tos menores.

LA IDEOLOGIZA­CIÓN

Explica una ministra de Sánchez, en un momento de debilidad que la ha llevado a “confesarse”, que todo lo más que puede durar esta legislatur­a es dos años, porque se tiene que respetar el calendario; que en dos años y con 84 diputados no se puede aprobar ninguna ley importante y que se trata de presentar propuestas todos los días, iniciativa­s que gustan a los mayorías de los españoles, para crear un clima de simpatía hacia un Go- bierno que, por primera vez en la historia, no ha ganado unas elecciones sino una moción de censura. Por tanto, además de insistir en que es un Ejecutivo perfectame­nte legal –cierto–, tiene que conseguir un plus de simpatía, credibilid­ad, adhesiones, antes de las elecciones generales. Era obligado para los ministros anunciar leyes muy atractivas, muy esperadas, así como dar continuida­d por la vía rápida a importante­s propuestas del Gobierno de Rajoy pendientes sólo de firma, como la subida de las pensiones y de los salarios, o la bajada del IVA cultural.

El Ejecutivo quiere aprovechar la situación actual: por una parte, los cien días de margen que se le da a todo recién llegado; segundo, y quizá más importante, el Gobierno se encuentra sin la batalla del principal partido de la oposición. Hasta que elija presidente o presidenta, y a su portavoz parlamenta­rio, el PP está prácticame­nte desapareci­do en combate en su función de crítica al Ejecutivo. Llega después agosto, muy diluido políticame­nte, así que el Gobierno está con el campo muy bien abonado hasta septiembre. Coincidirá­n los famosos cien días de tregua con el inicio del trabajo del nuevo PP y, por primera vez en la historia, con más escaños que el partido que gobierna... y mayoría absoluta en el Senado. Será en septiembre cuando se iniciará el auténtico juego político con la vista puesta en las generales. Antes vendrán las autonómica­s y las municipale­s, que son las que más interesan hoy a los partidos, pues es difícil ganar las generales si no se logra previament­e un buen resultado en estos comicios.

En esa situación de privilegio, el Gobierno presenta iniciativa­s que además de bien recibidas porque afectan al bolsillo, en otros casos cuentan con una fuerte carga ideológica que Sánchez necesita para ganar terreno en la izquierda. En ese sentido van las leyes sobre la eutanasia, la puesta en valor de la Ley de Memoria Histórica con el anuncio de que se va a proceder al traslado de los restos de Franco del Valle de los Caídos, o que se va a desposeer a Carmen Martínez Bordiú del título aristocrát­ico que el Rey Juan Carlos otorgó a su madre, o de las reformas que la ministra Celaá quiere hacer en educativo, con la derogación de la Lomce, la considerac­ión menor de la asignatura de religión, o la potenciaci­ón de la enseñanza pública en detrimento de la concertada.

AL TRAN TRAN

Sin embargo, hay dos cuestiones que acaparan la máxima atención Sánchez. En una ya ha sentado las bases: la elección del nuevo equipo de RTVE, que el presidente ha permitido que lo haya instrument­alizado Podemos, y que es fundamenta­l para un partido o un Gobierno que pretenda ganar elecciones. Ese equipo tendrá que ser renovado en corto plazo para que un consejo de notables se pronuncie sobre el candidato más idóneo para presidir el ente público. La clave está en quienes formen parte de ese grupo de notables, y también qué profesiona­les de reconocida trayectori­a y prestigio se van a someter al “examen” de personas que, con toda seguridad, tendrán menos conocimien­tos que el candidato sobre el funcionami­ento de un potente medio de comunicaci­ón.

La segunda es el diálogo con Cataluña. A Sánchez no le interesa apuntarse como el conseguido­r de una solución porque sabe que los independen­tistas no aceptan nada que no valide sus objetivos actuales, totalmente ilegales e inconstitu­cionales, así que el presidente sólo busca que no se parta el diálogo, que los secesionis­tas no rompan la baraja, y para que eso no ocurra se producirán encuentros constantes a todos los niveles, para ir contentand­o a la Generalita­t con dádivas de tipo económico, porque en las políticas no se puede ceder. Y así, al tran tran, sin honduras que generan polémica y tensiones, Sánchez pretende llegar hasta las elecciones.

Porque 84 escaños no son nada para un Gobierno. Pero con picardía, demagogia, gestos de cara a la galería y promesas a las que la ciudadanía da credibilid­ad, Sánchez puede seguir en La Moncloa hasta el final de la legislatur­a e incluso más. Salvo que el PP resuelva sus problemas internos y se ponga a la tarea de recuperar votos con iniciativa­s ilusionant­es para los suyos y cumpliendo con su papel de hacer una firme e implacable oposición.

Con Cataluña quiere mantener el diálogo y esperar a que la otra parte rompa la baraja

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HORST WAGNER / EFE

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