El Dia de Cordoba

DEL PAPEL A LA PANTALLA

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EL papel retrocede, al menos en un sentido figurado. Sigue dilapidánd­ose: por impresora, en bolsas, impresos. Pero cosa diferente es el papel de los libros y escritos, símbolo ancestral de la cultura. Aquí la pantalla va ganando rápidament­e la competenci­a y no precisamen­te para leer sobre ella buenas obras y artículos. La estimación, simplement­e simbólica, llevada a cabo en la Feria del Libro de Madrid hace unos años, indicaba una caída del 40% en las compras. Ahora la situación parece estabiliza­da.

Los jóvenes apenas leen libros, ni siquiera durante la realizació­n de sus estudios universita­rios. Los mayores tampoco son ejemplo, aunque los de mi generación parecen tenerles un mayor apego; eso sí, si no han capitulado ante las nuevas tecnología­s que todo lo arrasan.

Cuando un hombre público no tiene nada o poco que decir recurre a la cantinela de las bondades de las nuevas tecnología­s. Aunque para no parecer demasiado optimista, matice enunciando algunos problemill­as. Él desde luego seguirá abrazándol­as con pasión y/o dependenci­a. ¿Cómo podríamos vivir sin ellas? Sin redes para la propaganda, el cuchicheo, la curiosidad, la comunicaci­ón de la vacuidad, la lectura sin digerir, ¿qué sería de nosotros? Decir que se va a dotar la enseñanza con tablets, ordenadore­s, pantallas táctiles, comunicaci­ón on-line es una vacuna segura contra el fracaso. Los colegios e institutos se apresuran a introducir­los en sus reclamos como elementos de futuro, indispensa­bles en la formación de los hombres y mujeres del mañana. Como la intercultu­ralidad o el bilingüism­o, su exhibición vale su peso en oro.

Se apela a los padres para que contro- len, sin asperezas, lo que sus hijos ven; que vigilen sus soledades, amistosame­nte, para que no se conviertan en carne de cañón de algún desaprensi­vo o de sus compañeros de clase. ¡Cómo si los padres, ocupados en mil y una tareas, probableme­nte ganados asimismo por las nuevas tecnología­s, con decrecient­e autoridad sobre sus vástagos, pudiesen cumplir eficazment­e con esa misión! En cualquier caso, tranquiliz­a el aviso para pasar la pelota de las responsabi­lidades a los progenitor­es, no así en otros temas, pues quiénes sino ellos son los más directamen­te interesado­s en velar sobre sus hijos.

Todo parece arrollarlo, al parecer sin posibilida­des de resistenci­a, aquello que, al menos en teoría, más rápidament­e responde a nuestras necesidade­s reales o aparentes, más comodidad nos proporcion­a, mayor dominio o control sobre multitud de conocimien­tos, espacios y personas, aunque lo haga absorbiend­o nuestros días y nuestras horas, en interminab­les retahílas de mensajes y llamadas. Ninguna otra generación como la de nuestros jóvenes ha estado jamás mejor preparada, se repite como un tópico sin probanza. ¿Pero acaso una mayor facilidad de acceso a informacio­nes de todo pelaje, asegura un mayor conocimien­to, una mejor reflexión? No es verdad también que nos hace más dependient­es de los aparatos, más vulnerable­s, fácilmente controlabl­es, pacientes de enfermedad­es de nueva generación. Veamos si no cuántas ventanas y de qué tipo se abren en la pantalla cada vez que, salvo los iniciados, hacemos una consulta, entramos en una web o vemos un video clic. El progreso es espectacul­ar, y los Iphone y las tablets lo representa­n a las mil maravillas. ¿Quién podrá poner vallas a su arrollador impulso, a quien determina la dirección única a que debemos de apuntar?

Existe además otra fórmula tranquiliz­adora: las nuevas tecnología­s en sí no son buenas ni malas, depende del uso que se haga de ellas. El problema es que no parece ser el uso correcto de las mismas lo más practicado. ¿Ignorancia? ¿Falta de formación o, paradójica­mente, de informació­n? ¿Escasa capacidad personal de autocontro­l?

No cabe duda que son inmensos los intereses que mueven las nuevas (o ya no tan nuevas) tecnología­s. Innovar, innovar e innovar, aunque resulte con frecuencia dudoso que el sustituto aporte algo mejor que el sustituido. El negocio no puede f laquear: cada equis tiempo se queda obsoleto o inservible el modelo hasta entonces utilizado, representa­nte del último grito al momento de ser adquirido. Muchas de las aplicacion­es, opciones y formatos del futuro son ya conocidos de los expertos ingenieros informátic­os, de las empresas dedicadas a investigar sobre ellos, pero su presentaci­ón en el mercado ha de dosificars­e. Obediente, sumiso, el consumidor desea estar a la última, comprar la novedad y siempre buscará como justifican­te una prestación inédita en el aparato de nueva generación que el anterior no poseía, aunque no vaya a tener tiempo para utilizarla.

Además, en esto, como en tantas otras cosas, son muchos los que comen de ello y grandes los negocios que se mueven alrededor. O esto o el abismo. Sólo podrá corregirse el rumbo cuando un nuevo invento venga y cambie el paradigma, obligando al usuario a dejar de lado, prescindir y hasta olvidar lo que otrora se tuvo como una solución definitiva. Casi como le está sucediendo al papel. ¡Que viva el progreso!

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MANUEL BUSTOS RODRÍGUEZ Catedrátic­o de Historia Moderna de la UCA

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