El color como resistencia
● El Thyssen de Málaga acoge la exposición ‘Matisse. Jazz’, centrada en el libro ilustrado que el artista publicó en 1947 a partir de papeles recortados
Fue en 1941, a sus 72 años, cuando Henri Matisse (1869 – 1954) recibió un severo diagnóstico de cáncer ya avanzado. A pesar de la intervención quirúrgica a la que fue sometido, los médicos le dieron seis meses de vida. Él pidió cuatro años para terminar los proyectos en los que estaba embarcado. Finalmente, y contra todo pronóstico, vivió otros trece años, pero resultaron especialmente amargos: por un lado, los nazis in- vadieron Francia y su propia hija, Marguerite, fue víctima de detenciones y torturas; por otro, la enfermedad lo mantuvo atado a una silla de ruedas, postrado ya y sin fuerzas para coger el pincel.
Poco antes de su operación, en agosto de 1940, Matisse había recibido la carta del editor Estratis Elefteriades, más conocido como Tériade; un personaje de origen griego que publicaba la revista Verve (verdadero escaparate de las vanguardias artísticas parisinas) y que había editado libros ilustrados de artistas como Pi- casso, Chagall, Miró y Léger. En aquella carta, Tériade manifestaba a Matisse este deseo: “Sueño con un libro sobre el color Matisse”. Al pintor le gustó esta expresión pero, más aún, una vez castigado por la enfermedad, comprendió que había una posibilidad para seguir creando sin tener que coger el pincel. Y la posibilidad se la brindó el papel: comenzó recortando figuras que luego pintaba convenientemente con colores vivos y con motivos muy diversos que sus colaboradores ensamblaban después. Tériade quedó en- cantando y publicó algunos de estos recortes en Ver ve, pero pronto comprendió que su deseado libro ilustrado de Matisse estaba a las puertas. El artista continuó trabajando en sus recortes pintados hasta 1944, aunque posteriormente quiso introducir unos textos, escritos con pincel y pintura aguada, en los que añadió a aquel estallido de color reflexiones sobre el arte, la vida cotidiana, la mirada poética de la existencia y otros asuntos. En uno de esos textos escribió: “Dejar el pincel para coger las tijeras”: éste había sido el procedimiento de su particular resistencia. En 1947, al fin, el libro estaba listo y, tras definirlo como una “sinfonía de colores”, Tériade decidió bautizarlo, sencillamente, como Jazz. De aquel libro se editaron 250 ejemplares artesanales (con singularidades particulares en cada uno) y otros cien sin textos que Matisse regaló a diversos museos. Entre ellos, el Museo de Montpellier.
Y es éste el ejemplar que, tras su correspondiente préstamo desde el museo francés, protagoniza la exposición que acoge la Sala Noble del Museo Carmen Thyssen de Málaga, dotada de hilo musical jazzítico para la ocasión: Henri Matisse. Jazz reúne las veinte láminas que componen el libro junto a una reproducción facsímil de los textos. Sin un discurso homogéneo, las figuras creadas en papel por Matisse representan escenas circenses, elementos vegetales y otros motivos (incluida la fabulosa referencia mitológica a Ícaro) que, como apuntó la directora artística del museo, Lourdes Moreno, “permitieron a Matisse encontrar la síntesis de realismo y abstracción que había buscado durante más de cincuenta años”. La muestra podrá verse hasta el 13 de enero. Tal y como explicó Lourdes Moreno, en este trabajo “no hay un solo matiz de tristeza, ningún gris, a pesar de la dura experiencia que Matisse atravesó aquellos años. En cambio, apostó por el color en todo su esplendor, sin fisuras”. Acaso, éste fue su mejor legado. Si el pulso no sostiene el pincel, siempre habrá unas tijeras a mano.
Lourdes Moreno
Directora del Museo Matisse encontró la síntesis de realismo y abstracción que buscó durante medio siglo”