María Dueñas: “Lo del lenguaje inclusivo es un poco cansino”
● Doce años después, la escritora manchega recupera en ‘Sira’ a la protagonista de ‘El tiempo entre costuras’ ● Su promoción coincide con la versión televisiva de ‘La templanza’
Francisco Correal
Era una desconocida y ahora tiene millones de lectores en todo el mundo. María Dueñas (Puertollano, 1964) ha vuelto a sus orígenes, a El tiempo entre costuras, su bautismo literario, un viaje de la excedencia a la excelencia, para rescatar al personaje de esa novela. Vuelve Sira recién terminada la Segunda Guerra Mundial. Entre ambas escribió Misión Olvido, La templanza y Las hijas del capitán, las tres con un componente americano. Ahora vuelve de nuevo a Tánger, donde empezó esta historia apasionante.
– Atrapa a un ladrón. Con permiso de Hitchcock, ¿para atrapar al lector le tiene que atrapar la historia a usted también?
–Yo supongo que sí. Para mí es fundamental que te atrape; si no, no la escribiría. Le voy a dedicar un periodo largo de mi vida. No hablo sólo de escribir, es el tiempo que dedicas a leer, a viajar, a investigar, a hablar con otras personas. Si a mí no me seduce lo que voy a escribir, difícilmente voy a seducir a los lectores.
–Vuelve Sira Quiroga igual que vuelven Ella Baila Sola, El Precio Justo o Lula da Silva…
–Son tiempos de retorno. En mi caso ha sido un regreso insospechado. No tenía intención de volver a Sira. De hecho, estaba ya metida en una quinta novela que dejé de lado.
–¿La ha abandonado?
–Ahora hay muchos soportes diferentes para la ficción. La retomaré por uno de ellos.
–¿Tánger es su Casablanca bogartiano?
–Tánger y Tetuán, pero es más fácil y rápido llegar a Tánger. Iba allí varias veces al año y cuando volvía a España venía con la pena de que dejaba muchas historias por contar. Y pensé que si lo hacía sería de la mano de Sira.
–¿La corrección política contaminará las novelas de corrección literaria?
–Eso me lo preguntaron en una entrevista para una revista argentina y respondí que no muy alegremente. Después lo he estado pensando y no lo tengo tan claro. En mi caso, los límites me los pongo yo, sin ninguna presión desde fuera, pero llegará un momento en que no sé...
–Usted viene de la docencia. Hay libros de texto donde se habla de los visigodos y las visigodas. Será por las hermanas Gilda del tebeo…
–Son tonterías. Está muy bien todo lo concerniente al género, pero sin llegar al absurdo y la exageración; lo del lenguaje inclusivo se está convirtiendo en algo reiterativo y cansino.
–En su centenario, ¿Emilia Pardo Bazán estaría de acuerdo con usted?
–Imagino que sí.
–Ha dicho que una de sus novelas favoritas es Mr. Wytt en el
Cantón, de Ramón J. Sender, una parodia de la independencia de Cartagena. ¿Murcia es la nueva Cartagena de la política española?
–Ha sido la primera ficha que ha movido todo el dominó. Son tiempos raros.
–¿Estos tiempos raros son un filón para la literatura?
–Este tiempo de pandemia yo creo que, con independencia de sus nefastas repercusiones sanitarias, ha sido bueno para la literatura. A mí me ha permitido concentrarme en mi trabajo sin las interrupciones de ferias del libro, de festivales literarios, de esa vorágine de viajes, maletas, ropas, países, teniendo que dejar tu mesa y tu ordenador. Además ha servido para que mucha gente descubra el valor de la literatura como compañía. Y el balance para el sector editorial ha sido relativamente bueno. Se han vuelto a llenar las librerías.
–En el dosier de prensa de Sira destacan las fotos de Evita. ¿Por qué eligió este mito?
–La Segunda Guerra Mundial termina en 1945 y Evita Perón visita España en 1947. Cuando me entrevistó Manolo Pedraz, me contó que su abuela colgó banderolas en el balcón de su casa de Sevilla. En esa gira, Sira la acompaña a Madrid, Sevilla y Granada como falsa reportera de la BBC. Es la única buena nueva en una España de hambre y miseria. La reciben como a una estrella de Hollywood.
–El mismo año de la cogida mortal de Manolete en Linares…
–A Evita la llevaron también a los toros.
–Franco fue su anfitrión, pero la retórica de Evita suena a los discursos de Podemos…
–Absolutamente. Hay momentos en los que Franco y el núcleo duro de su Gobierno se echan las manos a la cabeza. Menciona a los pobres desgraciados, denuncia las carencias sociales. He leído las memorias de su dama de compañía. Cuenta que desde el Pardo, donde se alojó, se escapaba a los barrios obreros. Se quedaba en lo que ya se llamó torre de la Perona. Carmen Polo dijo que ni una más, que por encima de su cadáver nadie volvía a quedarse en el Pardo.
–En Misión Olvido hay una referencia a Bienvenido, Mr. Marshall,
muy actual en el centenario de Luis García Berlanga.
–La realidad siempre supera a la más osada ficción.
–Y en Las hijas del capitán describe a la reina Victoria Eugenia en automóvil con los seis infantes camino de Galapagar, topónimo que ahora está de moda por otros personajes.
–Hay una foto de la reina Victoria Eugenia fumando un cigarrillo sentada en una piedra. Hay circunstancias en la vida que trascienden toda lógica.
–¿Qué le resultó más terapéutico durante el confinamiento, leer o escribir?
–He leído mucho, pero sobre todo relacionado con esta novela.
–¿Le ha dado las gracias Sira Quiroga por lo que ha hecho de ella, por hacer de una modistilla una heroína que arrasa en las librerías de medio mundo?
–Hemos podido convivir mucho tiempo juntas las dos. Cuando escribí El tiempo entre costuras lo hacía en paralelo a las clases. En las tres novelas siguientes se mezclaban los viajes de promoción. Esta vez nos han dejado tranquilas. Me acostaba con Sira y me levantaba con Sira.
–Ha pasado por la Feria del Libro de Tomares, dedicada a John Le Carré. ¿Es Sira prototipo de la espía perfecta?
–Para nada. Es una espía sobre