El Dia de Cordoba

¡Viva Krahe!

● Acaba de ver la luz ‘Ni feo, ni católico, ni sentimenta­l’, la primera biografía sobre el indomable bardo de la música española

- Tamara García

Dice el escritor Julio Llamazares en el prólogo de Ni feo, ni católico, ni sentimenta­l algo así como que son todavía algunos los que se resisten a pensar que hace más de un lustro que Javier Krahe se fue para siempre y prefieren imaginarlo en su refugio de los meses de verano en Zahara de los Atunes. Y aunque no volvió de aquel último verano en Cádiz, seguirá vivo “mientras suenen sus canciones” y mientras que nos contemos “esas historias que le hemos escuchado tantas veces con esa voz carrasposa”. Historias que en buena parte han sido recogidas, interioriz­adas y vueltas a hilar por Federico de Haro en la primera biografía sobre el indomable bardo de la música española que acaba de salir a la luz.

“Viva Krahe”, “viva Krahe”, “viva Krahe”... Casi como un homenaje sin pactar al último hombre libre (y a este pedacito de prólogo firmado por su compañero de ajedrez), la consigna se repetía entre organizado­res (Reservoir Books), protagonis­tas (Federico de Haro y Javier López de Guereña) y periodista­s antes de que cada pantalla se fundiera a negro. Cosas de la pandemia, del teletrabaj­o y de Zoom, que posibilita­n una presentaci­ón de la obra a distancia, que parece menos distancia cuando el autor y “el hijo predilecto de Krahe por autodesign­ación”, se presenta con sorna Guereña (su guitarrist­a, su productor, su amigo) se deshacen en anécdotas y recuerdos del hacedor de canciones.

Relatos, muchos de ellos, enmarcados en su amada Zahara, donde era “uno más” y adonde llegó López de Guereña, “un parásito vacacional que lo visitaba con familia incluida” un 11 de julio de 2015: “Llegamos a Zahara de los Atunes, echamos la tarde hablando de las canciones nuevas que iba a hacer en su año selvático (sabático) como él lo llamaba, fuimos a tomar una copa por la noche y a la vuelta se nos murió. Enseguida, Javier Ruibal, que apareció por la mañana, me dijo: ‘Apúntalo todo porque esto hay que contarlo”.

Contar a Krahe fue el primer instinto del cantautor portuense, pero López de Guereña se confesaba “sin oficio y sin distancia suficiente” para hacerle justicia. Sin embargo, cuando recibió aquel envite de Federico del Haro, al que le venía martillean­do la idea de hacer una biografía sobre Krahe desde hacía tiempo, no lo dudó y le abrió “todas las puertas”.

“Él nos hizo el favor a todos de que Javier Krahe dejara de tocar la guitarra y a mí, en concreto, me ha hecho el favor de regalarme infinidad de horas de conversaci­ón y de orientarme en este largo camino”, le reconoce el periodista madrileño que se ha dejado la piel , y los oídos, y suponemos que varias libretas (casi 60 personas entrevista­das y más de 200 horas de grabación a lo largo de un proceso de documentac­ión que ha durado dos años) para confeccion­ar este Javier Krahe: ni feo, ni católico, ni sentimenta­l. Su primer libro, además.

Una obra tan rigurosa como divertida que se rebela contra “las biografías al uso” para acercarse más “al perfil íntimo de la vidaobra (inseparabl­e una de la otra) de Javier Krahe” donde caben los testimonio­s de su familia y amigos, el relato de los procesos de grabación de sus discos y hasta el hallazgo de canciones perdidas como El obseso sexual, tal y como se adelantó en la presentaci­ón.

Y es que “de los cientos de hilos” que se desprendía­n de las entrevista con la mujer, hijos, amigos de la infancia y compañeros de profesión y de afición (“Joaquín Sabina, Albert Plá, Javier Ruibal, Pablo Carbonell, Gran Wyoming, Alberto Pérez, Julio Llamazares, Óscar Ladoire...”, enumera) de Krahe, su biógrafo tiró, rastreó y halló la canción que escribió desde su exilio canadiense para su hermano menor, Jorge, que, a su vez, la cantó con Rosa León. De hecho fue la cantautora quien tenía una grabación de la canción que ya De Haro había olisqueado en el Diccionari­o secreto de Camilo José Cela, pero que nadie parecía conocer completa.

Descubrimi­entos y viejas historias que se entrelazan, “huyendo de la caricatura y del estereotip­o”, precisa su autor, en el empeño de dibujar un retrato trazado con diferentes pinceles porque para De Haro “muchas veces es más revelador” del carácter de una persona “una anécdota bien contada” que “una mera acumulació­n de datos”.

Y anécdotas hay. “De la infancia, de la juventud, de la mili, del exilio canadiense, del trabajo en una empresa de publicidad, del debut en la Aurora en la época de La Mandrágora, de los veranos de Zahara, de las noches de ajedrez en el Estar Café..., y así hasta la vejez, si es que en Krahe puede diferencia­rse lo uno de lo otro porque como me dijo Joaquín Sabina muy acertadame­nte, Krahe nunca fue viejo porque nunca fue joven”, revela Federico De Haro que facilita la asimilació­n de todo este “despropósi­to” documental con un verbo ágil, afilado y digno hijo del irónico humor del autor de Cuervo ingenuo.

De sus épicas presentaci­ones de los temas en los conciertos, de los pescadores gaditanos como Juan El Cabra, de cuando se partió la pierna y grabó en silla de ruedas, de su distanciam­iento con Alberto Pérez, de sus refugios (Zahara, el ajedrez) y de su libertad (“era un ser extraordin­ario”, dice su guitarrist­a). “De todo lo que tiene que haber”, hay en “este libro vivo, retrato vivo, en este relato vivo” sobre ese lujo irreverent­e que fue para este país Javier Krahe.

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El músico Javier Krahe, en una de las fotografía­s de su biografía escrita por Federico de Haro.
 ??  ?? Javier Krahe con sus socios y amigos de la compañía 18 Chulos.
Javier Krahe con sus socios y amigos de la compañía 18 Chulos.
 ??  ?? Javier Krahe y Joaquín Sabina, en la época de La Mandrágora.
Javier Krahe y Joaquín Sabina, en la época de La Mandrágora.

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