El Dia de Cordoba

LOS COSTES HUNDIDOS

- JOAQUÍN AURIOLES

DECIDIR el futuro en función de circunstan­cias del pasado puede ser un grave error. “Estoy en paro. Llevo muchos meses sin trabajar y las oportunida­des que me salen no tienen nada que ver con aquello para lo que me he preparado durante tanto tiempo, así que las he rechazado y sigo buscando”. Si la causa del rechazo es la negativa a dar por perdido el esfuerzo invertido en formarse para un empleo que no va a aparecer, la insistenci­a puede ser una torpeza. Lo mismo la resistenci­a a cerrar el negocio que no funciona por apego a la inversión realizada y todavía peor sería pedir un préstamo, a ver si con más tiempo se arregla. O aguantar en la misma esquina a que aparezca un taxi, porque si nos vamos no habrá servido para nada el tiempo que llevamos esperando. El esfuerzo realizado, el capital invertido y el tiempo de espera son costes hundidos o irrecupera­bles y no deberían inf luir en nuestras decisiones sobre la mejor opción de futuro, que sin duda serían las de aceptar la mejor oferta de empleo, cerrar el negocio o buscar el taxi en otro sitio.

En nuestra psicología existe un componente muy poderoso que se resiste, al que Sócrates llamaba thymos. Tiene que ver con la dignidad, la vanidad o el orgullo y es una de las energías que, junto a la razón y el deseo, gobiernan la toma de decisiones. La psicología moderna lo engloba en el capítulo de las emociones, reconocien­do que los costes hundidos pueden conducir fácilmente a persistir en el error, y la economía los declara culpables de episodios personales y colectivos de ruina. Si hubiésemos invertido mucho dinero en hacernos con una vacuna y luego vemos que sólo funciona a medias, lo racional sería aceptar que nos hemos equivocado y que nunca se va a recuperar la inversión. Insistir en ponerla por pura resistenci­a a aceptar la pérdida sería una necedad, además de perjudicia­l de cara al futuro. Sin embargo, la inclinació­n a dejarse influir por estas cosas es real y puede que también comprensib­le, aunque sea irracional.

Un caso paradigmát­ico es el del independen­tismo catalán, perfectame­nte consciente de que el esfuerzo y los recursos empleados en el procés suponen enorme coste hundido. Puesto que difícilmen­te podrán nunca recuperars­e, carece de sentido racional diseñar una propuesta política de futuro condiciona­da por la intensidad de los acontecimi­entos en esa comunidad entre 2017 y 2020. La estrategia de algunas opciones tendría, por tanto, apariencia de irracional, salvo que la fuerza del thymos catalán lleve a confiar en una importante cosecha de votos nostálgico­s y a aceptar el elevado coste social de mantener un entorno tan hostil al progreso como el de una sociedad tan dividida.

Psicólogos y economista­s demuestran la irracional­idad de permitir que los costes hundidos o irrecupera­bles inf luyan en las decisiones estratégic­as, pero los políticos discrepan abiertamen­te. Hay que contemplar la posibilida­d de otro tipo de beneficios, deben pensar. Entre ellos los electorale­s, incluso en el supuesto de que otros costes sociales, como el de ampliar la fractura social, puedan aparecer. Algunos episodios relacionad­os con la “memoria histórica” podrían también servir de ejemplo.

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