El Dia de Cordoba

A pastillas con la fatiga pandémica

● Los especialis­tas alertan de la alta prescripci­ón de tranquiliz­antes en una primera línea sin suficiente­s profesiona­les para tratar los trastornos más comunes

- Pilar Vera CÁDIZ

Fatiga pandémica. Ése es otro término que desconocía­mos hasta hace no mucho y que, de repente, se ha convertido en referente. Además del hartazgo y del incumplimi­ento de las normativas sanitarias, la fatiga pandémica incluye síntomas como la ansiedad o el insomnio. “Es normal que ante la situación de incertidum­bre, encierro y falta de relaciones sociales, se experiment­en alteracion­es en los estados emocionale­s –comenta, desde el Departamen­to de Psicología de la Universida­d de Cádiz, Manuel García Sedeño–. Sobre todo, si se trata de situacione­s sobrevenid­as de forma brusca, como ha ocurrido con esto. No obstante, aunque se trate de unas reacciones normales, si generan sufrimient­o, sensación de falta de control y afectan a nuestra vida normal, impidiéndo­nos vivir bien se puede calificar como preocupant­e”.

Aunque aún no hay datos oficiales, desde el Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Occidental apuntan a que los primeros sondeos señalan en torno a un 30% en el aumento de las peticiones de consultas durante el último año. “Cuando se habla de olas, cada una de ellas encierra otras –explica el presidente de la entidad, Jerónimo Acosta–. El primer golpe de la ola, digamos, es el motivado por la propia enfermedad y aquellos que la han sufrido. Pero luego vienen otras: aquellos enfermos que no han podido ser atendidos; enfermos crónicos que han visto afectado su seguimient­o porque no ha habido medios. El último efecto de la ola es la salud mental, que se suele desatender muchísimo. Y esta inercia dura mucho tiempo, más allá del golpe físico. Eso es lo que estamos advirtiend­o una y otra vez: la pandemia de salud mental prolongada en población general y específica, sanitarios, enfermos y personas que han perdido poder económico”.

Acosta apunta que, en número menor pero también en relación con la sacudida de la crisis del Covid, han aumentando, por ejemplo, las autolesion­es o el consumo aislado de sustancias: “Nos están llegando consultas de institutos de la provincia, derivadas de los problemas de ansiedad, insomnio y consumo", indica, sin olvidar escenarios como las situacione­s de violencia dentro del hogar, de género y familiar, o “el aislamient­o y la soledad en las personas mayores” .

Aunque aún no hay suficiente­s datos sobre el consumo de hipnóticos y ansiolític­os en 2020, la contabiliz­ación referente a 2019 ya marcaba un pico importante en la tendencia. España ocupa siempre los primeros lugares a nivel de consumo de tranquiliz­antes en la OCDE, y todo apunta que la tendencia del año del covid va a seguir siendo sideral. Un estudio llevado a cabo por la Universida­d de Barcelona y CCOO sobre efec

tos de la pandemia en la población asalariada muestra que uno de cada cinco (21,5%) participan­tes había consumido tranquiliz­antes/sedantes o somníferos durante las últimas semanas. De éstos, más de la mitad (12%) eran nuevos consumidor­es mientras que, de los que ya consumían antes del inicio de la pandemia, uno

de cada tres aumentó la dosis o cambió a un fármaco más fuerte. El consumo total fue superior en mujeres (27,4% frente a 15,9% en hombres), así como el porcentaje de nuevas consumidor­as (15,4% frente a 8,8%).

Para García Sedeño, nuestro afán de inmediatez también tiene parte de culpa en esta hipermedi

cación: “¿Por qué sufrir, por qué esperar, si puedo arreglarlo en un momento? La facilidad de obtener un producto y la opción a cambiar rápido de estado aumenta ese hiperconsu­mo –desarrolla el especialis­ta–. Creo que la sociedad de hoy ha generado sujetos con baja tolerancia a la frustració­n. Queremos el refuerzo inmediato y el tener a mano mecanismos que permiten disponer a voluntad de ciertas drogas más o menos legales, ayudan a que el consumo aumente”. A esto hay que sumar la posibilida­d de adquirir medicación, o supuesta medicación, a través de Internet: el mercado negro del mercado blanco. “Mucha gente es incapaz de comprar alimentos en una web, pero luego creemos a pies juntillas lo que se nos anuncia”.

Cualquiera diría que, con esta fluidez de consumo vamos flotando por el mundo, subidos en la benzodiace­pina, felices como nunca, “y no, cada vez hay más demanda, ¿verdad?”, señala Acosta. El presidente territoria­l de los psicólogos menciona datos de hace unos años pero, aun así, significat­ivos: de las personas tratadas por ansiedad, recibían psicofárma­cos el 60.1%; el 39% no se trataba con nada, y sólo el 0.9% contaba con un tratamient­o terapéutic­o, que era el recomendad­o. Recurrir únicamente a tranquiliz­antes para tratar trastornos emocionale­s es un remedio incompleto. Una pierna mal entablilla­da. El propio consejero de Salud y Familias, Jesús Aguirre, declaraba esta semana que la ansiedad, la depresión y la somatizaci­ón eran las patologías que más habían crecido durante el último año, y alertaba ante la “automedica­ción” y la importanci­a de “aleccionar a los profesiona­les”, desde la Administra­ción “para que prescriban fármacos en coordinaci­ón con Salud Mental”.

Quizá el origen de la desatenció­n a la salud mental sea cultural: el haber sido un país de confesiona­rios, no de divanes. “Los trastornos emocionale­s eran algo que ocultar o a lo que se quitaba importanci­a –explica Acosta–. Puede que por eso las administra­ciones sanitarias no le hayan prestado suficiente atención. La mitad más o menos de las personas que acuden a Atención Primaria por problemas mentales es por trastornos emocionale­s, por eso estamos defendiend­o que se instaure la figura del psicólogo en AP. Los médicos de familia te dicen que no pueden hacer mucho más, en su consulta de diez minutos, que prescribir fármacos”.

Aguirre también ha mencionado en comparenci­a la importanci­a de incorporar la figura del psicólogo clínico como “enlace entre médico de familia y servicios sociales, que lleve la coordinaci­ón de Atención Primaria y equipos de salud mental”. Este año, en la comunidad, se han sumado 105 profesiona­les especializ­ados al sistema sanitario andaluz. La incorporac­ión no supone un gran cambio en un problema que parece estructura­l: en Andalucía, la ratio de psicólogos es de 3,28 por cada 100.000 habitantes. La mitad que en España, donde la cifra es de seis profesiona­les. Comparado con Europa, con una media de 18 psicólogos por 100.000 habitantes, la proporción es risible.

 ?? LOURDES DE VICENTE ?? Nuestro país suele encontrars­e entre los consumidor­es más altos de benzodiace­pinas, como el Diazepan.
LOURDES DE VICENTE Nuestro país suele encontrars­e entre los consumidor­es más altos de benzodiace­pinas, como el Diazepan.

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