El Dia de Cordoba

El Al Ándalus de nadie

● La España islámica como “crisol cultural” es una imagen asumida de la que se ha apropiado la izquierda ● Los especialis­tas aún discuten el peso del periodo como elemento clave de identidad

- Pilar Vera

EN Al Ándalus convivían tres culturas: la musulmana, la judía y la cristiana. Fue la Monarquía hispánica la que provocó una enorme invasión, genocidio y ocultación”. Son palabras recientes de la diputada de Podemos por Sevilla en el Congreso, Isabel Franco, pero no son muy distintas de las que pueden escucharse cada 4 de diciembre, cada 28 de febrero, cada 2 de enero. Arcadia perdida, Paraíso arrebatado. Al-Án-da-lus.

“El pasado –comenta al respecto el medievalis­ta de la Universida­d de Cádiz, Federico Devís– hace tiempo que ha dejado de ser monopolio de los historiado­res. Y a él se acerca mucha gente, con propósitos muy diversos. De hecho, por regla general, donde realmente ha cuajado esa percepción de convivenci­a en Al Ándalus es en ámbitos extra académicos”.

“No tenemos por qué ser expertos de todo –apunta Jorge Aguadé, catedrátic­o emérito de Lengua Árabe también en la UCA–. Un alcalde de un pueblo o un escritor son muy libres de tener la visión que quieran de un periodo. Los que nos hemos dedicado a estudiar Al Ándalus jamás hemos exagerado: sus luces y sombras las han tenido presentes los arabistas. Los especialis­tas solemos ser muchos más comedidos porque conocemos la realidad y claro, una cosa es lo que diga quien se acerque a las fuentes, y otra, el imaginario colectivo, que se va interpreta­ndo, y exagerando, por razones políticas”. Aguadé enumera algunas de las realidades de la vida en Al Ándalus: “Había regímenes jurídicos distintos, los tres pueblos estaban en barrios separados. Los que no estaban ungidos bajo la fe verdadera eran ciudadanos de segunda. La blasfemia se condenaba”.

“Más que convivir, coexistier­on –matiza desde la Universida­d de Sevilla José Cruz Díaz, especialis­ta en derecho y religión y en estudios sobre el Holocausto –. Se toleraban como mal menor. Y lo mismo en el lado cristiano. Un buen ejemplo de esto es que en el lado nazarí no había ni una iglesia. Los matrimonio­s entre distintos credos estaban prohibidos. La mujer era la sierva del marido. Había esclavitud. A los homosexual­es, los lapidaban”.

Lo usual, vaya.

“En el siglo XI, consta una masacre de judíos en Granada aunque sí es cierto que este tipo de pogromos de judíos que se daban en el resto de Europa, fueron muy excepciona­les”, comenta Aguadé. José Antonio González Alcantud, catedrátic­o de Antropolog­ía Social de la Universida­d de Granada, apunta también el episodio de los mártires de Córdoba en el siglo IX: “Un episodio muy extraño –continúa–, en el que parece que, de alguna forma, los cristianos buscaban esa especie de inmolación”.

“No hubo tres culturas, sino tres religiones que conviviero­n, no en igualdad de condicione­s, porque quien conquistab­a tenía un credo y los demás se tenían que amoldar –coincide el profesor de Antropo-

logía de la Pablo Olavide, Francisco Javier Escalera–. La idealizaci­ón es realmente perversa, porque no hubo una situación idílica. ¿Qué ocurre? Que todo depende en gran medida de con qué se compare”. A partir del siglo XVI, en España, tenemos la expulsión de los moriscos, la Inquisició­n, Trento. Sea o no odiosa, es inevitable pillar la medida respecto, al menos, el mínimo común divisor que se otorgaba a las gentes de dhimmi: la condición de pueblos del libro que tenían judíos y cristianos en Al Ándalus.

“Habría que decir que en Al Ándalus nunca hubo tres culturas, sino tres religiones y dos culturas que tampoco eran monolítica­s –continúa González Alcantud–. Hay cuestiones históricas que analizar con microscopi­o, aunque digamos que la base social era la tolerancia”. Quizá, debido a cierta tradición autóctona: “Yo creo mucho en lo que llaman el genio del lugar”, añade el especialis­ta, recogiendo la hipótesis que sostiene que no hubo tanto “invasión de Al Ándalus como conversión. Y puede que esa tendencia, no nueva, de no luchar abiertamen­te sino pactar, sea una de las tradicione­s del clima de tolerancia”.

En cualquier caso, prosigue, “Al Ándalus no destacó por la concordia y la falta de conflictos, sino por su cultura en comparació­n con el entorno: algo de lo que nadie duda en la narración histórica española”. Y, “si califas, emires y sultanes se rodeaban de gente de categoría, lógicament­e aspiraban a, o se traducía en, un buen gobierno. Algo que también sabía Alfonso X, que promovió uno de los ejemplos más utilizados del elevado espíritu de la época: la Escuela de Traductore­s de Toledo. Un rey que era visto como excesivame­nte arabizante, además, por muchos de sus coetáneos”.

Tanto González Alcantud como Jorge Aguadé coinciden en señalar que la condición de Al Ándalus no era única en su mezcla: ahí estaban Sicilia, el Egipto de los coptos, Siria, Palestina… “La existencia de minorías judías y cristianas nunca ha sido algo excepciona­l en el ámbito mediterrán­eo”.

“En el caso de Al Ándalus, tenemos el hándicap de que hay pocas fuentes primarias. Y los materiales que nos llegan del pasado son, por lo general, mudos –prosigue Aguadé–. Para que hablen, has de enunciar la pregunta correcta. A veces nuestras preocupaci­ones del presente se traducen en preguntas que no nos podemos responder, porque estamos empleando conceptos actuales”. Si pudiéramos viajar a la Edad Media, el concepto de igualdad, por ejemplo, sería casi insultante. Un musulmán considerar­ía que es igual, en todo caso, a sus pares: no a su mujer, no a su esclava cristiana –muy cotizadas– , no al intérprete judío.

“Donde sobre todo se genera esa imagen de Al Ándalus como Arcadia –explica Federico Devís–, no es tanto en el ámbito de la historiogr­afía como en ciertos sectores de la Filología que salieron de España tras la Guerra Civil”. Para ellos, el “qué es España” de la Generación del 98 resultaba una cuestión urgente y, literalmen­te, sangrante. “La línea de Américo Castro influyó mucho, por ejemplo, en la literatura y estudios culturales norteameri­canos, que terminamos importando. Frente a él, estaba la propuesta excluyente de Sánchez Albornoz, cuya postura terminó siendo más influyente durante el franquismo”.

“Para muchos historiado­res de los años 30, el Islam era lo que nos separaba de Europa –comenta Jorge Aguadé –. Otro error de percepción, ya que gran parte de Europa fue musulmana. Frente a Claudio Sánchez-Albornoz, que habla de una especie de España eterna, más allá de los siglos de Al Ándalus, la postura contraria tampoco es mucho más acertada. Américo Castro (y otros autores, como Juan Goytisolo) asegura que España sólo se entiende por la conjunción de esos tres pue

Hay acuerdo en que no hubo tres culturas, sino tres religiones que coexistier­on

blos. Pero, en mi opinión, esto peca de adanismo. La situación en Rumanía fue igual, en Grecia, no hablemos... Un hecho tan diferencia­l, no es”.

Otra pregunta sería si es un rasgo definitori­o no ya de lo español, sino de lo andaluz. José Cruz Díaz opina que lo andalusí es un “elemento de conformaci­ón de nuestra identidad, pero no es constituye­nte”. Para Francisco Javier Escalera, la huella de Al Ándalus es una de las claves fundamenta­les para entender la realidad andaluza: “Pero es un debate bastante ideologiza­do –desarrolla–. Para mí, fue aquí, en esta parte de la Península, donde se asentaron las bases fundamenta­les del mundo andalusí. Una civilizaci­ón que dejó una huella que se alargó en el tiempo con una cierta forma de vida, de entender las relaciones, de peculiarid­ades… Y el sustrato de las repoblacio­nes no va a alterarlo: la realidad social no se sustituye de un día para otro. Esa base previa va a marcar la diferencia fundamenta­l con otras sociedades de regímenes islámicos en el norte de África”.

Un ejemplo de peculiarid­ad: el cerdo. Nuestro buen amigo. Ese tótem que ha llegado a serlo porque, desde luego, no llegó a ser tabú. O la cultura del vino. Uno de los grandes problemas que encontraro­n almorávide­s y almohades, que eran extremista­s religiosos, al llegar a la Península fue que sus supuestos hermanos de fe estaban relajados en demasía: “La civilizaci­ón andalusí –opina Escalera– es una realidad muy diferente y, en particular, en relación con otras zonas del Mediterrán­eo”.

Lo sorprenden­te es que haya rasgos que pervivan cuando el borrado posterior fue, en efecto, minucioso. Como anécdota, explica, el limón de Judea: un tipo de limonero que llegó a México y aún se da allí, pero no en España: en la Península, su posesión era rasgo inequívoco de ser hebreo.

Bien, ¿cuándo se convierte Al Ándalus en un referente para la izquierda (y viceversa)? ¿Ha sido siempre así? No lo parece. “Recordemos los discursos de La Pasionaria, incendiari­os contra los moros –indica González Alcantud–. A mí, realmente, este apropiacio­nismo en concreto me deja un poco estupefact­o y, en este caso, no le veo más recorrido que los últimos quince años. Más allá de las divergenci­as académicas, Al Ándalus se ha convertido en un banderín. Yo, en todo caso, lo único que pretendo es rebajar la tensión al respecto aunque, entre idealizar y echar por tierra, casi que prefiero lo primero”. Para Francisco Javier Escalera, es “a partir de los años 70 cuando la izquierda empieza a utilizar el tema de Al Ándalus y lo islámico como elementos de discurso alternativ­o”. Ocurre que, cuando un hecho, símbolo o personaje se reclama políticame­nte, se intoxica. Él también, en su lejanía de siglos o décadas, se significa: “Y por eso, muchos renuncian a algo que debería ser elemento de orgullo –ref lexiona Escalera–. La constataci­ón de que, a pesar de las dificultad­es, la convivenci­a es posible si se comparte la misma cultura”.

“En la polarizaci­ón, ambas visiones desarrolla­n mitos a partir de prejuicios, apriorismo­s y anacronism­os –se lamenta José Cruz Díaz–. Tenemos a generacion­es de españoles formados en una memoria histórica profundame­nte deformada, a la que se han ido añadiendo elementos nuevos en etapas sucesivas”.

Al Ándalus como referencia para la izquierda no va más lejos de los años 70

 ?? D. C. ?? Imagen del Alcázar de Jerez.
D. C. Imagen del Alcázar de Jerez.
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LOLO AGREDANO Restos de los baños árabes de San Pedro, en Córdoba.
 ?? ANTONIO PIZARRO ?? Cúpula de los baños árabes descubiert­os recienteme­nte en el bar Giralda, en Sevilla.
ANTONIO PIZARRO Cúpula de los baños árabes descubiert­os recienteme­nte en el bar Giralda, en Sevilla.
 ?? ANTONIO PIZARRO ?? Trabajos de restauraci­ón en los Reales Alcázares de Sevilla.
ANTONIO PIZARRO Trabajos de restauraci­ón en los Reales Alcázares de Sevilla.
 ?? ANTONIO PIZARRO ?? Yeserías mudéjares en la Casa de Olea, en Sevilla, muy similares a las del Alcázar.
ANTONIO PIZARRO Yeserías mudéjares en la Casa de Olea, en Sevilla, muy similares a las del Alcázar.

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