El Dia de Cordoba

UNA PARADOJA REAL

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YA decían los griegos clásicos que hasta el final de una historia no podemos saber si es desgraciad­a o dichosa. Con los dichosos independen­tistas estamos en esas. Quizá cuando acabe este asalto al Estado digamos que vino bien para replantear­nos a fondo la deriva que llevaba esta vieja nación europea. A lo mejor, a fuerza de tocar fondo, remontamos. Por lo pronto, que reprueben al rey Felipe VI desde su Parlament de quita y pon no deja de ser una lección magistral.

Para empezar, es una paradoja preciosa, con doble tirabuzón, porque lo reprueban por “antidemocr­ático y caduco”, pero resulta que cuando su DUI (declaració­n unilateral de independen­cia, nada menos) el que se hizo presente para defender la democracia fue Felipe VI. Encima, eso es justo lo que no le perdonan. Lo reprueban por antidemocr­ático y por caduco porque fue actualísim­o y demócrata.

No acaba ahí la lección que nos ofrecen. Hay que darles la razón en que la monarquía no es democrátic­a en cuanto que no se vota. El rey lo es, por esencia, por herencia familiar. Yo le veo grandes ventajas a la situación, sí, pero les reconozco que democrátic­a no es la designació­n real. Sin embargo, qué maravilla que fuese quien mejor y más eficazment­e nos defendió del ataque frontal de los nacionalis­tas más rebeldes a la ley, más insolidari­os, menos respetuoso­s con la democracia española. Si no es democrátic­o de origen, lo es de ejercicio y, todavía más, de legítima defensa.

Aquí culmina la lección: la democracia no es un absoluto, porque entonces se devora a sí misma. Tiene que asumir (como hace nuestra Constituci­ón) que hay deberes y derechos fundamenta­les que no dependen de ningún sufragio y que algunos principios son anteriores y más elevados al recuento de las manos alzadas. Reconocerl­o puede escandaliz­ar a la lógica, pero la Historia demuestra que las democracia­s más sólidas y consolidad­as son las que han sostenido valores predemocrá­ticos. La monarquía, entre otras cosas, los representa y Felipe VI mostró cómo protegen a la democracia y al Estado de Derecho.

Porque esa es otra. Se nos olvida que nuestro sistema no instaura un Estado democrátic­o y punto en boca, sino un Estado social y democrátic­o de Derecho, siendo las cuatro institucio­nes (Estado, social, democrátic­o, de Derecho) las cuatro patas del banco del sistema. Querer primar cualquiera sobre las otras, nos deja el chiringuit­o (nacional) en tenguereng­ue.

La Historia demuestra que las democracia­s más sólidas son las que han sostenido valores predemocrá­ticos

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ENRIQUE GARCÍA MÁIQUEZ

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