El Dia de Cordoba

AZULES Y ROJOS

- PABLO BUJALANCE @pbujalance

POCOS días antes de las elecciones madrileñas vi en televisión una entrevista con el candidato de Ciudadanos a la Presidenci­a de la Comunidad, Edmundo Bal, quien veía en la crispación reinante una consecuenc­ia directa del bipartidis­mo. Afirmaba nuestro hombre, en consonanci­a con la línea sostenida en su partido desde que acuñara la fórmula Albert Rivera, que mucha gente estaba ya “cansada de la división entre rojos y azules”, porque de hecho “hay muchos que no se consideran rojos ni azules”, y que lo que había que hacer era, por tanto, superar la vieja división y establecer frentes comunes pa

El problema a la hora de anunciar que todos somos iguales es la concreción del nivel al que ponemos el rasero

ra solucionar los problemas más urgentes. Acto seguido declaró Bal, con la mayor vehemencia, que son los empresario­s “los que aportan al país su mayor riqueza”, y segurament­e tenía toda la razón del mundo, que no digo yo que no, pero no sé hasta qué punto algunos de esos rojos y azules, o de esos otros que no se consideran rojos ni azules, lo mismo funcionari­os que currantes, vaya usted a saber, estarían de acuerdo del todo. El problema a la hora de anunciar que todos somos iguales, muy a pesar de lo que digan las nóminas y balances de cada uno, es la concreción del nivel al que ponemos el rasero. Porque luego la desigualda­d, tan puñetera, asoma cuando, un poner, el Gobierno decide plantar peajes en las autovías.

La cuestión es que Ciudadanos obtuvo en Madrid el resultado que obtuvo. Y Pablo Iglesias, que también aspiró en su momento a anular las diferencia­s entre izquierda y derecha, busca ya su nueva ocupación acaso donde la ha tenido siempre: en los medios de comunicaci­ón. La vieja escisión hegeliana, vaya por Dios, ha resultado ser más duradera que la que advirtió Díaz Ayuso entre comunismo y libertad. Así es: la sociedad española se identifica aún con la distinción entre derecha e izquierda, y lo seguirá haciendo, porque en su seno conviven valores, aspiracion­es y condicione­s distintas y en muchos casos, sí, desiguales. Pero esta identifica­ción, por mucho que Ciudadanos insistiera en esto, no es una tara vetusta, ni un obstáculo para el desarrollo. Aquí lo importante no es que haya gente de izquierdas y de derechas, sino lograr que la izquierda y la derecha convivan, pacten y trabajen con el mismo empeño por el bien de la sociedad a la que representa­n. Sin olvidar, como quería Camus, que el otro puede tener razón.

Luego, claro, la escisión tiene sus matices y sus paradojas. Las causas por las que la clase obrera vota a la derecha quedan claras cuando la izquierda tilda de estúpidos a sus votantes potenciale­s. Nunca ha estado tan a huevo pasarse al centro. Y llevarlo a gala.

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