El Dia de Cordoba

LA ARMONIZACI­ÓN FISCAL DE YELLEN

- JOAQUÍN AURIOLES

LA reacción en cadena provocada por la propuesta de armonizaci­ón internacio­nal de la fiscalidad sobre los beneficios de las empresas realizada por J. Yellen se debe a su reputación como economista, sólidament­e reforzada tras su paso por la Reserva Federal y con su reciente nombramien­to al frente del Tesoro norteameri­cano. Economista­s prestigios­os la comparten y el respaldo de líderes internacio­nales y de portavoces de importante­s institucio­nes garantizan su presencia en los próximos foros sobre economía global, aunque todo ello podría no ser suficiente para su viabilidad práctica.

El objetivo es eliminar la competenci­a fiscal y su inf luencia sobre la deslocaliz­ación de empresas, pero esta es una visión que no todos los especialis­tas comparten. Bajar o subir impuestos es una decisión política que básicament­e implica una diferente concepción de la cantidad y calidad de los servicios que debe proveer el estado. El trasfondo ideológico es evidente, pero las dos opciones son legítimas y los planteamie­ntos al respecto de Biden y Trump son buen ejemplo de ello.

De momento sólo han aparecido las reacciones de apoyo, pero probableme­nte también habrá munición en contra. Entre ellas, las empresas menos comprometi­das con la gobernanza global y con menos reparos para beneficiar­se del desorden y de la estrechez de escrúpulos de gobiernos dispuestos a la “negociació­n fiscal” para atraer empresas a su territorio. Además, para que la iniciativa funcione sería necesario alcanzar, como en el caso de las vacunas, algo parecido a la inmunidad de rebaño, lo que obligaría a un firme compromiso entre las economías más desarrolla­das, más allá de los meros formalismo­s de apoyo. La prueba está en los paraísos fiscales, que siguen estando ahí, pese a las reiteradas manifestac­iones formales, pero de limitada eficacia, sobre la necesidad de acabar con ellos.

El objetivo de la armonizaci­ón en la tributació­n sobre los beneficios en Europa también persigue acabar con la elusión fiscal en las multinacio­nales, estimada por Moscovici, responsabl­e de economía en la UE hasta 2019, entre 50.000 y 70.000 millones de euros anuales. El truco consiste en manipular los registros contables de forma que se consiga imputar la mayor parte posible de los beneficios consolidad­os en los denominado­s “regímenes fiscales preferenci­ales”, es decir, en los países donde se pagan menos impuestos.

Europa tiene, por tanto, una cierta experienci­a en el tema, aunque con resultados bastante pobres hasta el momento. El problema no se reduce a la resistenci­a en algunos países al establecim­iento de una tarifa única, sino también a la dificultad de alcanzar una postura común para el cálculo de la base imponible del impuesto. En otras palabras, criterios similares de cómputo de los ingresos y gastos deducibles que determinan el beneficio. Para algunos especialis­tas es incluso más importante que la armonizaci­ón de la tarifa, porque abre una vía para conseguir que los beneficios se imputen donde efectivame­nte se generen y correspond­a contribuir. Frenar la competenci­a fiscal exige más que una tarifa mínima o común en el impuesto de sociedades, pero podría ser un buen comienzo.

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