Cautela en Añora tras la reapertura de la hostelería
Los noriegos vuelven a los bares con timidez tras 20 días de cierre y cifras de vértigo de contagiados por el coronavirus
Añora escribe otra página de su historia con la pandemia: la de la reapertura de los establecimientos comerciales y hosteleros tras un mes con una tasa de incidencia y casos positivos que obligaron a la Junta de Andalucía a decretar la fase 4, en grado 2, para evitar los contagios por coronavirus. Un lunes que, si bien denotaba alegría entre los habitantes por haber superado esa trágica página de su historia, la cautela, el recelo y el miedo seguían estando presentes en una localidad de 1.500 habitantes que ha vivido semanas de ansiedad, con muchas familias confinadas por la alta tasa de incidencia.
Los establecimientos comerciales con los que cuenta Añora se encontraban todos catalogados como esenciales o bien entre las exclusiones de servicios que estimó la Junta de Andalucía, por lo tanto, ha sido la hostelería la gran perjudicada en este mes de puertas cerradas. En un recorrido por sus calles y establecimientos se puede ver como los noriegos están siendo prudentes en cuanto a la reapertura de la hostelería, asomándose con timidez a los bares para tomar un café a primera hora, y sin embargo, alegres porque ya estén abiertos.
En el polígono de Añora, en el bar La Carpintería, Michel, su dueño, contaba que la mañana estaba muy tranquila. “Se nota como la gente aún parece tener miedo y prefiere no salir, especialmente las personas de más edad”. El gerente del bar se quejaba de que ha sido “un mes muy malo”, y que la hostelería “lo está sufriendo mucho”, sin ayudas a la vista para paliar esta situación que, “siendo prudentes” comenzaron 10 días antes de que lo decretase la Junta. Ya desde junio se notaba que la gente no quería arriesgarse, y desde entonces se ha visto reducida la clientela, aunque el hecho de contar con una terraza hacía del bar un lugar seguro, “pero ha sido la gente joven la que sí ha seguido saliendo”.
Quiso el destino que Añora, un pueblo que supo pasar sin contagios casi los primeros nueve meses de pandemia, viviera su peor momento en Navidad. Se ha vivido un mes de calles vacías, familias confinadas y de una vuelta al cole de forma tímida y gradual, especialmente las dos primeras semanas, ya que en estas fechas casi todas las aulas están al completo.
Con vecinos ingresados en la UCI del Hospital Comarcal Valle de Los Pedroches de los que todos estaban pendientes de su evolución, y que, afortunadamente, ya han vuelto a sus casas, el miedo parece haberse impregnado en las casas de tiras de Añora, por donde se asoman vecinos esperando que escampe el temporal del covid.
Una de las tiendas más conocidas y transitadas por los noriegos es el Bazar de Pili Gutiérrez, en la calle Concepción, epicentro de Añora, donde los vecinos guardan cola y distancia en la puerta para no juntarse más de dos personas en el interior. Pili cuenta que su establecimiento ha podido seguir abierto, si bien con restricciones de horarios, aunque “todo este mes las ventas fueron a domicilio, recibía los pedidos por teléfono, el pago por Bizum y la entrega en las puertas, porque eran muchas las familias que estaban confinadas por positivos o contacto estrecho”.
Entre los productos más demandados en su tienda no podían faltar las bombonas de butano, todo tipo de productos desinfectantes, y también platos y vasos de plástico, porque había casas donde los positivos estaban aislados en sus habitaciones y se cuidaba al máximo estos detalles. Pili, que también es madre, reconoce que sus hijas y todos los niños necesitan un respiro, porque llevan desde las vacaciones metidos en casa.
El cierre perimetral de Añora ha beneficiado en cierta forma a los establecimientos esenciales que podían permanecer abiertos, especialmente los de alimentación, ya que muchos vecinos que viven en los campos se acercaban o hacían sus pedidos en las tiendas de la localidad, centralizándose toda la compra en los comercios locales y no en los supermercados de Pozoblanco como ocurría antes del cierre.
En la tienda de Juanka, regentada por una joven pareja, cuentan que desde marzo decidieron poner, además de productos de alimentación, comida preparada. Con la carta de platos pegada en la pared en llamativos colores es difícil no caer en la tentación.
A la reapertura de la hostelería, se sumaba ayer que la tasa de incidencia está en 457,5 por cada 100.000 habitantes, por lo que se ve la luz también para dejar atrás el cierre perimetral del municipio. Un punto de inflexión favorable para una localidad que ha pasado por uno de sus peores momentos, esperando que pronto los vecinos pierdan el miedo sin dejar de lado la prudencia y la responsabilidad.