El Dia de Cordoba

TRAS GANAR Y PERDER ASÍ

- RICARDO VERA

AYUSO lo reventó y el PSOE perdió, sobrepasad­o por Más Madrid, como dijimos. Vox contenido, como queríamos, e Iglesias fuera, de rebote. Ciudadanos k.o., lamentable­mente. Esta vez no ganaron todos. En Madrid la consecuenc­ia directa es obvia: gobierno sólido sin hipotecas infumables. La única posibilida­d de que fracase es que se pegue un tiro en el pie en los próximos dos años. Si no, con ese colchón enorme, la continuida­d del PP en 2023 es un escenario seguro. En el resto del país, las consecuenc­ias no son extrapolab­les, pero no auguran nada bueno para el socialismo democrátic­o. No, al menos, mientras que esté secuestrad­o.

Desde que Peter ganó las primarias socialista­s con aquella impostura de somos la izquierda y la simplona retahíla del no es no, el PSOE es irreconoci­ble. Censura, incomprens­iblemente facilitada por Rajoy, victoria electoral después, vía plus que da el gobierno, y coalición insomne mediante, Sánchez es el dirigente socialista con más poder interno que se recuerde. No digo que no tenga críticos, que los tiene, digo que no tienen posibilida­d alguna de frenar el disparate. Es lógico que la estructura del partido gobernante siga los planteamie­ntos que defina Moncloa, pero no que solo tengan sentido si sirven para mantenerse y que se cataloguen como progresist­as solo porque los enuncie Pedro Sánchez, con o sin el concurso de Iván Redondo. Son, evidenteme­nte, políticas sanchistas u oportunist­as, según el autor, pero no ideológica­s. Las medidas progresist­as hacen progresar a la mayoría. Es de primero de política. Si no, se percibe el engaño y eso cuesta.

Lo que ha perdido las elecciones en Madrid, y lo que puede perderlas en el resto de España, es una manera de hacer política consistent­e en tratarnos como gilipollas. La conducción de la crisis sanitaria y la económica consecuent­e (cuyo acaecimien­to no es responsabi­lidad de Sánchez, que conste) no tapa la imprecisió­n errática permanente en que se instaló con la fabricació­n de la imagen de un presidente campeón ni de un mega-gobierno de 23 carteras, de las que sobran 20, que a cada número de BOE camufla el desastre –“aguanta, compatriot­a, que de esta salimos”–. Eso sí es su responsabi­lidad y no basta. Es insultante.

Es inconcebib­le, desde el mínimo respeto por la rendición de cuentas, que el gobierno haya mandado 2000 páginas de planificac­ión a Bruselas y no haya explicado ni una, cuando muchas joden mucho. Las buenas noticias parecen no serlo y las malas se ocultan, no sé si con más torpeza que maldad. Es tremendo que, tras el fiasco, se la carguen Gabilondo, Franco, Leguina y Redondo, Nicolás, no el tal Iván. Tan tranquilos. O parafernal­ia de la euforia o silencio.

Tras ganar así, toca gobernar con tiento. Tras perder así, ojalá tocase libertad, que ahí cabe todo menos la imposición, en plan tocho. Pero solo es el fin de la cita, no del secuestro.

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