El Dia de Cordoba

“Solos estamos: un libro, un vaso, nada…”

- FRANCISCO CORREAL

LO entrevisté muchas veces, en todos los periódicos por los que pasé. Le decía de broma que mi primer coche lo estrené en un viaje a Jerez para entrevista­r al Cojo Manteca. Fui tan prudente, tan lento, que cuando llegué ya se había marchado. Es cierto el dicho: se coge antes a un mentiroso. La puesta de largo del último coche que tuve, un Megan Scenic, fue un viaje a Montijo en 2004, a la finca Los Gallos, para entrevista­r a Caballero Bonald.

Esta vez sí llegué a tiempo, aunque siempre tenía que preguntar. Siempre abría Pepa Ramis, su fiel compañera, a la que conoció en Mallorca, donde se fue a trabajar como secretario de Papeles de Son Armadans, la revista que dirigía Camilo José Cela, al que conoce en Cádiz. Con Pepa se casa en enero de 1960. Se van a Colombia. Allí nace el primero de sus cinco hijos y escribe la primera de sus novelas. La vendimia de Jerez evocada desde su autoexilio. Con Dos días de septiembre gana el premio Biblioteca Breve. Lo he entrevista­do muchas veces, lo cual es paradójico. “Me gusta reiterar que una de las razones por las que escribo es porque hablo poco”, escribía Caballero Bonald en el prólogo del libro Regresos a Argónidas en 33 entrevista­s, una antología de conversaci­ones con el escritor jerezano con selección, edición e introducci­ón de Antonio F. Pedrós-Gascón, doctor en Literatura Española y Latinoamer­icana por la Universida­d de Columbus, en el estado de Ohio. Mi entrevista la publiqué en El País. Con un título que expresa la inclinació­n de Caballero Bonald a no rehuir nunca la polémica: “Este Alberti no me gusta. Prefiero no verlo”. Una de mis entrevista­s preferidas apareció en los periódicos del Grupo Joly. El titular era más amable: “Un jubilado como yo ya no tiene nada que contar”. El final de la charla era delicioso. Le pedía que me describier­a una postal de verano. “Mis mejores veranos son los de Sanlúcar. Yo venía aquí de niño. Estábamos de alquiler. No se crea que me gusta mucho afincarme. Decía García Márquez que comprar un terreno es lo más parecido al cementerio”. Se ha muerto en vísperas de un partido de fútbol, Madrid-Sevilla, en cuyo enunciado aparecen dos ciudades fundamenta­les en su vida. En la última pregunta de esa entrevista, le hablaba de un futbolista que había jugado en los dos equipos y que falleció hace dos años en un trágico accidente de tráfico. Le contaba a Caballero Bonald que a Reyes, cuando fichó por el Arsenal, le dieron una casa tan grande en Londres que su familia se divertía jugando en ella al escondite. “Eso es una novela magnífica”, me respondía Caballero Bonald.

Dominaba todos los registros literarios: la novela, el ensayo, las memorias, los libros de viajes y la poesía, su género predilecto. Tituló el primer volumen de sus Memorias Tiempo de guerras perdidas. Curiosamen­te, en la decantació­n de su destino tuvieron mucho que ver una serie de personas que pertenecía­n a un memorial imaginario de Tiempo de guerras ganadas. Sus primeras actividade­s políticas clandestin­as las inicia por su vinculació­n con Dionisio Ridruejo, un hombre que pasó de la Falange y de ser expedicion­ario de la División Azul al antifranqu­ismo. Un contacto que se produce cuando Caballero Bonald regresa en febrero de 1956 de una estancia en París. En una charla en el hotel Inglaterra de Sevilla con Leopoldo Panero, el poeta padre de los protagonis­tas de la película El desencanto, le ofrece trabajar de secretario en Madrid de la primera Bienal de Arte Hispanoame­ricano. Y Cela lo convirtió en su mano derecha en Papeles de Son Armadans, con sede en Palma de Mallorca. Un destino fundamenta­l en su vida. De ser el “Querido Pepito” en las cartas que le enviaba Cela, la relación fue complicánd­ose, hasta el punto de que muchos años después atribuyen al Nobel maquinar el boicot para que Caballero Bonald no ingresara en la Academia de la Lengua.

Uno de sus proyectos era escribir una tesis sobre la autodestru­cción de la generación del 50 a la que él perteneció. Todos habían ido muriendo jóvenes. Él era el único supervivie­nte de las fotografía­s de los que fueron a honrar a Machado en Colliure en febrero de 1959: Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo, Ángel González, José Ángel Valente… El 11 de noviembre de 2021 habría cumplido 95 años. Su último cumpleaños, en 2020, coincidió con el décimo aniversari­o de la muerte de Carlos Edmundo de Ory, la primera persona a la que fue a ver a Madrid cuando llega a esta ciudad en septiembre de 1951. Compartía amistad y afición al flamenco con Fernando Quiñones, querencia que se refleja en su poemario Anteo, con poemas dedicados a cuatro palos: seguiriya, soleá, martinete y saeta. Versos que envió a los poetas del 27 Gerardo Diego y Luis Cernuda a su casa de México.

Nació un año antes de la generación del 27 y siempre tuvo aspecto de noventayoc­hista. Sangre francesa y cubana se mezclaban por sus arterias, como la del personaje de El siglo de las luces, de Alejo Carpentier, uno de sus autores preferidos. Fiel a los dos Álvaros, el colombiano Mutis y el gallego Cunqueiro, es con Miguel Delibes uno de los grandes escritores que convirtió a la naturaleza en personaje de sus novelas. Doñana en su caso, fundamenta­l en Ágata ojo de gato (duelo artúrico entre el lince y el normando) o Campo de Agramante. Recibió el Premio Cervantes y desde 1998 alentó una Fundación con su nombre en Jerez por la que pasaron Carlos Castilla del Pino, Alfredo Bryce Echenique, Martín de Riquer o Juan Goytisolo.

La última entrevista se la hice en Los Palacios, la patria chica deRomero Murube. Retrató la Sevilla en tiempos de Cervantes, ya no volverá a Montijo y se ha ido ligero de equipaje, como el de Colliure: “Solos estamos: toda la ausencia cabe / entre lo verdadero y lo ilusorio. Aquí / mi obstinació­n es mi alegría: / un libro, un vaso, nada”.

 ?? D. S. ?? Francisco Correal y José Manuel Caballero Bonald, en una imagen de archivo. En ese almuerzo también estaba Alfredo Bryce Echenique.
D. S. Francisco Correal y José Manuel Caballero Bonald, en una imagen de archivo. En ese almuerzo también estaba Alfredo Bryce Echenique.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain