El impacto de Miguel Bosé en ‘Lo de Évole’
● El cantante lleva al programa de La Sexta a su mejor dato con unas confesiones sobrecogedoras
Tal como se podía sospechar, Lo de Évole fue lo más visto de este domingo. Se ha convertido en la entrega más seguida del actual formato de Jordi Évole en La Sexta, con 2,7 millones de espectadores, 15,4%. En Andalucía, 455.000, 14,3%, por detrás de Mi hija y Supervivientes, sobre el medio millón, y a distancia del estreno de Canal Sur, Andalucía por el mundo, 214.000, 7,7%.Lo de Bosé en Lo de Évole se preveía de impacto y así fue: un aluvión de titulares. Frases que cada una podría ser de portada de revista. Confesión en un ambiente distendido con un amigo (Évole actuó en un recital de Bosé en el Palau Sant Jordi) pese a la frialdad del despacho mexicano.
Un desamor, en 1989, fue la causa por la que el cantante pidió a unos amigos que le acompañaran en una noche de juerga en la que se tomó una raya de cocaína cuyos efectos “le duraron”: Miguel Bosé se había arrojado en el abismo sabiendo de su peligro y de él no salió hasta, más o menos, el año 2015, cuando en un ensayo, y con el representante con todo listo, decidió que se iniciaba una nueva etapa en su vida. Había dado rienda al lado oscuro, “a la vida salvaje”, con “droga, sexo a lo bestia, tabaco, sustancias, hampa...”. Hubo más sexo salvaje; pero drogas, no. Los años además se le han venido encima. Ya no es guapo, pero sí se siente “atractivo”.
La confesión inicial fue de pie. Évole ya había preparado a los espectadores con unos créditos cinematográficos y una charla con el taxista que le llevaba a la entrevista, lo que le daba carácter telerreal al acontecimiento. Aún resta una segunda entrega, donde “Miguel” dará pasó a “Bosé”, el carácter dual que le lleva por mal camino, y el titular de adelanto para calentar el domingo próximo es en el que se jacta de ser negacionista sobre el coronavirus. La charla de calado dará mucho más de sí con este artista de 65 años que llevaba un lustro sin aparecer en una entrevista a una cadena española.
A lo lago de esos años de drogas Miguel admitió en La Sexta: “me pasé, estuve muy enganchado”. Tuvo una “dependencia diaria”, dos gramos diarios de cocaína, “más maría, extásis...”. Al princi
pio ese consumo le inspiraba, para convertirse en un hábito tóxico, cuando “los espíritus que habitan en las drogas dejan de ser aliados y se convierten en enemigos”.
Lo ha dejado atrás sin terapias. “Las fuerzas que te hacen dejar estas cosas vienen de dentro”, de la mente, como añadió, ya sentado frente a frente ante su interlocutor.
A lo largo de esta primera hora ha habido palabras hacia su padre Luis Miguel Dominguín, al que se parece mucho y al que echa de menos aunque tuvo tiranteces muy dramáticas. “Cuando me miro al espejo veo a mi padre”. Tras su separación de su pareja durante tantos años, Nacho Palau, y con dos de los cuatro hijos bajo su custodia, se define como “un padre soltero”, “amoroso y autoritario” cuando es preciso. Su padre, a su vez, “quería un heredero” taurino, de ahí su frustración cuando se subió al escenario. La peor experiencia fue con la caza. Siendo niño al ser disparada una cierva el pequeño Miguel se horrorizó cuando al descuartizarla en el campo observó el cervatillo, “bambi”, del que estaba preñada la pieza abatida. Decidió no ir de cacería nunca más, después de que Luis Miguel Dominguín le abroncara por ser cobarde y llorica.
Sobre su madre, Lucía Bosé, a la que le agradece todo su apoyo, asegura que no murió por coronavirus hace un año, sino que los médicos la dejaron morir sedada.
Y ante la voz rota, casi ahogada, que ha lucido en los últimos años, Bosé culpa al estrés de su ruptura sentimental. Prefiere ser “Miguel”, su yo centrado; frente a “Bosé”, del que no se fía, porque es “un demente, un pirado”. El que centre la segunda parte, el domingo próximo.