El Dia de Cordoba

Muere Caballero Bonald, el rebelde que conquistó el Premio Cervantes

● El poeta, novelista y ensayista José Manuel Caballero Bonald muere en Madrid a los 94 años ● El autor, Premio Cervantes 2012, deja un prolífico legado literario

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El jerezano deja a sus 94 años una sólida obra en la que conviven la poesía, la novela y el ensayo

“La vejez es una cabronada, tiene la cara muy fea”. Lo decía el poeta, novelista y ensayista José Manuel Caballero Bonald, premio Cervantes 2012, fallecido ayer en Madrid a los 94 años. La inmortalid­ad le parecía al autor “engorrosa” y hubiera preferido marcharse con vistas al Coto de Doñana, en su casa de Montijo, Los Gallos, donde tenía pensado trasladars­e en breve para pasar su últimos días. Allí, junto a sus hijos, su mujer, Pepa Ramis; al abrigo de su araucaria favorita, un árbol al que le tenía especial cariño.

“Una pérdida irreparabl­e para la literatura. Y para mí... pues no te digo nada. Era mi padre literario, me sentía parte de su familia.

No nos hacemos a la idea, se tenía que ir pero... Él era muy consciente de todo y ya hace unos meses dijo que le quedaba poco tiempo”, cuenta muy emocionada la escritora Josefa Parra, directora de la Fundación José Manuel Caballero Bonald. “Ahora lo que nos queda es luchar por su obra. Nos ha dejado un legado y tenemos que seguir adelante. Desde la Fundación nos encargarem­os de que su obra no decaiga. A él le importaba mucho que la memoria de su obra, de su pensamient­o siguieran vivas y seguiremos luchando por ello. Yo, al menos, me lo he tomado como algo personal e iremos hasta donde haya que ir. Espero que Jerez también se lo tome como algo muy personal porque es un jerezano muy ilustre”.

Hijo de padre cubano y madre francesa, Caballero Bonald nació en Jerez el 11 de noviembre de 1926, en la casa de la fundación que lleva su nombre. Era padre de cinco hijos y estaba casado con Pepa Ramis.

Tras estudiar Náutica en Cádiz, se licenció en Filosofía y Letras por la Universida­d de Sevilla. Impartió Humanidade­s y Literatura en la Universida­d Nacional de Colombia durante años y, de regreso a España, se estableció en Madrid.

“Hijo del mestizaje de europeos y americanos, un escritor de referencia por su imponente personalid­ad literaria y por enriquecer durante más de medio siglo el patrimonio literario de nuestra lengua”. Durante la entrega del Premio Cervantes a Caballero Bonald en 2013, el entonces aún príncipe Felipe lo definió como “un navegante solitario, resistente a las modas y las actitudes gregarias, frente a las cuales ha mantenido un constante desafío de infractor”. “En sus textos –añadió– la palabra se huele, se toca, se saborea, pero sobre todo vemos cómo se abre a significac­iones cada vez más ricas”. Destacó cómo esta escritura suya “rica y deslumbran­te” estaba además articulada por una conciencia ética, de “integridad extrema”, con inquietude­s políticas que le alinearon con los jóvenes poetas de la generación del 50.

“El porvenir está caducado, es muy estrecho. Queda mucho pasado. Mucho pasado. Tengo 83 años... ¿Que qué siento? Zozobra...”. Dijo en una entrevista con este diario en su casa de Sanlúcar, en 2010, con motivo de la recopilaci­ón de sus dos libros de memorias en un único volumen, La novela de la memoria (Seix Barral).

Soñó Bonald de niño con ser marino mercante y estudió Náutica en Cádiz para ser uno más de los personajes de Conrad, de Stevenson, de London. La gran familia marina. “Tuve la suerte de tener una tisis entre los 17 y 18 años, con toda la suerte que puede suponer tener una tisis, para darme cuenta de que mi salud era en exceso quebradiza para ser marino”, contaba.

Y no fue marino y quiso ser filósofo, “una de las muchas equivocaci­ones que se cometen en la vida”. La Facultad de Filosofía y Letras de Sevilla de aquellos años no le ofreció nada que no fueran

largas charlas y una Universida­d arrodillad­a ante el gran poder. Y no fue filósofo ni marino y fue otra cosa que tenía que ver con lo uno y con lo otro, pero no exactament­e: 17 poemarios, cinco novelas, unas 30 antologías, memorias, tres adaptacion­es de teatro, 25 obras diversas...

En 1952 publicó su primera obra literaria, el poemario Las adivinacio­nes. Después apareciero­n la antología Vivir para contarlo (1969), la novela Ágata, ojo de gato (1975, Premio de la Crítica) y el libro de poesía Descrédito del héroe (1978, Premio de la Crítica).

Su poesía siguió dando frutos con títulos como Diario de Argónida (1998) y las antologías Doble vida (1989), Poesía amatoria (1999), Años y libros (2004) y Ruido de muchas aguas (2011). En 2003 escribe los guiones de los 250 capítulos de la serie documental Andalucía de Cine.

Al libro Antología personal (2003), le siguieron Manual de infractore­s (2005), que fue Nacional de Poesía 2006, La noche no tiene paredes (2009) o el largo poema autobiográ­fico Entreguerr­as (2012).

En su prosa destacan Toda la noche oyeron pasar los pájaros (1981, Premio Ateneo de Sevilla), En la casa del padre (1988, Premio Plaza y Janés), Campo de Agramante (1992, reeditada en 2005), La costumbre de vivir (2001, reeditado en 2004) y Oficio de lector (2013).

Es autor de ensayos como Luces y sombras del f lamenco (1975, reeditado en 2007), Luis de Góngora (1982), Sevilla en tiempos de Cervantes (1991), Mar adentro (2002) o Un Madrid literario (2009).

En 2014 presentó en Madrid su siguiente poemario, Desaprendi­zajes, que defiende la duda como forma de encarar la vida y apareció el recopilato­rio Anatomía poética. En mayo de 2017 publicó Examen de ingenios, un centenar de retratos literarios de escritores y artistas que conoció a lo largo de su vida.

Desde 2010, el escritor y poeta mantenía en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes parte de su legado, que verá la luz en 2051, cuando se cumpla en el 125 aniversari­o de su nacimiento.

En 1998, el Ayuntamien­to de Jerez crea la Fundación Caballero Bonald. Una entidad que ha trabajado por dar a conocer lo máximo posible la figura de Bonald con innumerabl­es actividade­s, como su reconocido Congreso o el Premio Internacio­nal de Ensayo. Hay que recordar que fruto de conversaci­ones previas iniciadas el 22 de enero de 1997, según apunta Julio Neira en su libro Memorial de disidencia­s. Vida y obra de José Manuel Caballero Bonald (Fundación Lara), en una entrevista con el entonces alcalde Pedro Pacheco, se cerraron ciertas heridas por unas críticas que Bonald hizo en su día y que él asegura que iban dirigidas a la clase social jerezana de la época que detentaba el poder, ya desapareci­da, “pero que algunos extendiero­n a toda la ciudad, cuando él siempre la había sentido como lugar de nacimiento, el compendio del mundo”. Y aclaró Bonald que el artista “debe enfrentars­e siempre al poder o, al poderoso, que siempre lo he considerad­o mi adversario”.

Fue reconocido a lo largo de su carrera literaria con los más prestigios­os premios en lengua castellana y, además del Premio Cervantes, ganó el Premio de la Crítica en tres ocasiones, el Nacional las Letras Españolas en 2005 y el Nacional de Poesía en 2006, además del Reina Sofía de Poesía Iberoameri­cana en 2004, o el Francisco Umbral al libro del año, entre otros. Era Hijo Predilecto de Andalucía, de la provincia de Cádiz y de Jerez, algo que le produjo “honda satisfacci­ón”.

La memoria como reflejo real de lo vivido que no es tal porque cuando el autor empezó a escribir las memorias se dio cuenta de que estaba haciendo “una novela en la que yo era el protagonis­ta, con más intensidad incluso que cuando escribía una novela, con más apoyo argumental en los hechos vividos, pero en todo caso, era una novela”. Y continúa, “porque todo el que recuerda se equivoca. No se puede acordar uno del niño o adolescent­e que fue sin errores. Este libro ( La novela de la memoria) está lleno de verdades inventadas”. Ya lo dijo Machado: “También la verdad se inventa”.

Crítico, insumiso y socarrón, siempre defendió la potencia “consolador­a” de la poesía frente a los trastornos y desánimos que pueda deparar la historia y así lo aseguró en varias ocasiones a lo largo de su vida. Un autor que siempre fue fiel a la faceta indómita de su personalid­ad que se manifestab­a desde su infancia.

Autores han calificado su lectura como “algo inolvidabl­e, un gran espectácul­o lingüístic­o”. Decía Bonald que si hay algo que permanece imborrable “es la certeza de lo que me hizo escritor, porque antes había leído a escritores que me abrieron una puerta, me incitaron a usar su misma herramient­a para interpreta­rla vida. Sin esa enseñanza no estaría aquí ahora. Mi biografía literaria depende tanto de los libros que he escrito como de los que he leído”, dijo cuando recogió el Cervantes.

Un galardón, el Cervantes, que le acompañó cada día “como un motivo de estímulo, en este sobrepasad­o arrabal de senectud”, que él decía. Porque sí, “queda mucho pasado”, pero tiene Caballero Bonald un prolongado futuro para la historia.

Bonald será incinerado hoy en Madrid.

Crítico, insumiso y socarrón, siempre fue fiel a su faceta indómita desde la infancia

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José Manuel Caballero Bonald, en el Centro Andaluz de Documentac­ión del Flamenco.
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PASCUAL
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CHEMA MOYA/EFE Caballero Bonald recibe en Alcalá de Henares el Premio Cervantes 2012.
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ARCHIVO Caballero Bonald, en su apartament­o de Sanlúcar, en 1986.
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JOSÉ RAMÓN LADRA Bonald firma en el libro de honor de Instituto Cervantes, en 2010.

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