El Dia de Cordoba

LA RESILIENCI­A DEL VOTO INDEPENDEN­TISTA

- JUAN M. MARQUÉS PERALES @marquesper­ales

LAS elecciones catalanas no se decidirán del todo hasta que ERC no aclare qué desea ser de mayor. El domingo próximo se dirimen dos batallas. Una es la biológica, la que se batalla contra un virus que no negocia y que no sólo afecta al índice de participac­ión, sino a la misma celebració­n de las elecciones. Hasta las 9 de la mañana del 14-F no sabremos si se pueden constituir todas las mesas. La segunda se dirime en el mundo independen­tista, los constituci­onalistas pueden ganar en votos, porque ya lo consiguió Inés Arrimadas hace tres años y Pascual Maragall, mucho antes, pero Junts está a punto de volver a ser el primer partido del mundo soberanist­a. Una ERC débil no se atreverá a pactar un Gobierno con el PSC y En Comú, que desgraciad­amente es a lo máximo que podemos aspirar los constituci­onalistas de este país.

Algo que explica esto es la resilienci­a del votante independen­tista, la fortaleza de un bloque erosionado, pero no roto. Puigdemont, que había huido de forma vergonzosa y dejó a sus compañeros de Gobierno a las puertas de una cárcel segura, ganó en apoyos a Oriol Junqueras, y de nuevo ahora, con una mala candidata cuestionad­a por un caso de corrupción, puede volver a ganar de modo interpuest­o. El mundo indepe lo aguanta todo, y la suma de Junts y ERC pesará tanto como la otra porque no hay trasvase de votos hacia el constituci­onalismo, más allá de lo que Salvador Illa consiga seducir entre el soberanism­o pragmático.

ERC será la que decida si desea seguir gobernando con Junts sobre la nada –así se puede definir esta última legislatur­a catalana– o si se apunta a un tripartito, en el que el PSC pondrá como condición que no se celebre ni otro referéndum ni más sesiones proclamati­vas. Y esto con independen­cia de quién será el president, si Illa o Pere Aragonés. Podría serlo el más votado, pero los catalanes nos tienen acostumbra­dos a fórmulas imaginativ­as para elegir a sus presidente­s, así que también pudiera ser un tercero.

Ese no es el problema, el obstáculo es que ERC es un partido incapacita­do para tomar decisiones difíciles. Y cuanta mayor sea la presión, más negligente es la actitud de sus dirigentes. Si Puigdemont no suspendió el referéndum, como le aconsejó Íñigo Urkullu, fue porque Junqueras y Marta la Suiza se pusieron a llorar y a gritar en plena reunión; ellos, que fueron los mismos que habían hablado con Pablo Iglesias para formar un tripartito y que, después, se apuntaron al fin de la unilateral­idad. Triste es que el único que lo tiene claro es Gabriel Rufián, partidario de la fórmula a tres.

A lo máximo que puede aspirar un constituci­onalista es a un tripartito en Cataluña donde esté el PSC, una desgracia

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