Carmen de la Fuente: “El dolor familiar que vivimos en las UCI se visualiza poco”
● La intensivista está al frente de la Unidad de Cuidados Intensivos del centro sanitario, donde las camas se han duplicado para poder atender la alta demanda de pacientes covid
Para nosotros estas últimas semanas han sido el momento más duro de toda la pandemia”
Carmen de la Fuente es desde febrero de 2018 la responsable de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Reina Sofía, el punto más caliente de la crisis sanitaria provocada por el covid-19. En este centro hizo su residencia y su primer trabajo fue en el Hospital Virgen de la Victoria de Málaga para luego pasar al Infanta Margarita de Cabra, donde ha estado unas dos décadas y ha sido jefa de la UCI.
La doctora, que también es presidenta de la Sociedad Andaluza de Medicina Intensiva y Unidades Coronarias (Samiuc), está afrontando el reto más importante de su carrera desde el hospital de referencia de la provincia. Antes de la pandemia, el Reina Sofía tenía 32 camas de UCI más otras diez extra que se usaban en alta frecuentación o en situación de aislamiento preventivo, sin embargo, después de varias obras y adecuación de otros espacios ha llegado a tener ingresados 65 pacientes críticos, tanto covid como no covid.
–¿Cómo está la situación en la UCI del Reina Sofía?
–Las UCI van por detrás de lo que ocurre epidemiológicamente: disminuyen los casos de hospitalización, pero nosotros todavía no conseguimos evacuar la unidad, aunque recibimos menos pacientes. Estamos un poco mejor, la presión ha bajado algo, pero vamos unos 15 días por detrás de la situación global.
–Hemos pasado unas semanas complicadas en las que en Córdoba ha habido más de 80 personas en críticos. ¿Cómo habéis vivido esos días?
–Nosotros hemos llegado a duplicar las plazas que teníamos para pacientes de UCI. En el Reina Sofía hemos superado los 40 enfermos de covid en esta unidad. Hemos tenido que acoplar a otros pacientes críticos en áreas satélite; es decir, en UCI que hemos abierto de forma paralela, para no dejar de atender a nadie. Esos días se han vivido con mucha ansiedad porque era una sensación de que esto no paraba, iba en ascenso. Me gusta decir que los profesionales nos metemos en una rueda en la que casi no somos conscientes de la situación, pero porque el estrés nos lleva a seguir trabajando y nos estimula, pero ha habido momentos bastante tensos en toda la provincia porque era una avalancha. No podemos decir que se asemeja a lo que fue la primera ola en otras comunidades, pero para nosotros estas últimas semanas sí han sido el momento más duro de toda la pandemia.
–¿Qué nivel de supervivencia estáis teniendo?
–Para hablar de supervivencia hay que analizar muchos factores y no podemos hacerlo a corto plazo. Hay un informe de la Samiuc que señala que la mortalidad está alrededor del 30%, pero hay que dividir esa mortalidad según el tipo de paciente, por ejemplo en si ha recibido ventilación mecánica o no. Más que hablar de mortalidad, me gusta hacerlo de supervivencia porque muchos pacientes han salido de nuestra unidad, más de 150, y hay que quedarse con ese dato. En Córdoba estamos bastante contentos con la tasa de supervivencia y la cantidad de enfermos curados. Incluso pasando a veces muchísimos meses de estancia hospitalaria. Eso es reflejo de la constancia en el trabajo, porque no hay que tirar la toalla en estos casos.
–¿Ha evolucionado el perfil del paciente covid que llega a la UCI? –Sí, y no solo en el Reina Sofía, sino en general. Estamos percibiendo que el paciente es más joven, algo que está impactando. Los factores de riesgo siguen siendo los mismos: son obesos, hipertensos, con insuficiencia cardíaca o con algún tipo de enfermedad que cause inmunosu
El covid es una patología que siempre nos sorprende, pero en el abordaje del paciente estamos más tranquilos”
presión, como el cáncer. En la primera ola los enfermos eran fundamentalmente mayores de 60 años y ahora estamos teniendo muchos por debajo de los 60 años, incluso de treinta y tantos años.
–¿Los más jóvenes llegan con patologías crónicas?
–No siempre. Algunos son asmáticos, otros tienen obesidad... Se está viendo como una constante que la obesidad es un factor de riesgo muy importante. Afortunadamente, los pacientes aparentemente sanos o sin enfermedad de base son los menos casos. Lo que sí es cierto es que la edad media ha bajado en esta tercera ola.
–Al principio de la pandemia había pocos medios y se desconocía en qué consistía el covid, lo que quizás provocaba más miedo a la hora del manejo del paciente. ¿Ha cambiado la forma de abordar a los enfermos?
–Muchísimo. Nos encontramos en un escenario totalmente diferente. En la primera ola nos manejábamos con mucho miedo, no había tanto material de protección, desconocíamos la enfermedad… Todo este tiempo nos ha servido para formarnos en medidas de protección, para disponer de más material y perder el miedo a enfrentarnos al paciente. Las herramientas diagnósticas también se han incrementado: muchas veces sabemos que el paciente es positivo y antes los test diagnósticos eran escasos, por lo que podíamos encontrarnos con per
sonas que, sin ser sospechosas, eran positivas. Los profesionales hemos aprendido mucho y hemos trabajando mucho en los circuitos, en las medidas de aislamiento y en el plan de contingencia, por lo que estamos más tranquilos. No se puede decir que no nos siga impactando este tipo de enfermos porque es una patología que siempre nos sorprende con algún síntoma nuevo, pero en el abordaje del paciente sí que estamos más tranquilos.
–¿Recuerda al primer paciente covid que entró en la UCI? ¿Qué sensaciones tuvisteis?
–Fue un fin de semana en el que el comité asesor del coronavirus que había formado la dirección estaba reunido. Nos preparábamos para lo que podía venir cuando ya veíamos que en Madrid y en otras comunidades estaba golpeando. Recuerdo que el jefe de Neumología dijo que había ingresado un paciente covid, una persona que había pasado el puente de febrero en Madrid. No vino con la sintomatología covid que se consideraba típica. Pensábamos que se iba a presentar con una neumonía directamente, pero tenía una infección urinaria. Cuando el jefe de Neumología lo contó, nos pusimos en alerta. Esa persona bajó finalmente a la UCI y afortunadamente fue muy bien. Sinceramente, al principio pensábamos que no iban a venir muchos pacientes y lo teníamos todo preparado. La verdad es que en la primera ola fue todo más lento porque no había avalancha de enfermos, pero por otra parte, casi el 50% de los que ingresaban en el hospital acababan bajando a la UCI. Ya supimos que esto iba a ser grave y no lo que decían las estadísticas. La verdad es que el equipo asesor ha trabajado muchísimo y la gerente ha hecho un gran papel en liderar a los responsables, que estábamos a disposición plena de la organización.
–Casi un año vista, ¿cree que estabais preparados para lo que se os venía encima?
–Nosotros estábamos más preparados que otra gente, y con nosotros no me refiero al Hospital Reina Sofía. Me gusta ser humilde en el sentido de que a otras comunidades el azote le llegó más rápido. Aquí estábamos en alerta porque nos dio tiempo a estudiar y valorar cosas. En concreto, los intensivistas teníamos mucha relación con nuestra sociedad española, y a nivel de Madrid y Cataluña iban elaborando planes de contingencia y alertando de que esto era mucho más de lo que parecía y teníamos que prepararnos. En realidad, nadie estaba preparado porque el virus se ha ido conociendo poco a poco y las medidas de protección eran escasas en toda España: no se fabricaban mascarillas, había que optimizar el material, el personal estaba inseguro y temíamos no solo por nosotros, sino por llevarnos el virus a casa. Tuvimos la suerte de que la avalancha en Córdoba no fue tan grande al principio y teníamos bastante estructura, pero sí es verdad que estábamos preparados para mucho más de lo que nos vino. No dejamos ni un momento de trabajar por el paso siguiente.
–¿Cómo están los profesionales de la UCI del Reina Sofía?
–Todo el mundo está cansado porque el número de horas que se ha trabajado es superior a lo que se trabaja habitualmente. Ha habido que poner refuerzo en tramos horarios que no eran los habituales, en fines de semana… Además, en nuestro caso, fuera del trabajo no tenemos la compensación del ocio, como el resto de personas, por eso ha habido momentos en los que sentíamos que era más de lo mismo y nos preguntábamos cuándo iba a parar esto. Para adelantarnos, hemos hecho un seguimiento muy estrecho en planta de pacientes que se podían complicar y eso ha sido una labor de hormiguitas que nos ha preparado el escenario. Estamos cansados porque ha recaído en nosotros un gran peso. Ha habido familias enteras que han ingresado en la UCI. Nosotros somos una unidad que está muy implicada con las familias y han sido momentos duros, de llamar por teléfono a un familiar y decirte que también estaba hospitalizado o aislado en casa. Hemos tenido que ejercer de familia y de cuidadores y eso ha hecho una mella psicológica. Las enfermeras y las auxiliares ahí han hecho una labor grandísima. Todo esto con la barrera que supone dar la información por vía telefónica porque quizás el contacto cara a cara nos hubiera ayudado mucho más. Ahora mismo seguimos metidos en la vorágine, pero todas estas vivencias van haciendo mella psicológica. Sinceramente, se ha asumido con una responsabilidad tan grande por parte del equipo que no podría decir que ha habido quejas.
–¿Han cambiado los criterios a la hora de ingresar a los pacientes covid en Intensivos a lo largo de la pandemia?
–Este tema se ha debatido mucho.
Los criterios de ingreso en UCI e intubación son los mismos en el paciente covid que en el no covid en el sentido de que valoramos muchas cosas, como la patología del paciente, la calidad de vida, la situación biológica que tiene… Los intensivistas llevamos haciendo triaje toda la vida. Sí es cierto que hemos aprendido a esperar más la intubación y dar oportunidad a terapias de ventilación no invasivas o de alto flujo, pero dentro de nuestro mismo esquema de tratamiento. El apoyo de las plantas ha sido fundamental porque ellos también se han sentido más seguros y ha habido enfermos a los que se ha tratado como en una unidad de cuidados intermedios antes de bajar a la UCI. Todo el mundo ha sido consciente de que había que reservar el espacio para los enfermos más graves. Esto no significa que el criterio sea diferente, a lo mejor se ha hecho un seguimiento más estricto en planta y con acuerdo de los médicos de planta los pacientes han bajado en un momento anterior o posterior, o se ha decidido no bajarlos porque por su evaluación no tenían criterio de ingreso. Me gusta remarcarlo porque a veces se han discutido los aspectos éticos, pero nosotros estamos acostumbrados a decidir el mejor tratamiento para el paciente. No porque exista un tratamiento hay que darlo, porque quizás no es lo mejor para él y, en ese sentido, hemos trabajado con mucha tranquilidad y seguridad. La clave es el trabajo multidisciplinar y en equipo.
–¿Como profesional, cómo se siente cuándo conoce casos de irresponsabilidad ciudadana como fiestas o botellones?
–Creo que se ha visualizado poco lo que pasa en las UCI, la gravedad y el dolor familiar que estamos viviendo. Sentimos que la gente no comprende que eso le puede pasar a ellos y que esto no es una cosa exclusiva de determinada edad. Influye no solo la patología que tienes de base, sino también la carga viral y dónde te has expuesto, sobre todo en sitios cerrados. No me gusta satanizar a la gente joven, porque también hay gente de mediana edad que piensa que porque esté con su prima o con diez amigos no pasa nada. No sé si realmente hemos sido capaces de transmitir la información a la población. Me molesta porque nosotros estamos cada vez más cansados y, si cada vez que se levanta el freno vuelve a ver una oleada, no sabemos cuánto vamos a resistir. Me molestan esas conductas y en el fondo me da pena que no se transmita el mensaje correctamente; esto es algo de lo que nadie está libre. Cada uno tiene que cumplir con su parte; nosotros tratar a los pacientes y la ciudadanía ser responsable.
–Imagino que cada vez que se habla de relajar las restricciones y de “salvar el verano”, “salvar la Navidad” y ahora un posible “salvar la Semana Santa” os echaréis a temblar por lo que viene después.
–A continuación, nosotros decimos que lo que queremos es salvar vidas. Creo que socialmente hay que abstraerse de que la Semana Santa o el verano van ligadas a determinadas cosas y pensar que hay que conservar la salud. Claro que nos echamos a temblar, aunque entiendo que hay muchos factores que barajar, pero tenemos que poner unos criterios porque sino esto no va a acabar nunca. Y si ahora tenemos la oportunidad de la vacuna, aprovechémosla porque nos permitirá acortar los tiempos de las limitaciones.
Hemos tenido que ejercer de familia y de cuidadores y eso ha hecho una mella psicológica”