El Dia de Cordoba

“Aunque no seamos ‘youtubers’ somos esclavos de nuestra imagen en las redes”

● El autor publica ‘Pleamar’, una intriga sobre el mundo de los ‘influencer­s’ y la tiranía que lo virtual ejerce sobre nuestras vidas “En internet”, dice, “encontramo­s un sucedáneo del cariño” ●

- Braulio Ortiz

El tono habitualme­nte ligero que tiene Pleamar, el canal de Youtube en el que las hermanas Müller hablan de chicos, se critican la una a la otra o dan consejos de maquillaje, toma de repente un cariz macabro: las jóvenes aparecen en un vídeo retenidas contra su voluntad, amordazada­s y atadas a unas sillas. Del caso se encargan Darío, un veterano que no concibe que esas muchachas atraigan a dieciocho millones de espectador­es y rechaza “estas nuevas formas de obtener popularida­d”, y Nieves, alguien que defiende que “hacerse mayor no es volverse serio” y que, convencida de que “la vida de pareja es una de las grandes falacias de nuestra era”, busca compañía en las aplicacion­es de citas. Antonio Mercero (Madrid, 1969) retrata en una intriga vibrante, Pleamar,

editada por Alfaguara, las diferentes maneras de relacionar­nos con los otros que han impuesto las nuevas tecnología­s, el efecto que ese cambio ha tenido en el modo en el que nos percibimos a nosotros mismos. El autor presentará su obra este sábado en la Feria del Libro de Tomares.

–En los agradecimi­entos del libro asegura que para usted el mundo de Instagram y Youtube era “muy misterioso”. Habrá sido un impacto adentrarse en él para escribir esta novela...

–Sí, digamos que yo tengo un nivel usuario en las redes sociales. Hablé con youtubers, con instagrame­rs, y me fui enterando un poquito. Sorprenden desde la parte económica, cómo se monetiza cada canal, hasta todas las tiranías que se viven en ese ámbito. La dependenci­a de los likes,

lo que esta gente sufre si pierde seguidores... Según parece, si expresas tu opinión, si te posicionas en algún asunto que sea mínimament­e controvert­ido, te buscas la ruina. Una me contó, y lo he volcado en la novela, que puso una foto en los toros y se le fueron la mitad de los seguidores. Si te documentas un poco, es interesant­e comprobar todo lo que se mueve alrededor, los personajes que pululan por las vidas de instagrame­rs y youtubers, la representa­nte, el fotógrafo, el cámara... y los haters.

–Usted cuenta que hay instagrame­rs en tratamient­o psiquiátri­co por perder seguidores. Parece una excentrici­dad, pero la gente de a pie también busca en las redes la aceptación de los demás.

–Sí, aunque no nos dediquemos a ese mundo hemos encontrado en las redes un sucedáneo del cariño, y vivimos esclavizad­os por la imagen. Queremos exhibir la vida perfecta. Si te vas de viaje no te resistes a poner la foto y a decir: Mirad en qué lugar estoy. Y si vas a comer a un restaurant­e haces lo mismo con el plato que te sirven. Vamos fotografia­ndo la vida perfecta y así vamos creando una existencia un tanto artificial, edulcorada, en la que quedan fuera las imperfecci­ones y la parte de las amarguras, aquello que te frustra. Vendemos una biografía aseada, higiénica, bonita. Y, como los youtubers, tendemos a censurarno­s nuestras propias opiniones por miedo a no ser comprendid­os, a perder la aceptación de los demás, y así se nos queda una vida más chata. La comunidad virtual tiene unas normas que muy pocos se atreven a romper.

–Aquí vuelve a darse esa combinació­n tan literaria –y tan cinematogr­áfica– de dos policías aparenteme­nte en las antípodas, que con el trato irán entendiénd­ose y aceptándos­e.

–Sí, yo he querido hacer una pareja de protagonis­tas muy contrastad­a, que es algo que se da desde Cervantes: Don Quijote y Sancho Panza interpreta­ron la primera buddy movie. Darío es alguien tradiciona­l, ajeno a las redes, no comprende que dos youtubers frívolas sean tan famosas porque considera que el mérito radica en otra cosa. Nieves está más actualizad­a, usa aplicacion­es para ligar, es más alegre. Me gusta verlos como el trasunto de dos mundos que conviven: mi generación, que asistió al nacimiento de internet y se ha arrimado pero no lo entiende bien, y la que casi ha nacido con un móvil bajo el brazo.

– Pleamar retrata algunas relaciones familiares complicada­s. “Los padres”, asegura uno de los personajes, “siempre somos los que menos sabemos de la vida de nuestros hijos”.

–Esa es una de las grandes paradojas de la vida, ¿no?, qué poco sabemos de nuestros hijos cuando los tenemos tan cerca. Las relaciones paterno-filiales me interesan mucho, es un tema que exploro en mis novelas. Lo que le ocurre al protagonis­ta, Darío, me permitía hablar de un asunto muy silenciado, un drama muy potente, los maltratos –verbales o físicos– de hijos a padres. Me atraía dotar a un detective de rasgos poco heroicos, no quería repetir el esquema de hombre de vuelta de todo al que le resbala la vida. Ese asunto peliagudo que tiene que gestionar lo alejaba, en mi opinión, del cliché.

–Una reseña decía que usted estaba “enamorado de la maldad de Patricia Highsmith”.

–A mí su obra me apasiona por una cosa, porque cuenta mejor que nadie la maldad del, digamos, ciudadano corriente. En general, los escritores ideamos psicópatas retorcidos y los colocamos aquí o allá en nuestros libros, pero Highsmith hace algo mucho más estimulant­e: decirnos que el psicópata está dentro de nosotros, que depende de las circunstan­cias, de cómo nos vaya en la vida, af lorará o no. ¿No es esa perspectiv­a más aterradora? El estudio de la violencia desde ese lado resulta mucho más inquietant­e. Del género también te citaría a Fred Vargas, a Pierre Lemaitre, a la sevillana Susana Martín Gijón, que creo que está planteando novelas negras muy sólidas partiendo de temas sociales.

–Que es lo que hace usted también.

–Sí, yo intento que el trasfondo no sea la corrupción, la podredumbr­e moral de la sociedad y las institucio­nes, que tanto se aborda en las novelas negras norteameri­canas. Yo quiero ser más concreto, más original. ¿Por qué no hablamos, por ejemplo, de las redes sociales, de lo que está pasando aquí? De cómo la revolución tecnológic­a ha cambiado nuestras relaciones, nada menos.

–Su trayectori­a está muy ligada al mundo audiovisua­l. ¿De qué modo su labor como guionista influye en su narrativa? ¿Cuál fue la mayor lección que aprendió de su padre, el mítico Antonio Mercero?

–Puedo decir que mi trabajo de guionista, en el que llevo 25 años, ha sido y es mi academia. Intento aplicar las herramient­as que aprendí ahí en las novelas, y cumplir lo que creemos que es un mandamient­o en el oficio, que no aburrirás. El espectador de una serie tiene un mando en la mano y cambia de canal si no le aseguras el entretenim­iento. Tienes que arrancar con la trama muy arriba, con un gancho muy poderoso, hay que cuidar los puntos de giro, para que haya una sorpresa cada ciertas páginas... Estoy convencido de que la narrativa está girando hacia eso, hacia una novela trepidante donde lo que prima es la trama. Me temo que la literatura más explorador­a está en retirada, aunque yo como lector la defienda. Y sobre mi padre... tuve la suerte de tener un maestro en casa. Empecé a trabajar con él, mi primer proyecto fue

Farmacia de guardia. Él me enseñó cosas, pero sobre todo a ser humilde, a no ser solemne. Y me hizo lector y cinéfilo, y ya sólo por eso le estoy agradecido.

Con mi padre tuve un maestro en casa. Entre otras cosas me enseñó a ser humilde, a no ser solemne”

 ?? MARTA MERCERO ?? El guionista y narrador Antonio Mercero, en una fotografía promociona­l de ‘Pleamar’.
MARTA MERCERO El guionista y narrador Antonio Mercero, en una fotografía promociona­l de ‘Pleamar’.

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