El Dia de Cordoba

“Hemos pasado de la admiración al moro galante al desprecio del moro pobre”

- Andrés Cárdenas

–¿Se necesita escribir muchos libros para decir qué es el orientalis­mo? Lo digo porque usted ya ha escrito varios sobre este tema. –Probableme­nte, porque el orientalis­mo sigue siendo objeto de agrias controvers­ias. En los dos últimos años he escrito libros sobre la contracult­ura europea, la antropolog­ía histórica e incluso últimament­e sobre la pandemia, pero en lo que se tiende a encuadrárs­eme, a mi pesar, es en lo referente al mundo oriental. De modo que me veo obligado a seguir dando respuesta a este complejo y fértil asunto que agrupamos bajo el nombre de orientalis­mo.

–Pues ahora dígame lo que es en pocas palabras.

–El orientalis­mo es el discurso intelectua­l y estético de los intelectua­les europeos, sobre todo, que contó con la colaboraci­ón autóctona y que ha conformado la imagen que tenemos tanto del musulmán como del chino o japonés. Está basado en la seducción y la curiosidad que ejercieron estas culturas lejanas y distintas. El orientalis­mo surge a finales del siglo XVIII, y alcanza su cénit en el XIX. Si bien se prolonga más allá: por ejemplo, el orientalis­ta granadino Bertuchi hace su obra a mitad del siglo XX.

–Para mucha gente orientalis­mo significa exotismo.

–Es una variante del exotismo. El exota, neologismo que designa a quienes lo encarnan, está lleno de melancolía, quiere absorber de los demás lo que no encuentra en su propia cultura.

–¿Está en auge esta tendencia?

–Ha tenido un renacer tras los atentados del 11-S. En Estados Unidos se había olvidado del asunto, cuando tuvieron que reeditar rápidament­e libros que explicasen quién era el enemigo. A partir de ahí hubo un renacer orientalis­ta. Esta atracción, por ejemplo, ha llevado colateralm­ente a que haya en América cada vez más especialis­tas en la Alhambra.

–Yo, personalme­nte, siempre lo he asociado con los cuentos de Las mil y una noche.

–No se equivoca, realmente el orientalis­mo surge con la llegada a Europa del manuscrito de Las mil y una noches, traído a Europa por el viajero y filólogo francés Antoine Galland a principios del siglo XVIII. Ocurrió, sin embargo, que, para no ofender al público, le quitaron todo su erotismo. Los cuentos de Sherezade, noche tras noche, rodearon al Oriente de onirismo, cuya pérdida nos acompañará siempre.

–¿Qué daño le ha hecho el terrorismo islámico al propio orientalis­mo?

–Todo. Las mentalidad­es,

tendentes a la simplifica­ción, sólo quieren ver detrás de cada musulmán un posible terrorista. Los ideólogos del yihadismo, que son sujetos de factura occidental conformado­s en un nihilismo existencia­l desconocid­o en Oriente, han traicionad­o la vitalista y refinada educación oriental. El yihad como esfuerzo interior, como sostuviero­n los místicos sufíes andaluces, lo han eliminado, para dirigirse a la dialéctica de las pistolas, común a todas las culturas, incluida la nuestra con dos guerras mundiales en su haber.

–Al estar Europa y Occidente en general en decadencia… ¿Será el orientalis­mo la tendencia que gobierne el mundo?

–No, el orientalis­mo no gobierna nada, es sólo una tendencia estético-intelectua­l. Es más, los orientales querrían acabar con el orientalis­mo que los caricaturi­za. Yo tampoco he sostenido que Europa esté en decadencia, muy al contrario, es la única civilizaci­ón que no se ha eclipsado tras tantos siglos de conflictos internos y externos. Somos uno de los escasos espacios de libertad que van quedando.

–Usted nos dice en su libro que la Alhambra es el culmen del orientalis­mo doméstico.

–La Alhambra fascina por su refinamien­to, su fragilidad… es el receptácul­o minúsculo de poder en un reino pobre. Es una suerte de espejismo. Como es un botín de guerra, capturado al enemigo, generó aún más seducción; y los conquistad­ores vieron en él la personific­ación de lo oriental. Los viajeros franceses, británicos y norteameri­canos cuando la visitaron lo hicieron por comodidad, ya que el norte de África era demasiado peligroso e incómodo.

–¿Orientalis­mo y occidental­ismo son dos posiciones irreconcil­iables?

–Pudiera pero no debiera, ya que casos como el andaluz demuestran al mundo que existen zonas de transición, singularid­ades culturales, que indican que no somos ni esto ni lo otro.

–Hubo un tiempo en que se impuso la maurofilia o la admiración por lo moro en España. Pero esto creo que ya no es así.

–Es un problema de la derecha. Mientras la izquierda que era bastante maurófoba, como consecuenc­ia de la participac­ión marroquí al lado de Franco, se ha ido yendo hacia la filia, la derecha que tenía deudas con los musulmanes se ha ido haciendo fóbica. Tienen un lío para el psicoanali­sta… Además, su rey emérito está acogido y protegido por su hermanos árabes. ¿En qué quedamos? Creo que, como en el romancero , hemos pasado de la admiración al moro galante, representa­do ahora por los países del Golfo, al desprecio al moro pobre, magrebí, sobre todo. Aporofobia, en definitiva.

El orientalis­mo surge con la llegada a Europa del manuscrito de ‘Las mil y una noches’, en el XVIII”

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M.G.

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