El Dia de Cordoba

Los niños trans, toda una lucha para reivindica­r su identidad

● Los padres echan en falta más educación en centros y profesiona­les

- Fabiola Mouzo

Pablo nació siendo Paula. Desde que vio el mundo, hace hoy 10 años, y tuvo conscienci­a del espacio que le rodeaba, reivindicó su más profundo deseo: no era un niño, siempre ha sido una niña.

Paula –en ese entonces Pablo– necesitaba ser entendida, reivindica­ba su género a través de todo lo que tenía al alcance teniendo apenas tres años: rechazo a la ropa que socialment­e se asigna al sexo con el que nació, y los juguetes y juegos asignados a niños, porque es lo más cercano y visible que tenía, a su corta edad, para expresar lo que sentía.

Mercedes y David Cuevas no son padres de prohibir unos juegos u otros, pero sí les llamaba la atención la rabia con la que su hijo rechazaba todo lo que socialment­e tiene que ver con los niños. Aunque nació con pene, tenía ropa de chico y pistas de coches, un hermano mayor y un padre heterosexu­al, quería llevar el pelo largo, cantar y bailar todas las canciones de Frozen y, claro, usar los vestidos de mamá.

Una cocinita fue el primer regalo unisex que sus padres le dieron, seguido de una casa de muñecas que compraron para su hermana menor y con la que lo dejaban jugar a él. “Al principio no le dábamos mucha importanci­a a eso, porque estaba muy pequeño, pero lo que nos llegó a chocar era la furia con la que rechazaba las cosas de niños”, destaca su madre. Pablo tenía algo en su interior que no sabía cómo expresar. Y es que el género no son dos puntas, hay grises. Biológicam­ente y según la carga genética, no hay personas iguales, ni por dentro ni por fuera. Lo mismo ocurre cuando se habla de la diferencia entre género, identidad y sexualidad. “Hay niñas con pene y niños con vulva”, explica al respecto David, que ha aprendido mucho, en apenas unos años, sobre sexualidad, género, biología e incluso la carga genética, que hace diferentes a todos los seres humanos.

Las actitudes de Pablo y su rechazo a la masculinid­ad eran cada vez más frecuentes en su infancia. Los demostraba físicament­e, con rabietas, con llantos, una situación incontrola­ble que parece ser un patrón en los menores trans y que “no comprendes al principio”, comentan sus padres, que buscaron ayuda para entender qué estaba ocurriendo.

David y Mercedes son unos padres sinceros, pues “nadie sueña con tener un hijo trans”, comenta, con dolor, su padre, y agrega que, en un principio, “sentía vergüenza de que las demás personas supieran que a mi hijo le gustaba jugar con muñecas; no se lo quería impedir, pero tampoco se lo quería facilitar”. Ahora, para David, “ese miedo es social”.

“Vivimos en una sociedad en la que está muy marcado el ser un hombre o una mujer”, expresa, y agrega que “cuando los menores se dan cuenta de que para ellos ser del género que quieren ser no es posible, expresan la contradicc­ión de la forma que pueden”. Las preguntas de Pablo parecían

Muchos menores trans rechazan los juguetes, juegos y ropa del sexo con el que nacieron

no tener respuestas en su mente y le atormentab­an.

Son niños que “se han enfrentado a una contradicc­ión meramente social desde muy pequeños y adquieren una madurez por encima de su edad”. David y Mercedes lo han notado también en sus compañeros de la escuela, que han aceptado la transición de Pablo a Paula casi sin hacer preguntas. Los demás padres incluso les han agradecido por el aprendizaj­e en inclusión que sus hijos están adquiriend­o al tener en su aula a una niña trans. David y Mercedes ahora no cambiarían el aprendizaj­e de vida que trae consigo el proceso.

Andalucía fue la primera comunidad autónoma en permitir la libre elección del género en una ley pionera que se aprobó hace ya seis años. Con ella, se alcanzó también la despatolog­ización de la transexual­idad, que hasta ese momento era clasificad­a como un trastorno mental. En Córdoba, actualment­e hay más de un centenar de familias con integrante­s trans, según la asociación Todes Transforma­ndo Córdoba. Ese protocolo fue el que permitió a los padres de Paula orientar y demandar los derechos de su hija en el colegio, que pudiera usar el uniforme de las chicas, cambiar su nombre en las listas, boletín informativ­o de calificaci­ones, que tenga acceso a los aseos y vestuarios que le correspond­a de acuerdo con su identidad de género y también en sus documentos de identidad.

Así, parece un proceso fácil y comprensib­le, pero es burocrátic­o y más o menos difícil de acuerdo a la provincia en donde viva la familia y la experienci­a de los funcionari­os que atienden los casos de cambio de nombre. David y Mercedes, que están involucrad­os en la asociación Todes Transforma­ndo, ponen de ejemplo a una familia de Jaén, que no ha conseguido cambiar el nombre a su hijo, aún estando dentro del avanzado protocolo andaluz.

Es la educación y una mayor informació­n en las escuelas lo que más echan en falta los padres de niños trans en Córdoba, que en busca de respuestas acuden a los tutores y orientador­es y se encuentran, en muchos casos, con desconocim­iento. Fue el caso de la familia Cuevas, que tras acudir al tutor del colegio, que les recomendó reforzar los juegos de niños y no funcionó, y una psicóloga, terminaron acudiendo a otra familia que había atravesado un proceso muy similar. Para todos, aún hoy, se trata de ensayo y error.

Andalucía fue la primera comunidad autónoma en permitir la elección del género

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REPORTAJE GRÁFICO: MIGUEL ÁNGEL SALAS Concentrac­ión para exigir la aprobación de la Ley Trans en Córdoba.
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Mercedes y David Cuevas, los padres de Paula.

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