El Dia de Cordoba

ANTIFASCIS­MO DE PACOTILLA

- EDUARDO JORDÁ

UN día de abril de 1940, el lingüista ruso Roman Jakobson –que era judío y estaba refugiado en Noruega– tuvo que salir huyendo de los nazis, que acababan de invadir Noruega. Un obrero socialista escondió a Jakobson en un ataúd y lo llevó en un carro hasta la frontera sueca, mientras la mujer de Jakobson fingía ser la desconsola­da viuda que lloraba en el pescante. Más o menos por las mismas fechas, otro judío, el escritor polaco Stanislaw Jerzy Lec, logró salir de un cam

En España no hay fascistas que cuestionen el funcionami­ento democrátic­o de las institucio­nes

po de concentrac­ión nazi disfrazado… ¡de oficial nazi! Lec nunca quiso hablar de esta historia, pero todo parece indicar que logró matar con una pala a un oficial nazi y así pudo conseguir el uniforme y salir del campo por su propio pie. Hay quien dice que incluso se permitió desearle un buen día a los guardias de la garita (Lec hablaba perfecto alemán).

Como ellos hubo millones de personas en toda Europa que conocieron el fascismo y el nazismo. Y lo mismo ocurrió en España, donde hubo centenares de miles de personas que fueron asesinadas y encarcelad­as por el simple hecho de ser una persona sospechosa o un enemigo del régimen franquista. Esas personas sí que supieron cómo era el fascismo y cómo se las gastaba con sus enemigos o incluso con los tibios y los desafectos, que también eran considerad­os sospechoso­s y que por ello debían ser vigilados y marginados, tanto en el trabajo como en su vida de cada día.

Por eso da tanta rabia –y tanta risa– que haya gente supuestame­nte adulta, y que encima gana más de 60.000 euros al año pagados con dinero público, que se atreva a hablar de fascismo y de antifascis­mo (o incluso de nazismo), cuando el único fascismo que han visto en su puñetera vida ha sido en una película de Tarantino –Malditos bastardos, por ejemplo– o en una novela sobre la guerra civil. Es asombroso. España es un país que cumple con todos los requisitos de una democracia avanzada. Tiene ultraderec­ha, sí, igual que tiene ultraizqui­erda e independen­tistas etnicistas que se niegan a vacunar a los guardias civiles que viven en su región porque los consideran bestias infrahuman­as. Pero aquí no hay fascistas que cuestionen el funcionami­ento democrátic­o de las institucio­nes, así que proclamars­e antifascis­ta –y más cuando se gana más de 60.000 euros al año– es un gesto ridículo. Y triste. Y patético. Y aburrido, muy aburrido.

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