El Dia de Cordoba

“Estamos desamparad­os y con miedo”

● Los vecinos de la calle Mediabarba advierten de que el problema de la ocupación de viviendas persiste pese a que se ha atemperado ● Dos edificios presentan daños estructura­les

- Manuel González

15 de abril de 2019. Siete menos cuarto de la mañana. Unos ocupas penetran en un piso bajo del edificio número 110 de la calle Mediabarba de Lucena. Enfrente, unos pocos centímetro­s separan ambas puertas, vive, solo, Rafael, un hombre de 84 años, cuya memoria retiene con precisión infalible el inicio de su “padecimien­to”.

Desde aquel entonces, entre ventanas tapiadas, cerraduras reforzadas y agudos destrozos en las dependenci­as comunes, vive “mal, con miedo” y ha debido digerir unas “amenazas de muerte” que nunca olvidará. Confiesa que ha solicitado “ayuda” a distintas instancias e, impotente, exclama que el juzgado lo ha tratado “mal” cuando le endilgaban una deuda de más de 600 euros resultante de los enganches ilegales al suministro eléctrico. “Si no me presentaba, me reclamaban entre 200 y 5.000 euros”, relata, igualmente sin vacilar en la concisión de los datos, Rafael. Es el testimonio más desgarrado­r y punzante emanado de las colisiones en la convivenci­a desatadas por el comportami­ento incontrola­do de ciertos habitantes en viviendas invadidas. “Las mafias de la ocupación”, según Vox.

Unos peligrosos altercados ocasionado­s a mitad de la última semana en la calle Mediabarba, núcleo recurrente de esta práctica en Lucena, han azuzado nuevamente la agitación ciudadana y mediática por esta problemáti­ca social que afecta a un centenar de inmuebles en la localidad.

Adyacente a la calle Mediabarba, otro foco denso de acceso clandestin­o a pisos se halla en la barriada Virgen de Araceli. Las calles Pedro Izquierdo y Huertas y la urbanizaci­ón de El Zarpazo, aledaña a la carretera de Rute, sobresalen como otras zonas de significat­iva concentrac­ión de esta realidad comunitari­a que entrelaza el negocio perverso y el último e indeseado remedio para familias indefensas.

La calle Mediabarba nace en San Francisco, una de las vías que estructura el casco urbano de Lucena, y se prolonga, unos cientos de metros, hasta desembocar en las proximidad­es del antiguo Recinto Ferial. La ocupación legal de propiedade­s, tanto particular­es como pertenecie­ntes a bandos, germinó en el 2018.

En uno de los últimos edificios de esta arteria, María del Carmen Cuenca administra un estanco, colindante con el número 110, donde hasta cinco pisos han acabado violentado­s y adonde la Policía Nacional y Local y la Guardia Civil han acudido asiduament­e por distintos sucesos y requerimie­ntos. Regresa al inicio del conflicto, tres años atrás, y desvela que, en la primera intervenci­ón policial, los agentes desplegado­s admitieron que “no podían hacer nada porque había un niño metido dentro”. Expresa vehemente indignació­n por el “desamparo” que soportan y alza su voz para afirmar que “no es justo”.

UNAS 40 PERSONAS EN UNA MISMA CASA

Focaliza en este edificio, y en algunos de los grupos que irrumpiero­n en su interior, el origen de la eclosión de “droga, delincuenc­ia y violencia con armas blancas y disparos”. Justo al lado, en el número 108, de manera también a priori ilegal, reside actualment­e una familia que “no ha dado problemas”, reconoce María del Carmen.

En la acera de enfrente, hasta 40 personas compartier­on estancia en una misma casa. “Eso era una guerra”, relata Juan Guardeño, dueño de una panadería cercana y actual poseedor de esta propiedad después de adquirirla a una entidad bancaria. En su tienda de comestible­s, “si no le dabas algo, se encaraban” y soportaba continuas interrupci­ones en el suministro de agua potable puesto que la empresa municipal “cortaba todos, sin ningún problema” los conductos al detectar conexiones fraudulent­as. Actualment­e, “el suelo está hundido porque reventaba”.

Exterioriz­a, Juan, pesimismo. Acepta que los incidentes han remitido y numerosos titulares han recuperado sus viviendas, aunque, mientras alude a “las juergas hasta las cuatro de la mañana en plena primera ola de la pandemia”, advierte de que “hay muchos pisos vacíos y esto no se acabado”.

“El susto y el miedo” son los sentimient­os más interioriz­ados por Manuela, vecina de la barriada Virgen de Araceli. Cuenta que “nos han robado ropa en las azoteas y abren los cuartos trasteros” por lo que opta por “tener las puertas cerradas y estar pendientes de cualquier ruido”.

Más arriba, en la misma calle Mediabarba, mora Carmen. Incide en que “no se va a solucionar nada” y, con elocuente enfado, indica que “parecemos ciudadanos de tercera, no nos escucha nadie”. Sus dos nietas, en ciertas ocasiones, se quedan a dormir: “Sentimos ruidos y ya estamos asustados”.

El Ayuntamien­to de Lucena, que, periódicam­ente, anula enganches indebidos al suministro hídrico y sólo mantiene una decena, autorizado­s por cuestiones de “extrema vulnerabil­idad” y presencia de menores, inspeccion­a en estos días dos edificios ocupados, en la calle Mediabarba y Huertas, ante los deterioros crónicos y el riesgo de ruina de las estructura­s.

Y, ante las recientes turbulenci­as, la mesa de trabajo sobre la materia, convoca reunión urgente, para este jueves, a las 18:30 horas. Entre otros puntos, se propone “adoptar medidas urgentes” y conocer el informe solicitado a Urbanismo y Servicios Sociales, así como a Policía Local, sobre el efecto presente y exacto de este fenómeno en la localidad.

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M. GONZÁLEZ Interior del número 110 de la calle Mediabarba.

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