“La élite económica catalana ha usado a los catalanes como papel higiénico”
● El autor compone en ‘Independencia’, su novela más enrabietada, un vitriólico viaje a las entrañas del mundo del poder barcelonés en cuyo seno se gestó el “humus moral” de la deriva secesionista
Francisco Camero
En un futuro muy cercano en el que el procés es ya agua pasada, la alcaldesa de Barcelona acaba de recibir un vídeo sexual en el que aparecen ella y tres hombres. Es una extorsión, claro, un asunto delicadísimo en el que acaba envuelto Melchor Marín, el mosso d’esquadra de cuya complicada vida supimos por primera vez en Te
rra Alta, la novela con la que Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) ganó el Planeta en 2019 y, de paso, dio un giro a su obra adentrándose en la intriga policial. En Independencia (Tusquets), una ficción que con frecuencia se parece mucho a la realidad de este presente, el autor, más desatado y con más conciencia de clase que nunca, entrega –como dice la editorial y repite y alaba él, pues le parece “una definición exacta”– un “retrato demoledor de la élite político-económica” catalana y un “furioso alegato contra la tiranía de los dueños del dinero y los amos del mundo”.
–Con el título parece que buscaba usted, como se dice por aquí, tocar un poco los costaítos...
–Hay muchas razones por las que puse ese título, una de ellas invitar a que me lo preguntaran. Esa palabra es maravillosa, ¿o no? Ocurre que en Cataluña todas las palabras maravillosas se las han apropiado los secesionistas: democracia, libertad, independencia... Y ya se sabe que si quieres conquistar la realidad, primero debes conquistar el lenguaje.
–¿Van ganando, entonces?
–Por momentos lo parece... pero en otros momentos no. La cuestión es que la palabra ofrecía una polisemia maravillosa. Volviendo a su pregunta, por supuesto que hay algo de provocación en el título, pero hay una razón más profunda. Si usted me pregunta cómo resumiría este libro brevemente, diría que es la historia de un hombre, que se llama Ricky Ramírez, que es la contrafigura exacta de Melchor Marín y tal vez el protagonista secreto de la novela, que busca la independencia personal de manera equivocada. Le dice su madre lo mismo que le dice la madre de Lázaro de Tormes a éste cuando se va de casa: Arrímate a los buenos. Pero él lo que hace es arrimarse a los ricos y poderosos. O sea, a la élite barcelonesa. Y ésta hace con él lo que hacen todas las élites enquistadas en el poder, usarlo para sus propósitos, perversísimos en el caso de esta novela. Lo que no debería esperar nadie de este libro es un relato del procés. La literatura no habla de lo que hablan los periodistas, habla de lo que está debajo, del humus moral. En ese sentido, sí admito que es un libro que admite una lectura política.
–En su novela, el procés es retratado como la huida hacia adelante de una clase dirigente que, incapaz de gestionar los problemas causados en muchos casos por ella misma, decide crear... otro problema. –¿Qué hace la élite económica con Ricky Ramírez en la novela? Usarlo como papel higiénico. Pues eso mismo ha hecho con todos los catalanes. La peripecia de Ricky Ramírez es una metáfora perfecta de lo que colectivamente nos ha ocurrido a los catalanes en los últimos años. En 2012 Cataluña, España, Europa, Occidente sufren una crisis descomunal, y las élites catalanas intentaron salir de ella como han hecho siempre: presionando
Haría falta un héroe de la traición que saliera a decir: señores, la puñetera verdad es que todo era mentira”
al poder político, al Gobierno central en este caso. Había mucha gente enfadada, existían los indignados, ya casi nadie parece acordarse. El legítimo cabreo de la gente fue reorientado hacia Madrid, hacia patrañas como que España roba a Cataluña... Y entonces se ofrece al pueblo lo que alguien ha llamado la utopía disponible, es decir, un país nuevo e independiente donde todo el mundo iba a ser libre, feliz, rubio, alto y guapo. Y la gente se lo creyó y se lo tomó en serio. Y en ese momento a la élite se le fue de las manos.
–Peor remedio aún tiene eso... –Ese es exactamente el problema. Que la gente se creyó demasiadas promesas imposibles de cumplir que no respondían a otra cosa que a la huida hacia adelante de la clase dirigente con la que, en primer término, toda esa gente debería