LA PRIMERA DOSIS
ME acaban de poner la primera dosis de la vacuna contra el Covid-19. Ha sido rápido, tranquilo, ordenado, amable y sin colas, así que lo primero que se me ocurre hacer es dar las gracias a todo el personal sanitario, empezando por la jefa de enfermería de mi centro de salud, que a las diez de la noche de un Viernes Santo estaba llamándome para darme la cita, al igual que hizo, supongo, con varias decenas o cientos de personas ese mismo día, y seguramente los siguientes.
En cuanto comuniqué a los míos que me iba a vacunar empezaron l as preguntas, las dudas y los recelos: “¿Qué vacuna es? ¿la Astrazeneca? ¿No te da miedo? Uf, yo preferiría la fáiser…” Y las afirmaciones categóricas: “Pues yo no me la pienso poner, ¿y si me da un trombo? en Alemania la han prohibido, ésta la están poniendo porque ya que l as han comprado, las tienen que gastar…”.
Ninguno de estos nubarrones inducidos, sin embargo, ha turbado mi ánimo, y he ido al punto de inyección la mar de tranquilo, a la par que asombrándome de en qué manera esta pandemia y su saturación nos ha convertido en expertos en un virus tan desconocido y en los diferentes tratamientos o remedios que contra él se intentan. Todo el mundo conoce los pros y los contras de una vacuna o de otra, los beneficios y los perjuicios de usar el método basado en la manipulación del ARN antes que el clásico de inocular el virus muerto, o viceversa. Hay quien te asegura categóricamente que va a esperar a que llegue la Sputnik porque es la única segura, o la china, que esos sí que han demostrado saber cómo se combate una enfermedad que empezó allí.
Todo esto me recuerda a los tiempos buenos de Fernando Alonso, cuando medio país de pronto parecía haberse vuelto ingeniero mecánico y te discutía si el piloto asturiano de Fórmula 1 tendría que haber ido a dos o tres paradas durante la carrera, si había fallado en la elección de neumáticos o si la clave de la victor ia había estado en la velocidad punta, en la tracción en las cur vas o en la utilización sabia del DRS. Me asombraba y divertía cómo algunos cr iticaban la tardanza de los mecánicos en la parada en boxes cuando yo sabía que no habían cambiado una rueda en su vida.
Pues eso: a esperar la segunda dosis con la misma tranquilidad que pensaba aguardar, para mucho más adelante, la primera. Salud.
Esta pandemia y su saturación nos ha convertido en expertos en un virus tan desconocido y en los tratamientos contra él