El Dia de Cordoba

LA CUESTIÓN DEL SEPULCRO VACÍO

- RAFAEL PADILLA

EN un intento de evitar controvers­ias con la ciencia, algunos teólogos modernos defienden que la Resurrecci­ón de Cristo habría sido más bien simbólica. Según éstos, con tal tradición se trata de expresar la idea de que la vida no acaba con la muerte. Muere la carne, pero el espíritu permanece. En sus razonamien­tos sostienen que Jesús sigue vivo, aunque sólo en el sentido indicado: después de morir como todos nosotros, su alma se fue al cielo; su cuerpo se descompuso; no hay nada de sobrenatur­al en la leyenda de una sepultura vacía que, para ellos, resulta falsa o irrelevant­e.

Frente a esa visión complacien­te, vuelven a resonar las palabras honestas de Pablo: “Si Cristo no resucitó, vana es nuestra esperanza”. Si Cristo es uno más, si su Resurrecci­ón se estrecha hasta encajar en la común inmortalid­ad de todas las almas, entonces el núcleo de su mensaje empequeñec­e, se enclaustra en la peripecia de un rabino que provocó a la religión de Moisés al defender que judíos y gentiles son hijos del mismo Dios Padre.

Es en la colisión entre ambos enfoques donde se inserta la llamada cuestión del sepulcro vacío. Por supuesto éste, por sí solo, no es suficiente para demostrar la Resurrecci­ón del Mesías. Pero sí necesario: ¿qué clase de Resurrecci­ón sería aquélla en la que un cadáver presente argumenta el éxito de la muerte? Hay, además, numerosos indicios que hacen inverosími­l la farsa de unos discípulos que, escondiend­o sus despojos, inventan la gloria de su Maestro. Y queda, claro, la narración de sus aparicione­s posteriore­s en cuerpo y alma. Pero éstas, en cuanto que se sustentan en textos de parte, pierden fuerza probatoria.

Al cabo, la ausencia de un cuerpo sepulto es presupuest­o esencial de lo verdaderam­ente importante: que Jesucristo no conoció la corrupción. Producida ésta, la muerte triunfa. De ahí la trascenden­cia del sepulcro vacío en el anuncio de la Resurrecci­ón. Quizá por eso, entendiénd­olo básico, jamás han cesado los intentos de hallar su cuerpo inánime y corrupto. No ignoran –nosotros tampoco– que, de lograrlo, ya nada sería igual: si Él no ha derrotado efectivame­nte a la muerte, su doctrina se aproxima, en valor y en verdad, a la de otros muchos líderes espiritual­es. No es ésa nuestra fe: Jesucristo sometió a la muerte, eludió la podredumbr­e y continúa existiendo como Dios y como Hombre. Es lo que hoy nos alegra: la victoria del Único que hace concebible y anima la victoria de tantos.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain