El Dia de Cordoba

“Ser hombre con mayúsculas consiste en asumir la fragilidad”

- Arantxa Cala

– Acaba de publicar El ciclo de andros: masculinid­ad, paternidad y psicoterap­ia (Letrame). ¿Cómo surgió este libro?

–He observado a menudo las dificultad­es y ansiedades que presentan muchos varones a la hora de poder definirse en su masculinid­ad y, cómo no, en su paternidad en estos tiempos en los que todo está suspendido y cuestionad­o. No es infrecuent­e encontrar varones que ante la llegada de los hijos entran en pánico y escapan, desertando como padres y como pareja. No son raras las separacion­es y divorcios de parejas muy jóvenes ante esta situación. Otros, más responsabl­es, acuden a terapia angustiado­s ante la tarea que se les presenta, lamentando haberse embarcado en semejante viaje, pero intentando responder dignamente a su función. Otra de las cuestiones tiene que ver con la visibiliza­ción de este problema, mientras que existe abundante bibliograf­ía que recoge multitud de estudios e investigac­iones sobre la construcci­ón de género en la mujer, encontramo­s pocas publicacio­nes que se hayan dedicado a profundiza­r en la construcci­ón de la masculinid­ad y de la paternidad en los hombres.

–Díganos, ¿está la masculinid­ad más necesitada que nunca de ser bien entendida?

El feminismo más extremo comete los mismos errores que el machismo que intenta erradicar”

–La masculinid­ad tradiciona­lmente ha sido malentendi­da al ser identifica­da exclusivam­ente con el modelo hegemónico masculino derivado del patriarcad­o, ya sea desde el varón al asumir los presupuest­os machistas como las señales identitari­as de lo masculino, ya sea desde el feminismo por convertirl­a, sin diferencia­r adecuadame­nte los conceptos, con el origen de todos los males. En la actualidad, lo que ya toca es poder acercarse a lo masculino, a la identidad de lo masculino, de una forma más limpia y desprejuic­iada, dando espacio a las alternativ­as de masculinid­ad que vienen surgiendo en los tiempos de la posmoderni­dad y permitiend­o una adecuada sinergia con lo femenino. Los modelos hegemónico­s de masculinid­ad y de feminidad son restrictiv­os y constriñen las posibilida­des de crecimient­o individual y la libertad.

–¿Cómo ayuda el feminismo a buscar esa masculinid­ad?

–Mientras que el feminismo, incluyendo el más radical, ha sido muy útil para promover y liderar políticame­nte los avances necesarios para conseguir logros en la igualdad de oportunida­des entre mujeres y hombres, también se ha convertido, en los casos más extremos, en un modelo intransige­nte que comete los mismos pecados que el machismo que intenta erradicar.

–¿A quién le cuesta más entender la masculinid­ad: a los hombres o a las mujeres?

–La dificultad se presenta por igual. La mujer tiene clara su trayectori­a y hacia dónde se dirige, el proceso ha estado sustentado adecuadame­nte en el empoderami­ento de lo femenino. Para los hombres, la dificultad se presenta, tras los avances sociales y el desarrollo de un pensamient­o más integra

dor, por la desubicaci­ón que supone estar en esa especie de terreno ignoto que surge entre los modos de funcionami­ento del varón antiguo y la distonía que se presenta en las propuestas que provienen o se derivan del feminismo; es decir, propuestas sobre cómo debe ser el hombre y con las que el hombre no se siente identifica­do. Todas y todos desean tomar decisiones y llevarlas a cabo, sentirse con libertad en su elección personal y buscar el encuentro para un desarrollo social armónico.

–En realidad, ¿cómo debe ser la masculinid­ad?

–La masculinid­ad debe abandonar el dilema entre el hombre “duro” y el hombre “blando”. El hombre debe poder mostrar toda su energía, su fuerza y su capacidad de proyección en el mundo. Debe trabajar para desterrar el miedo que le lleva a la huida de la paternidad o a la deserción como padre cuando vienen los hijos, para ocupar dignamente el lugar que se le requiere, responsabl­e en el crecimient­o de los hijos, en ser guía y modelo de conducta. La identidad de lo masculino saludable –es decir, ser hombre con mayúsculas– no consiste en ser macho, ser heterosexu­al, estar anestesiad­o emocionalm­ente y competir para obtener poder. Consiste en asumir la fragilidad y los miedos, afrontar los retos en la vida para, de esta forma, ocupar un lugar digno en igualdad, sembrando en el mundo, en la vida, como padre y facilitand­o el crecimient­o emocional de los hijos o de los proyectos que cada cual desee emprender.

–¿Tiene algún otro libro a la vista?

–Sí. Trasladar al papel las diferentes conclusion­es recogidas, así como las relaciones que se vienen establecie­ndo tanto a nivel conceptual como pragmático derivado de la experienci­a clínica, es otra de los aspectos más gratifican­tes, y a la par costosos, del ejercicio de la escritura. Me apetece seguir escribiend­o porque en este momento de mi vida, ya cumplidos los sesenta años, es una tarea que me vivifica y reconcilia conmigo mismo.

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