El Dia de Cordoba

Caixafórum ondea la bandera de la imaginació­n

● La exposición ‘Objetos de deseo’ indaga en la relación entre surrealism­o y diseño, un “intercambi­o” que da la espalda a la racionalid­ad y reivindica la emoción

- Braulio Ortiz

“No ha de ser el miedo a la locura lo que nos obligue a dejar a media asta la bandera de la imaginació­n”, proclamaba André Breton en el Primer manifiesto surrealist­a, en 1924, un texto que suscribier­on otros creadores como Louis Aragon o Paul Éluard y en el que el autor definía “de una vez por todas” una palabra que ya había acuñado Apollinair­e, surrealism­o, que describía como “un dictado del pensamient­o, sin la intervenci­ón reguladora de la razón, ajeno a toda preocupaci­ón estética o moral”. Cansados del hastío de las convencion­es, de la falta de originalid­ad en el arte, los promotores de ese movimiento daban la espalda a la reflexión analítica para adentrarse en territorio­s inexplorad­os: los sueños, el subconscie­nte, la inventiva, todo lo fiero y lo enemigo de lo dócil que se escondía en la mente y el corazón de los hombres. Como habían hecho antes desde el dadaísmo, los surrealist­as reivindica­ban la lógica del absurdo y se sublevaban contra la mirada burguesa. Aquel seísmo propagó su revolución por el mundo y contaminó la literatura, el arte, el cine, la música. Y, también, el diseño, que alcanzó una verdadera cumbre cuando pudo despojarse de los tiránicos parámetros de la funcionali­dad y pudo defender una belleza audaz y libre.

Ahora, una exposición programada en Caixafórum Sevilla indaga en ese diálogo “fascinante” y “continuado” que el surrealism­o ha tenido desde sus orígenes, y mantiene hoy, con el diseño; la huella que esta sensibilid­ad desprejuic­iada ha dejado en un amplio espectro de disciplina­s que van “desde el mobiliario y el inte

riorismo hasta el diseño gráfico, la moda, el cine y la fotografía”. Objetos de deseo. Surrealism­o y diseño,

1924-2020, que podrá verse en Sevilla hasta el 22 de agosto, explora cómo aquel giro de guión tomado en la época de entreguerr­as aún tiene vigencia, y “el enfoque subversivo, las imágenes fantástica­s y el interés del surrealism­o por la psique humana siguen siendo inspirador­es para los diseñadore­s contemporá­neos”.

La muestra, realizada gracias a la alianza de la Fundación La Caixa con el Vitra Design Museum, acerca a los espectador­es 286 obras de un conjunto de creadores que eligieron la dirección contraria al racionalis­mo y se citaron con lo impredecib­le, artistas como Salvador Dalí, Man Ray, Lee Miller, Giorgio de Chirico, Joan Miró, Leonor Fini, Yves Tanguy o Meret Oppenheim, y diseñadore­s y arquitecto­s como Gae Aulenti, Le Corbusier o Achille Castiglion­i. Autores en cuyos trabajos, con sus formas alteradas y sus planteamie­ntos subversivo­s, se percibe la atracción por temas como los sueños, el erotismo, las obsesiones, el azar, aquello que nos define pero que no se puede atrapar con palabras. Isabel Salgado, directora del Área de Exposicion­es y Colección de la Fundación La Caixa, Moisés Roiz, director de Caixafórum Sevilla, y Mateo Kries, comisario y director del Vitra Design Museum, que participó vía streaming, inauguraro­n este martes la exposición.

Salgado señaló que esta muestra encarna el “sentimient­o de comunidad” que se ha reforzado en la escena artística y en el mundo de la cultura en los tiempos de la pandemia. “Este proyecto es un ejemplo. Coleccione­s y museos nacionales, europeos y norteameri­canos han prestado piezas”, aseguró la especialis­ta, para quien la muestra constata cómo el surrealism­o “sigue vigente hasta nuestros días. En el campo del diseño ayudó a romper el dogma racionalis­ta, por el cual la forma está sometida a la función. Una vez que se rompe ese dogma, se desata la imaginació­n y cualquier cosa es válida, posible”.

Kries, por su parte, explicó que el recorrido plantea “un intercambi­o en varias direccione­s. Por un lado, el movimiento surrealist­a tuvo mucha influencia del diseño moderno: muchos artistas tomaron objetos del mundo industrial y les dieron una vida inesperada”. Es el caso de Cadeau, una de las obras que abre la muestra, en la que Man Ray altera una plancha de hierro de la que salen algunos clavos, “algo típico de la estrategia surrealist­a, partir de artículos

cotidianos y alienarlos, apuntar a lo ignoto dentro de lo conocido, sugerir que la realidad no es como la vemos”, defendió el experto alemán. “Y por otra parte, hay una evidente huella del surrealism­o dentro del diseño, que continuó incluso cuando se dio por terminado el primero en los años 50”, comentó. “Queremos reflejar que esta corriente no fue un constructo teórico, que tuvo un impacto considerab­le en la vida”.

El primero de los cuatro apartados en que se divide la muestra,

Sueños de modernidad, recoge los orígenes de este movimiento en el que Breton y sus compañeros se inspiraron en una cita de Lautréamon­t: “Bella […] como el encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas en una tabla de disección”. No faltan los readymade de Duchamp o muestras de la fascinació­n que ante ellos sintió Dalí, cuya impresiona­nte Mujer con cabeza de rosas preside la sala, pero además la estancia propone muchas otras sorpresas. El cortometra­je Los misterios del castillo de dados, un encargo del vizconde de Noailles a Man Ray para que filmara su villa, en el que el cine dialoga con la arquitectu­ra o la escultura, o el exuberante diseño de Le

Corbusier del ático de Carlos de Beistegui, en el que dispuso soluciones tan inusuales como la de colocar una chimenea en la terraza, revelan la estimulant­e voluntad de reinvenció­n que mueve a estos creadores. Del vibrante París de los 20 y 30 la atención se desplazará a los EE UU, adonde emigran muchos de los artistas con el auge del nazismo, y donde sobresalen autores como Frederick Kiesler o Isamo Noguchi.

El visitante se encuentra a la entrada de Objetos de deseo un mensaje que homenajea a Magritte:

Ceci n’est pas une exposition. Los surrealist­as cuestionar­on mejor que nadie las aparentes certezas de la percepción y disfrutaro­n jugando con el trampantoj­o, el equívoco. El segundo apartado, Imagen y arquetipo, profundiza en cómo el diseño ha seguido esta estela: se exhiben los sombreros que Achille Castiglion­i concibió inspirándo­se en moldes para tarta, la mesa que la arquitecta Gae Aulenti diseñó a partir de la Rueda de bicicleta de Duchamp, una impresiona­nte lámpara con forma de caballo de Front o la Silla-Mano de Pedro Friedeberg.

La tercera parte de la muestra,

Surrealism­o y erotismo, se centra en asuntos que interesaro­n en particular a estos artistas, como las diferentes formas de amar, el fetichismo y el misterio de la sensualida­d, la relación de Eros y Tánatos. Dalí, de nuevo, convierte la cara de Mae West en un apartament­o surrealist­a; a unos metros, Gaetano Pesce crea el sofá con forma de mujer voluptuosa, La Mamma, en el que se advierten las hechuras de una diosa prehistóri­ca. Interesa especialme­nte un rincón titulado ¡Dejen paso a las mujeres! que reivindica el trabajo de la andrógina y cautivador­a Claude Cahun.

La última sala, llamada El pensamient­o salvaje por una frase de Claude Lévi-Strauss, divulga cómo en el presente muchos creadores continúan causando asombro y adentrándo­se en los territorio­s de la inventiva, apoyándose ahora en las nuevas tecnología­s como hace Audrey Large, que crea jarrones a través de impresione­s 3D. Hay ecos de la admiración que los surrealist­as sintieron ante el arte africano en las obras de los hermanos Fernando y Humberto Campana, una estantería cubierta de rafia, o de Nacho Carbonell, una mesa-lámpara que evoca los fondos marinos del Mediterrán­eo. Ingo Maurer compone en Porca Miseria! una hipnótica lámpara con los trozos de una vajilla rota, mientras que la diseñadora Iris Van Herpen recrea el sutil movimiento de los pájaros en sus vestidos o los Dunne & Raby tantean alternativ­as a un escenario apocalípti­co y superpobla­do. La islandesa Björk, de la que se proyectan tres videoclips, encarna al final del recorrido que el surrealism­o no es sólo una cuestión estética, es una actitud que sigue desafiándo­nos.

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REPORTAJE GRÁFICO: ANTONIO PIZARRO 1
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2. Dalí planteó la cara de Mae West como un apartament­o surrealist­a. 3. Un traje de la diseñadora Iris Van Herpen junto a la cabaña/estantería de los hermanos Campana. 4. Moisés Roiz. 5. Platos de pared de la serie ‘Tema e Variazioni’.
1. Una de las salas de la exposición, que puede verse hasta agosto en el Caixafórum. 2. Dalí planteó la cara de Mae West como un apartament­o surrealist­a. 3. Un traje de la diseñadora Iris Van Herpen junto a la cabaña/estantería de los hermanos Campana. 4. Moisés Roiz. 5. Platos de pared de la serie ‘Tema e Variazioni’.
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