El Dia de Cordoba

Once meses sin ver a su hijo con autismo porque dibujaba penes en el colegio

● El juzgado archiva el caso tras activarse el protocolo de abusos por un aviso del centro educativo

- Arturo Rivera

Quiere contar su historia “para que no vuelva a pasar”. Un auto del Juzgado de Primera Instancia e Instrucció­n número 1 de San Fernando ordenó a finales de octubre el sobreseimi­ento y archivo de la causa y la suspensión de las medidas cautelares que se habían adoptado casi un año antes –en diciembre de 2019– y que le han obligado a estar separado y sin contacto con su hijo de 7 años durante 11 meses por un presunto delito de abusos sexuales.

“Ni siquiera ha habido juicio, la causa se ha archivado a petición de la Fiscalía al considerar que no había ninguna prueba”, explica. Pero con la orden de alejamient­o se ha perdido casi un año de la vida de su hijo porque además las diligencia­s abiertas chocaron con el frenazo impuesto por la pandemia y el confinamie­nto alargándos­e en el tiempo. “Lo que tenía que haberse resuelto en un plazo de tres meses ha tardado once”, lamenta.

Todo empezó por los dibujos que hacía su hijo en el colegio, cuenta. El menor, que tiene un diagnóstic­o de TEA (Trastorno del Espectro Autista), realizaba en clase dibujos de penes que hacía de una manera obsesiva y que acompañaba de verbalizac­iones de índole sexual que a su corta edad repetía una y otra vez. Tanto que la conducta del niño llevó al centro público a activar el protocolo al sospechar que podía estar ante un posible caso de abusos y a derivar el tema hacia los Servicios Sociales del Ayuntamien­to de San Fernando para terminar luego en la Fiscalía de Menores.

El padre –que tiene la custodia compartida con la madre del menor– lamenta la “ligereza” con la que, en una situación tan compleja y con un menor que tiene autismo, se han adoptado decisiones que han acarreado graves consecuenc­ias. Y culpa sobre todo de lo ocurrido al colegio, con el que antes mantenía ya diferencia­s en torno la educación de este menor con TEA al considerar que no era la adecuada y que, asegura, “no está preparado para atender las necesidade­s educativas de niños con este diagnóstic­o”. “Conozco a otras tres familias con hijos con au

“Ha sido un infierno, no tengo palabras para explicar lo que me han hecho pasar”, relata

tismo que han tenido que sacar de allí a sus hijos”, dice. Él lo ha hecho después de lo ocurrido.

Afirma que se convirtió un problema de conducta asociado al autismo en un posible caso de abusos sexuales sin antes consular con un especialis­ta en la materia e insiste en que se impulsó el proceso legal –con todas las medidas cautelares que implica para asegurar la protección del menor– sin una valoración previa del niño por parte del especialis­ta en autismo del EOEE (Equipo de Orientació­n Específico Educativo), algo que él había solicitado en las reuniones que se mantuviero­n en el centro.

Asegura que desconocía por completo la existencia de los dibujos que hacía su hijo, si bien explica que el niño desde hacía un tiempo se tocaba reiteradam­ente los genitales de manera compulsiva, una “manía” que se asociaba a su trastorno autista y de la que –insiste– había hablado con el centro y estaba siendo tratado con la especialis­ta privada a la que lleva también al menor para ayudarle en su desarrollo .Esta profesiona­l que trata desde hace tiempo al niño –argumenta– le había explicado que se trataba de algo normal en un menor con TEA y, de hecho, se estaba trabajando en cómo corregir dicha conducta. Así se lo había explicado al colegio, que –lamenta– tampoco se puso en contacto con ella para abordar la cuestión.

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