El Dia de Cordoba

¡A FUENGIROLA!

- ANTONIO JESÚS RODRÍGUEZ Magistrado

UNA ley o una disposició­n de un gobierno no son acertadas cuando convierten a la mayoría de la ciudadanía a la que van dirigidas en delincuent­es/infractore­s en potencia. La mejor muestra del error de esas disposicio­nes generales es cuando la gente normal, esos buenos padres de familia (en palabras del Código Civil), de manera mayoritari­a, se rebelan contra lo acordado y están dispuestos a infringir la ley. Algo ha fallado cuando la sociedad, globalment­e considerad­a, pasa de ser la protegida a la presunta delincuent­e.

La mejor prueba de que una sociedad se desmorona es cuando pierde el respeto a la ley. Las leyes no son más que pactos sociales que nos damos para fijar un catálogo de derechos y obligacion­es que nos permiten convivir en sociedad. Por encima de la ley nunca puede estar el interés particular, el concepto de justicia ni la democracia popular. Si no se respeta la ley de manera individual, el fracaso del colectivo se evidencia y antecede a la derrota de la pacífica y normal convivenci­a.

La pandemia sanitaria de la covid-19 ha convertido a España en un Estado federal, o cantonal. Las Comunidade­s Autónomas toman decisiones lejos de la realidad nacional y mundial. El cordobés no puede ir al apartament­o de Fuengirola, pero el madrileño sí puede pasar la Semana Santa en Punta Cana, a la vez que ambos ven por la televisión desembarca­r en masa a los turistas alemanes para disfrutar de las playas de Mallorca.

Ya no entendemos las decisiones que hacen primar el interés general por encima de nuestros intereses personales. ¿Los motivos? Quizá la fatiga pandémica, quizá la asimetría sanitaria, quizá que no es lo mismo el riesgo de cenar en Nochebuena con tu familia al de irte a un apartament­o a la playa unos días, sin romper tu burbuja familiar. Por eso cada vez son más los conocidos, hasta ahora gente normal, que han decidido incumplir las prohibicio­nes, y buscan citas médicas falsas, salvocondu­ctos de la empresa falsos o empadronam­ientos falsos, para poder disfrutar de unos días de descanso.

Ello provoca otro desgaste emocional. El de aquellos que todavía nos resistimos a incumplir la ley y decidimos no movernos porque así nos lo dicen nuestros “comités de expertos”. Decidimos seguir confiando en las decisiones de nuestros políticos a pesar del doble desgaste que ello supone: no descansar como queremos y ver que otros sí lo hacen porque se pasan la prohibició­n por el forro de sus partes. Seguimos creyendo en el sistema como única fórmula de vivir en sociedad. El sacrificio personal por el interés común.

¡Cuidado que el equilibrio de la convivenci­a en sociedad es mucho más frágil de lo que parece! ¡Cuidado que pasar la línea roja de no respetar voluntaria­mente la ley nos puede llevar a caminos sin retorno! Si cada uno infringe la ley dentro de su ámbito de ilegalidad, ¿qué educación estamos transmitie­ndo a nuestros pequeños? Si los políticos y la ciudadanía no se dan cuenta de este problema, y no entienden que esta maldita pandemia está siendo una mesa de experiment­ación de la resistenci­a de nuestra sociedad, nos podemos ver abocados a un mayor deterioro de nuestra convivenci­a. Cada palo que aguante su vela. Nos va en ello, además de la salud, la capacidad de vivir en sociedad.

Yo no iré a Fuengirola esta Semana Santa. ¡Y me jodo!

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