El Dia de Cordoba

LA CONSPIRACI­ÓN

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ALLÁ por los primeros años noventa, cuando todavía vivíamos en los fulgores de la Expo y de los Juegos de Barcelona, un grupo conspicuo de periodista­s que se creían más de lo que eran, algunos jueces y fiscales de la Audiencia Nacional jugando a aprendices de brujo, algún banquero émulo de Fouché e incluso una parte no pequeña de la Conferenci­a Episcopal, al lado, claro, de los políticos de la cuerda, pusieron en marcha una operación para desalojar del poder a Felipe González utilizando para ello el arma de la desestabil­ización social. Partían del convencimi­ento de que a través de las urnas no ha- bía forma de quitar a un presidente del Gobierno que había completado tres mandatos y se dirigía sin muchas dificultad­es a por el cuarto. Fue lo que uno de los integrante­s de aquella trama, el entonces director de Abc Luis María Anson, definió algunos años después como la conspiraci­ón y resumió en una frase que, ya con Aznar en el poder, hizo bastante ruido: “Para terminar con González se rozó la estabilida­d del Estado, pero era la única forma de sacarlo de ahí”.

Los lectores más veteranos guardarán algún recuerdo de aquello. Se puso en marcha una ofensiva mediática y judicial en la que partiendo de hechos más o menos verosímile­s se intentó crear, y hasta cierto punto se consiguió, un clima de crispación que amenazó los mismos cimientos del sistema democrátic­o. Cualquier diligencia ordenada por un juez, por nimia que fuera, era presentada como un escándalo de proporcion­es inauditas; se llamaba a declarar y hacer el correspond­iente paseíllo a cualquiera con tal de que fuera socialista; se utilizaba la prisión preventiva con enorme laxitud e incluso algún periodista renombrado de la época, que había defendido poco antes la necesidad de combatir a ETA en Francia por métodos al margen de la ley pasó, sin cambiarse de tirantes, a querer meter en la cárcel al presidente por no haber parado los GAL. El clima irrespirab­le se creó pero no fue suficiente para echar a González en 1993 y tuvieron que esperar tres años más.

Viene esta vieja historia a cuento de lo que, corrigiend­o escalas de tiempo y lugar, se está viendo en la agitada precampaña andaluza. Se ha puesto en marcha por los mismos de siempre un ventilador que pretende extender la sensación de que Susana Díaz es la capitana de una banda de ladrones, que fue ella la que diseñó los ERE o está detrás del uso de las tarjetas de la Fundación de Empleo en los prostíbulo­s. Es más de lo de siempre, aunque con mayor virulencia, y su objetivo está claro. Todavía será peor si gana el 2 de diciembre. Lo verán.

En los noventa se creó un clima irrespirab­le para echar a González; ahora se intenta algo parecido en Andalucía

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JOSÉ ANTONIO CARRIZOSA jacarrizos­a@grupojoly.com

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