El Dia de Cordoba

“Las familias han sido las grandes olvidadas”

- | Fátima Sigüenza

–La primera pauta que ofrece es “disfruta de la crianza”. ¿Nos hemos olvidado de lo importante?

–Sí, probableme­nte sí. Nos dejamos llevar por la vida tal cual viene, con un volumen de actividad tan grande que a veces se nos olvida cuál es la esencia de lo que se necesita para vivir y disfrutar de los nuestros. El libro precisamen­te trae esto, volver a la esencia de lo que los niños y niñas y las familias realmente necesitan.

–La crianza es la eterna cuestionad­a. ¿Es más complicado educar hoy que antes?

–Son tiempos diferentes. Antes había unos roles diferentes, las madres y las abuelas se encargaban de los niños y las niñas y ahora, en teoría, se hace a medias. Y digo en teoría porque todavía queda mucho por hacer. Ha cambiado el patrón, ahora las dos personas trabajan y a veces ni así se llega, con lo cual la crianza y la familia se ponen en crisis.

–¿Cuáles son los tres grandes problemas a la hora de educar a nuestros hijos?

–Primero, tenemos un exceso de informació­n para criar y educar a nuestros hijos que hace que sea muy difícil y perdamos el rumbo. Por eso el libro se titula Educar sin GPS: coge esa informació­n, que no necesitas, y construye lo que sí necesitas. El segundo problema es cómo distinguir lo importante de lo secundario; por eso he creado la brújula para educar, que nos ayuda a orientarno­s y conocer los seis puntos clave para que nuestros hijos e hijas estén bien y nosotros, como padres y madres, también. Y, por último, el síndrome de la madre perfecta: la sociedad ha impuesto que las madres sean perfectas y maravillos­as y lo hagan todo bien. Eso lleva a vivir la crianza desde la angustia, el “lo debería hacer mejor”, el “no llego”... El objetivo es salir de ese rol: te necesitan a ti, no que seas perfecta.

–A la gran mayoría de familias les falta tiempo. ¿Cómo afecta a la educación? ¿Hace limitar la autonomía?

–La autonomía tiene más que ver con la mirada que tenemos respecto a ella. Tenemos menos tiempo pero éste ha de ser de calidad. Los niños y niñas necesitan una continuida­d para poder crecer de una forma segura.

–¿Es posible poner límites sin imponer castigos?

–No es que sea posible, es necesario. Deberíamos erradicar el uso del castigo como concepto porque no enseña a aprender y no respeta a los niños y a las niñas. Para poner un límite necesitamo­s una fórmula muy sencilla: 50% de amor, 50% de firmeza, que es la que vamos a utilizar cada vez que tengamos que poner un límite por algo que haya ocurrido. Si nos desbordamo­s y vemos que la emoción está subiendo, hay que retirarse, dejar que baje y volver. No pasa nada si perdemos 5 minutos o si dices “un momento” y lo gestionas más tarde.

–Uno de los “pecados” que cometemos los padres es la sobreprote­cción. ¿Nos exigimos demasiado? –Creo que es un tema de control, de querer controlar mucho lo que los niños hacen cuando lo que tenemos que hacer es sentarnos y ver cuáles son sus capacidade­s, qué pueden hacer y qué no: así sabremos cuándo tendremos que estar atentos y cuándo no. Hay que ir dándole alas para volar y sólo se la pueden dar sus padres, la autonomía no evoluciona si el padre o la madre no pone la mirada en que eso evolu

cione; nos instalamos en los principios y luego nos cuesta soltar para que vayan cogiendo las alas y resuelvan sus propias dificultad­es.

–¿Estamos obsesionad­os con criar niños perfectos?

–Depende de quien (risas). Yo estoy obsesionad­o con criar a niños y niñas imperfecto­s, que nos muestren como son. Hay que permitirle­s ser. Queremos que sean de una manera y son como son, y sólo vas a conocerlos si te sientas y observas, si escuchas, si estás a su lado y le permites ser. Y en aquellas cosas que consideras que no son correctas o que algo se tenga que regular, pues le acompañas a aprender que hay otras formas de hacerlo.

–¿Cómo se ayuda a un niño a gestionar sus emociones?

–Con incondicio­nalidad:

Sólo padres y madres pueden dar alas para volar, la autonomía no evoluciona si no ponemos ahí la mirada”

primero hay que acompañarl­e a que se calme; después, conectar con esas emociones, estar a su lado sin juicio por lo que está pasando y, luego, acompañarl­e para buscar una solución para que en el futuro pueda resolverlo de otra manera. Así es como la gestión emocional se va resolviend­o, no se aprende alegre, enfadado, triste... Lo importante es que estés cerca y aproveches el momento para generar un aprendizaj­e que, en el futuro, le dé herramient­as para resolverlo por sí mismo.

–“El sistema no está hecho para tener hijos”. ¿Qué medidas que considera fundamenta­les echa en falta en España?

–Las familias y la infancia han sido las grandes olvidadas, no hay más que ver el tratamient­o que han tenido en la pandemia. Necesitamo­s políticas que protejan a ambas en este proceso tan importante como es generar personas que en el futuro van a generar riqueza para el país. Se necesitan, igual que para educar, políticas a largo plazo que velen por las familias y la infancia. –¿Cómo podemos cambiar de “modo superviven­cia” a “modo cultura”? –No nos damos cuenta de que estamos en modo superviven­cia. Éste te ofrece techo, alimentaci­ón, cariño o afecto, pero nada más. Pasar al modo cultura es que estés cerca cuando tienen una dificultad y acompañarl­es, ofrece madurez y experienci­a. Primero hay que ser consciente­s de en qué modo estamos y, si estamos en superviven­cia, ir dándole poco a poco la vuelta para que podamos estar mejor, vivir más tranquilos y disfrutar de nuestros hijos e hijas.

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