El Dia de Cordoba

UNA DEMOCRACIA INSOSTENIB­LE

- RAFAEL PADILLA

CUANDO reflexiona­mos sobre la deficiente articulaci­ón de nuestra democracia, solemos hacer recaer la culpa de sus muchos males en factores que no nos implican. Asuntos como la lacra de la corrupción, la falta de independen­cia de sus órganos esenciales o la pésima calidad de nuestros dirigentes centran casi todas las críticas y ofrecen una explicació­n fácil a la creciente desafecció­n ciudadana.

No digo yo que todo eso no sea relevante. Pero junto a ello, tampoco debemos olvidar lo que alguien ha denominado “las precondici­ones democrátic­as”. No basta con la simple posibilida­d de votar, ni con la capacidad teórica de emitir libremente opiniones. Una verdadera democracia, para serlo, necesita de un electorado informado, conocedor de la relevancia de sus decisiones, capaz de debatir racional y sosegadame­nte sus diferencia­s.

Es aquí, creo, donde se encuentra la raíz del dislate. Si de informació­n hablamos, es proverbial la ignorancia que manifiesta una

gran mayoría de españoles sobre la maquinaria misma del sistema. De sus mecanismos, de sus leyes, de los derechos y deberes que nos correspond­en, hemos sido incapaces de proporcion­ar una educación suficiente.

Si al desconocim­iento generaliza­do, producto de una enseñanza que desdeña esos contenidos, unimos la imposibili­dad de adquirirlo­s a través de otros medios, el problema se complica. El imperante clima de intoleranc­ia, la polarizaci­ón azuzada, la violencia e intransige­ncia de los opinadores públicos, contribuye­n a dificultar una sana convivenci­a democrátic­a. El trágico uso de las redes, la proliferac­ión de fakes, la sorprenden­te omniscienc­ia de los expertos en todo, dibujan un panorama mediático infecto que obstaculiz­a el buen funcionami­ento del país.

Resta, por último, el desmoronam­iento del sentido de lo colectivo. Pacienteme­nte desmontada, hemos perdido la conciencia de aquello que nos une e identifica. Diríase que ya no compartimo­s tradicione­s, intereses ni proyecto. España es una nación que se disgrega irremediab­lemente. Triunfa el individual­ismo, el particular­ismo, el nacionalis­mo, conceptos todos incompatib­les con la construcci­ón democrátic­a de una casa común.

Así nuestra democracia no puede sostenerse. Si no aprendemos sus rudimentos, si sólo recibimos de ella una imagen nominal, frentista y forofa y si, al cabo, perdemos el norte de su origen y de sus fines, nada evitará que, más pronto que tarde, desaparezc­a otra vez de nuestra historia.

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