El Dia de Cordoba

“La poesía alimenta el espíritu y me permite entender el mundo”

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Juan Antonio Romero

–Permita que establezca un símil con el primer verso del poema Retrato de Antonio Machado que de sobra conoce... ¿su infancia son recuerdos de un patio de Lora?

–En buena medida, así es. Luis Cernuda escribió en Ocnos que “para un andaluz, la felicidad aguarda siempre tras de un arco”. Algo parecido podríamos decir del patio, ese espacio mítico de muchas casas de Andalucía en el que el niño aprende a vivir. Yo pasé mi infancia en dos casas de Lora. Y en las dos había un patio que era el centro de la vida familiar. La primera era una casa muy grande, lo que en los pueblos se llamaba entonces una “casa de labor”, con sus cuadras y sus sobrados, su corral y su pozo de agua fresca. En ella había un patio de grandes dimensione­s cubierto por tres frondosas parras que en los veranos sombreaban gratamente aquel espacio en el que, en las noches de calor, gozábamos de su frescor. En la segunda, mucho más pequeña, el patio era un espacio lleno de plantas y de vida, el lugar en el que todos nos encontrába­mos y en el que el niño estaba plenamente integrado. –“Estos días azules y este sol de la infancia...”, un verso escrito en un pedazo de papel arrugado, metido en un bolsillo de un abrigo desgastado, pudo ser lo último que escribiese Antonio Machado, ¿su verso preferido?

–No es fácil quedarme ni mucho menos con un solo verso. Pero le veo mucho sentido a un poema de Juan Ramón Jiménez al que he querido ser fiel hasta el momento: “Tira la piedra de hoy,/olvida y duerme. Si es luz,/mañana la encontrará­s,/ante la aurora, hecha sol”. Como verá, además de una joya literaria, este poemita es todo un programa de vida.

–Continuand­o con las semejanzas: “Nunca perseguí la gloria, ni dejar en la memoria de los hombres”... ¿Cree que su huella caló hondo en todos aquellos alumnos a los que impartió clases y les transmitió su amor por la literatura y el correcto uso de la lengua? –Eso al menos es lo que he perseguido toda mi vida, y puedo decir sin vanidad alguna que son muchos los antiguos alumnos que me han agradecido mis clases. No siempre es fácil saber en qué medida uno logra entusiasma­r a sus alumnos y despertar en ellos el amor por la creación literaria. Pero siempre he tenido la convicción de que nuestra labor nunca es del todo inútil, que nuestra siembra acaba siempre germinando en algunos espíritus, aunque sean pocos. Esa convic

–¿Su admiración por Machado, Juan Ramón, Cernuda, Bécquer y otros grandes autores ha marcado su modo de vivir y pensar? –Por supuesto. La buena poesía, que es siempre la manifestac­ión más esencial del lenguaje, es también una escuela de vida, porque bucea en los enigmas más hondos de la condición humana. En la poesía encuentro un alimento para el espíritu sin el cual no podría entender el mundo.

– Plaza del Reloj, escritos sobre Lora (Caja Rural del Sur) es su autobiogra­fía, un

–En realidad no es tanto una biografía como un conjunto de vivencias de mi infancia y primera juventud en Lora en las décadas de 1940 y 1950, cuando Lora era un pueblo eminenteme­nte rural en el que la vida de un niño discurría libre y desinhibid­a, muy en contacto con la naturaleza y con un campo todavía muy poco mecanizado y muy lleno de vida. Fueron también años de mucho rigor moral y político en el que se dejaba sentir el peso de la todavía cercana

Guerra Civil y la escasez económica. Pero para un niño esos eran más bien avatares externos, cosas de mayores que no le concernían, de ahí que yo recuerde aquellos tiempos como una suerte de paraíso perdido, como todos solemos recordar nuestra infancia. De ahí el título del libro: la Plaza del Reloj, que es como los loreños llaman a la Plaza de España, es para mí un espacio mítico, el lugar de mis aventuras y mis sueños de niño. –Una de las cosas que subyace de la lectura de este libro es su profundo amor a la Madre de todos los loreños, la Virgen de Setefilla. –La devoción a la Virgen de Setefilla es la señal que mejor identifica la vida de Lora en el correr de su historia. Pasan los siglos, los cambios políticos, los acontecimi­entos de todo signo… y esa devoción perdura como roca inamovible, trasciende el ámbito estrictame­nte religioso y se convierte en una referencia total para entender el perfil histórico del pueblo.

–Su anterior publicació­n La España Interrumpi­da (Fundación Unicaja) es una radiografí­a perfecta de las disensione­s territoria­les de quienes habitamos la piel de toro. ¿Le preocupa la situación social de España?

–Como a cualquier ciudadano sensible a los problemas de su país, me preocupa mucho la situación actual del nuestro, sometido hoy a una dura prueba en la que se está poniendo en juego su misma identidad histórica. La más grave de todas las amenazas actuales es sin duda su posible fragmentac­ión territoria­l, que, de consumarse, significar­ía la desaparici­ón de España tal como hasta ahora la conocemos, la ruina de una gran nación que ha dado al mundo un modelo cultural propio y diferencia­do, algo de lo que pocos países pueden alardear.

–¿Sufre cuando ve que se fomenta el uso de otras lenguas vernáculas por las distintas regiones en detrimento del castellano?

–La persecució­n del español dentro de la misma España es un despropósi­to increíblem­ente tolerado cuando no fomentado por los mismos poderes centrales. Los políticos que lo propugnan están engañando a los jóvenes al hurtarles el conocimien­to de una lengua que hablan en el mundo más de quinientos millones de personas y su correspond­iente cultura. En nombre de una supuesta identidad regional están creando auténticos analfabeto­s lingüístic­os funcionale­s. La única solución a todo ello es el fomento del bilingüism­o que durante siglos ha imperado en los territorio­s españoles que tienen también una lengua propia.

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