El Dia de Cordoba

UN MAR DE OLAS

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UNA de las cosas que más caracteriz­a a los seres humanos es su capacidad de adaptación, lo que le ha permitido superar adversidad­es y sobrevivir en los medios más hostiles. De las desgracias se puede hacer una rutina y en situacione­s dolorosas no suele faltar la risa. Llámese humor negro, risa f loja o como se quiera, en ningún velatorio falta un chiste ni hay carcajada más espontánea que la que surge tras ser testigo de un tropezón seguido de un cabezazo contra una puerta de cristales, aunque el accidentad­o haya estado a punto de romperse la crisma.

Todo lo rutinario acaba banalizánd­ose. Llevamos ya un año con mascarilla­s y han dejado de llamarnos la atención

Todo lo rutinario acaba banalizánd­ose. Llevamos ya un año con mascarilla­s y han dejado de llamarnos la atención, incluso se comercia con ellas y se juega al diseño, porque hasta en eso hay clases y hay quien quiere diferencia­rse de los demás y mostrar su exquisito gusto. Se leen las estadístic­as de fallecidos en las distintas provincias como si fuese la informació­n del tiempo y se habla de una cuarta ola como algo ya previsto tras la Semana Santa, aunque no por ello dejan de programars­e otras fiestas primaveral­es, intuyendo que luego vendrá una quinta ola y que el verano estará acompañado de marejada alta. Pero se confía en las vacunas, al menos algunos, porque otros no se fían un pelo de ellas.

Llama la atención que ciertos colectivos estén continuame­nte quejándose, a pesar de ser de los pocos que siguen haciendo negocio, en tanto que otros, especialme­nte conf lictivos y agitadores de la calle no siempre con razón, permanecen callados y sin mostrar la más mínima protesta. No puedo evitar el recuerdo del Lazarillo de Tormes compartien­do el racimo de uvas con el ciego. Cuando algunos callan es que estarán saliendo beneficiad­os. Y es que resulta fácil acomodarse en una España que lleva años subvencion­ada y se conforma con una paguita, en tanto que quien va por la vida de legal se siente con frecuencia exprimido y machacado. Me comentaba un amigo empresario de hostelería que le estaba resultando difícil encontrar trabajador­es, aún más si se necesitaba de alguna especializ­ación. Entre trabajar y seguir cobrando el subsidio, más de uno tiene claro que la vida son dos días y que no merece la pena matarse trabajando si se tiene la oportunida­d de vivir del cuento. Aquellos polvos trajeron estos lodos y alguno pensará que la pandemia ha traído de la mano una oportunida­d única que sería de tontos desaprovec­har.

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ISMAEL YEBRA

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